Salud

Táchira: En la frontera, la salud busca alivio al otro lado del puente

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FOTOGRAFÍA DE PORTADA: ARCHIVO. FOTOGRAFÍAS INTERNAS: ROSALINDA HERNÁNDEZ

En la frontera del Táchira (suroeste), con el departamento colombiano de Norte de Santander, la salud busca alivio al otro lado de los puentes internacionales. El hospital Samuel Darío Maldonado de la localidad limítrofe de San Antonio del Táchira, el único centro de asistencia pública de la localidad, trabaja a 25% de su operatividad.
El recinto está afincado en una zona considerada de «choque”, es decir, donde se reciben a diario pacientes que se trasladan desde el centro y oriente del país, buscando salir de Venezuela en medio de la diáspora causada por la crisis.
Hace 15 años el hospital fronterizo estaba 100% operativo en todas sus áreas. Era referente en la región por la variedad de especialidades médicas que ofrecía y las cirugías que allí se practicaban. Hoy está inhabilitado por unos trabajos de remodelación paralizados desde 2015, denunció un médico del hospital de San Antonio, que pidió resguardo a su identidad.
“Antes veíamos por emergencia entre 70 y 80 pacientes de obstetricia diarias. Ahora solo llegan entre 10 y 15 mujeres porque ellas saben que no se les va a brindar la atención que requieren y muchas se van al hospital de Cúcuta”, explicó.
A esta situación se le suma el éxodo del personal sanitario por culpa de los bajos sueldos y la inseguridad que campea en el centro asistencial. “Te puedo contar pero no te digo mi nombre. ¿Sabes? la frontera más ardiente que hay es la de San Antonio y Ureña, aquí cualquier cosa que yo diga o haga no le puede gustar a alguien, lo buscan a uno y lo arreglan”, advirtió el galeno antes de iniciar la conversación.
Nadie quiere exponerse ante grupos de personas que no se sabe cómo van a reaccionar ante el fallecimiento de un familiar. “Han amenazado al personal médico. Nosotros tratamos de resolver en la medida de lo posible y con lo que se tenga a la mano pero a veces si no traen lo necesario para una emergencia el paciente puede morir”.
En medio de pasillos fríos y desolados, transcurren los días de algunos trabajadores. A pesar de la crisis, ellos se niegan a abandonar el único centro de salud público operativo de la frontera. “Aquí llegan mujeres a parir y ni siquiera tienen la ropa para sus bebés, menos los insumos y medicamentos que se necesitan para atender el parto”, relató otro galeno que también pidió el anonimato.
Los dos pabellones de cirugía del hospital no funcionan desde hace seis años. Se trabajaban con uno improvisado, pero también está inhabilitado. Era allí donde solventaban algunos casos de emergencia, como las cesáreas.
En lo que va de año,  se han registrado en el hospital dos muertes neonatales y el fallecimiento de una joven por una perforación en el útero. «Esto es algo grave”, afirmó el  médico.
“La joven tenía 21 años, era de Valencia y supuestamente trabajaba aquí en la frontera. Llegó al hospital acompañada de dos mujeres de mayor edad que ella, no eran sus familiares. Nunca supimos que le sucedió, si fue producto de una violación la rotura del útero pero no hubo manera de pararle la hemorragia”.

Su muerte se aceleró por la falta de insumos para hacerle una transfusión. Estaban las bolsas de sangre pero no los reactivos necesarios. Ante la urgencia, la paciente fue trasladada hacia San Cristóbal. Allí murió, detalló el médico.
Las carencias del hospital también se reflejan con la falta de especialistas para atender consultas diarias. Esto genera inconvenientes al momento de decidir si se hospitaliza  a un paciente que debe estar vigilado por un equipo de salud.
HOSPITAL
Ante la precariedad del servicio, la mayoría de los pacientes del centro asistencial son remitidos al Hospital Central de San Cristóbal o al Erasmo Meoz, ubicado al otro lado de la frontera, en Cúcuta.
“Quienes no pueden trasladarse a San Cristóbal por motivos económico se ven obligadas a cruzar a Cúcuta. Aquí fuera del hospital Samuel Darío Maldonado no se cuenta con otro centro de asistencia pública que atienda pacientes. Quedan dos en la población pero son privados y en los Centros de Diagnóstico Integral (CDI), remiten a los pacientes para acá”.

Entre éxodo y el rebusque

Para enfrentar el éxodo del personal, médicos y enfermeras se las ingenian para permanecer en el centro de salud. Han creado horarios de guardias a conveniencia para poder cumplir jornadas completas. Cuando se ausentan, muchos pasan la frontera para trabajar en otras áreas y así multiplicar sus ingresos.
“Obligatoriamente tenemos que rebuscarnos para poder llevar la comida a la casa”, explicó el enfermero Carlos Barajas.
El turno diario de la emergencia, debería estar constituido entre 10 a 12 enfermeros. El Estímulo constató  el trabajo de cinco al momento de visitar el centro de salud. En horas nocturnas, el número se  reduce a tres o cuatro enfermeros por guardia. Igualmente pasa con el personal médico, explicó Evelyn García, médico de la emergencia del Hospital Samuel Darío Maldonado.
“Solo podemos atender una fiebre, vómitos, diarreas. Porque si llegan con un trauma lo estabilizamos y referimos al paciente a otro centro de salud porque aquí no tenemos un pabellón disponible, como en la mayoría de los hospitales o centros de salud”.

La mayoría de los trabajadores consultados no tienen planes de salir de la zona o abandonar sus puestos de trabajo. Sin embargo, los bajos sueldos, que “apenas alcanzan para comprar dos panes”, los pone a pensar.
“En mis planes no está irme del país. Al contrario, me encuentro haciendo otros estudios de postgrado para poder ayudar más a la gente. Salir del país es algo que no se descarta del todo porque la situación crítica nos envuelve cada día. Por ejemplo. mi sueldo mensual es de Bs. 5.800.000. Con eso es imposible vivir”, dijo uno de los médicos especialistas.
La aplicación de planes de contingencia ha detenido, de cierto modo, la migración del personal de la salud, agregó el médico residente José Daniel Lugo. Otro problema a combatir por el personal, es la falta de transporte público que afecta a toda Venezuela.
“Cumplo guardias de cirugía como médico residente, solo lunes, miércoles y jueves, cuando la consulta debe ser diaria”, explicó Lugo.
Unos resisten, otros aguardan por mejores tiempos. Hay profesionales de salud que prefieren estar en medio de un conflicto bélico que seguir trabajando en la frontera. “Prefiero estar en la guerra de Siria o Irak a estar en la frontera. Al menos en esos países como médico de guerra tengo garantizada mi alimentación, aquí no”, reveló un médico con más de una década laborando en el hospital.

El drama y la peor parte

Pero los que se llevan la peor parte del drama de la salud pública en  Venezuela son los pacientes. Muchos de ellos arrastran el calvario de la enfermedad y solo cuentan con la fe para encararla.
Jhonatan Pulido está sentado en uno de los bancos de cemento ubicados al frente del hospital de San Antonio. Espera un vehículo que lo acerque hasta las inmediaciones de la aduana principal, camino que conduce al puente internacional Simón Bolívar .  Con el cansancio que representa diez horas de viaje por carretera, este venezolano de 28 años y proveniente del estado Trujillo, se lamentó de la indiferencia del gobierno de Nicolás Maduro ante el estado de la salud.
HOSPITAL SA7
Jonathan está urgido porque su hijo José, de 9 años, requiere atención médica. Presenta una fiebre a 40º y busca descartar si el niño presenta una deficiencia renal. El padre dice no tener los recursos para llevar a su hijo a un centro de salud privado ni a San Cristóbal.
“El niño tiene fiebre, vómitos y los médicos me dicen que está reteniendo líquido, mira como está hinchado. Él nació con parálisis y retardo psicomotor”, explicó Jhonatan, mientras le acercaba un envase de agua minera a José que se notaba seriamente afectado.
Angustiado, Jonathan no sabe si viajar 40 kilómetros por la misma carretera que lo llevó a la frontera para ir hacia el hospital Central de San Cristóbal o cruzar la frontera a Colombia.
«Voy a salir del país, no solo por cuestiones económicas, que valga decir son bastante fuertes. Aquí ni con dinero se consiguen los medicamentos, ni se cuenta con el apoyo del gobierno. José tiene 9 años y pesa 19 kilos, es una situación muy fuerte. Quiero brindarle una mejor calidad de vida”, gritaba impaciente.

Puertas adentro del centro de salud, estaba Karina Duque, sentada en la sala de espera. Ella guardaba por su esposo que salió del recinto para comprar en Colombia unas medicinas que requiere.
“Tengo un dolor de oído fuerte desde hace varios días. Me atendió un médico muy amable. Me mandó a hacer unos exámenes y ya fui a un laboratorio porque en el hospital no funciona el servicio. Ahorita, mi esposo se fue a Cúcuta a comprar los medicamentos para que me puedan iniciar el tratamiento”, dijo.
Pero un medicamento no es lo único que escasea en la frontera, también las enfermeras y los médicos, lamenta  Duque. Explica que acudir a un centro de salud privado en la localidad es cuesta arriba, teniendo en cuenta que el precio de las consultas, oscilan entre los 2.000.000 y 4.000.000 de bolívares, aparte del costo del tratamiento.
Fin
Mientras el sistema de atención de salud no responde a las demandas de los pacientes, en las calles de la población fronteriza crecen sin control las ventas de comidas ambulantes, los dormitorios improvisados a la intemperie y la basura. A esto se le suma el colapso de los servicios públicos. Carencias que se convierten en gérmenes para empeorar la salud pública.]]>

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