Salud

Difteria: los 42 muertos que oculta el gobierno de Venezuela

La gravedad de la epidemia de difteria se esparce en Venezuela de boca en boca a pesar de que el Ministerio de Salud intente impedirlo. El silencio impuesto desde el gobierno, se rompe de a ratos por médicos que denuncian el rápido avance de una enfermedad que había sido erradicada hace 24 años

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Fotografía: Dagne Cobo

La difteria cobra vidas frente a los ojos indiferentes del Estado. El Ministerio de Salud prefiere el silencio a la información, y el racionamiento de medicinas antes que el abastecimiento preventivo.
Hasta el 7 de diciembre de 2017 se reportaron 42 muertes a causa de la difteria, reveló una investigación realizada por El Estímulo en la que se recopilaron reportes directos de médicos y denuncias publicadas en medios de comunicación nacionales y regionales. El despacho de Luis López solo ha comunicado 7 fallecimientos a la Organización Panamericana de la Salud, de acuerdo con la actualización epidemiológica del 22 de agosto, y luego esa información desapareció de los informes de la institución internacional.
Los fallecimientos se han producido en 9 de los 18 estados donde hay incidencia de la enfermedad: 10 en Mérida, 9 en Bolívar, 8 en Anzoátegui, 5 en Monagas, 4 en Carabobo, 2 en Nueva Esparta, 2 en Trujillo, 1 en Sucre y 1 en Miranda.
La búsqueda arrojó que se han producido 449 casos sospechosos en todo el país, solo este año, aunque es posible que el subregistro sea significativo dado que no hay acceso a los reportes que hacen los hospitales al ministerio. La última actualización de la OPS, del 15 de noviembre, habla de 511 casos probables.
La hija de 7 años de Yackalis Rivas es uno de los “casos sospechosos” de difteria. Ya le dieron de alta del Hospital Raúl Leoni, de Guaiparo, estado Bolívar, y el resultado de la prueba confirmatoria de laboratorio todavía no se conoce. Pero los síntomas fueron inequívocos.
Comenzó con desgano para comer, mal aliento y poca energía para jugar. La madre lo atribuía a la monotonía en la alimentación, pero un día la niña despertó con la garganta tan inflamada que comprometía su respiración y una membrana grisácea. Al principio la diagnosticaron con hepatitis (por un dolor en el costado del abdomen) y le recetaron diclofenac. A los días, otra doctora les asomó la posibilidad de que se tratara de mononucleosis o de difteria y la remitió al Hospital de Guaiparo para un mejor despistaje.
Era difteria. El 28 de noviembre fue internada. “Le dieron 40 unidades de antitoxina diftérica, faltaron 20. Al parecer no tenían más. Gracias a Dios en ese momento no se requirió más porque la niña no llegó tan grave”, cuenta Rivas.
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El gasto para la familia en una semana de hospitalización en un centro público fue de más de 2 millones de bolívares. Debieron comprar los antibióticos ceftriaxona y clindamicina, y un protector gástrico para completar el tratamiento. El hospital no contaba -y al día de hoy sigue en la misma situación, según una fuente interna- con penicilina cristalina, la primera opción para combatir la enfermedad.
Viven en Ciudad Guayana pero dicen no tener contacto con las zonas mineras y no saben dónde ocurrió el contagio. El resto de la familia recibió antibióticos de forma preventiva que les aplicó el Ministerio de Salud una vez se reportó el caso.
Lo que sí admite la mujer es que su hija no estaba correctamente vacunada. La niña recibió las primeras dosis de la pentavalente (que incluye la defensa contra la difteria), pero nunca se le pusieron los refuerzos. “Me pasé de irresponsable”, dice Rivas como un mea culpa.
“Yo no estaba al tanto de lo que era la enfermedad, no sabía la gravedad de lo que era. A los médicos como que les daba miedo hablar, si yo no les preguntaba no se dedicaban a explicarme. Nos dijeron que teníamos que llevarla al cardiólogo porque puede haber complicaciones”.

A los síntomas que presentó la niña se suman fiebre, dolor de garganta, tos, problemas respiratorios y úlceras en la piel. La complicación más común es la miocarditis (inflamación del músculo cardíaco), pero también puede haber afectación en el sistema nervioso central que ocasione una parálisis temporal.
Durante su estadía, la hija de Rivas vio morir a un niño de 1 año que tenía la misma enfermedad. Lo que escucharon por los pasillos es que había sido diagnosticado de forma errada con sarampión –otra epidemia que afecta gravemente al estado. Bolívar es la segunda entidad con más muertes por difteria este año, con 9 fallecimientos registrados, por detrás de Mérida donde se produjeron 10. El tercer estado, Anzoátegui, reportó 8 muertes.
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Médicos desprevenidos

La desinformación y la lejanía del último enfermo con difteria que se había visto en el país hace 24 años dificultan que los médicos hagan el diagnóstico tan rápido como se requiere.
Rivas, por ejemplo, fue dada de alta sin conocer los pasos que debe seguir: tras la crisis el paciente debe volver a recibir la vacuna porque la enfermedad no genera inmunidad, informa la infectóloga Ana Carvajal, y repetirse un cultivo diagnóstico para asegurarse de que la bacteria salió del organismo.
Los médicos más jóvenes pueden confundir los síntomas de la enfermedad con alguna infección respiratoria más. Sharlid Barrios Fonseca, cirujana de la Universidad de Los Andes, vio por primera vez dos casos de difteria el 30 de julio de 2017, cuando hacía su servicio rural en el Hospital Antonio José Uzcátegui,  Tucaní, estado Mérida.
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Un hombre y una mujer llegaron con dolor intenso e inflamación de la garganta y cuello, dificultad respiratoria y malestar general. Los diagnosticaron con faringoamigdalitis diftérica por la presencia de la membrana grisácea en la garganta, pero no contaban con los antibióticos adecuados para el tratamiento, que debieron adquirir los familiares de los pacientes.
“Los manejamos sin tapa bocas, sin guantes, sin material para la toma de muestras de cultivo, con un servicio completo de laboratorio, con el personal médico y de enfermería totalmente expuesto, sin aislamiento apropiado y mucho menos aire acondicionado”, relata Barrios.

La paciente falleció por dificultad respiratoria y sus familiares amenazaron a los médicos que no pudieron salvarle la vida.
Tampoco Elia Sánchez, ex presidente de la Sociedad Venezolana de Infectología había estado ante la enfermedad. “No deberíamos tener en esta época ningún paciente enfermo con difteria”, asevera.
En Carúpano, estado Sucre, murió un hombre que tuvo una evolución tórpida. “La antitoxina diftérica está teniendo una distribución un poco lenta porque no hay mucho medicamento en el país. Los antibióticos van y vienen, la penicilina cristalina ha estado muy escasa”.

Expansión indetenible

La dificultad para el diagnóstico no se resuelve con ciencia puesto que el Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel analiza las muestras que se envían de todo el país, pero no envía de vuelta los resultados.
“Para nosotros todos los casos con síntomas son difteria y son tratados como tal”, señala Carvajal, quien ha atendido 9 posibles infectados en el Hospital Universitario de Caracas, pero solo uno ha recibido la confirmación del Instituto Nacional de Higiene.
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La Sociedad Venezolana de Salud Pública y la Red Defendamos la Epidemiología calculan que se han presentado contagios en 21 de los 23 estados del país. El foco principal e inicial estuvo en Bolívar desde donde se diseminó al resto de Venezuela, en gran medida debido a las migraciones hacia las zonas mineras.
José Félix Oletta, ex ministro de Sanidad y miembro de ambas asociaciones, critica que el Plan de Vacunación de dos semanas que activó el Ministerio de Salud solo haya priorizado 9 estados cuando lo ideal era vacunar en todo el país, pero sobre todo en aquellos lugares en los que se han registrado más infectados. “Es inconcebible que Carabobo, por ejemplo, no estuviera dentro de ese plan. Son errores inexcusables”. En 2017, en esa entidad ha habido 70 casos sospechosos y 4 muertos por difteria.
La falla
Aunque a destiempo y sin la ayuda del aparato informativo del Estado, los médicos lograron alertarse de la circulación de la enfermedad. Ahora están “medianamente familiarizados con la posibilidad de hacer el diagnóstico, pero todavía no están necesariamente familiarizados con el tratamiento porque el Ministerio de Salud no ha difundido los protocolos lo suficiente”, advierte Julio Castro, infectólogo del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela.
Pero la mayor deficiencia está en la falta de herramientas que tienen las personas. En Carabobo el pánico se apoderó de algunos que decidieron salir a la calle con tapabocas, sin saber que la bacteria no puede vivir sino un par de minutos fuera del cuerpo humano, y que esa medida era injustificada.
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El contagio se produce únicamente al entrar en contacto con gotitas respiratorias que porten la enfermedad.
“El gran culpable es el ministerio. La gente aún no sabe cuáles son los síntomas, cómo prevenir vacunándose, cuándo acudir al médico. El gobierno no ha sido nada eficiente”.

Al cierre del año, la difteria tendrá un año y ocho meses circulando entre los venezolanos. Las medidas para detenerla no se han tomado, las que se aplican son insuficientes y por lo tanto ineficientes y su presencia junto a la de otras epidemias como sarampión y malaria solo debilitan más a las población.
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