Cinemanía

“The Crow”, una saga que no encuentra la redención

“The Crow” es el quinto intento de llevar a la pantalla grande la obra de James O’Barr, y quizás, el que menos alcanza el esplendor gótico del cómic original. Esto convierte a la película en una versión genérica, sin espíritu y mucha menos personalidad, de una saga que, hasta ahora, ha sido una derrota para el cine de acción

Publicidad

En “El cuervo” (2024) de Rupert Sanders, el reino de los vivos y los muertos está separado por una frontera muy leve y así queda claro desde los primeros minutos de película. Basada de manera libre en el cómic del mismo nombre de James O’Barr, explora la idea del mal llevado a un terreno mundano y cruel. Pero más que eso, resalta la idea de que a pesar de lo que nace de entre las sombras, siempre habrá esperanza. La extraña combinación intenta insertar un alegato sobre el amor y la redención entre toda su oscuridad y violencia del film.

Ni toda la sangre derramada, ni las explícitas escenas de violencia y ni la renovada dimensión sobrenatural logran que la película sea algo más que una confusa mezcla de estilos y tonos. El guion de Zach Baylin, basado en el célebre cómic de 1989, es incapaz de reflejar el espíritu de la obra original, lo que ya es un serio problema. A la vez, despoja a la historia de todo lo que le hacía original y la traslada a un terreno pandillero y oscuro que no aporta gran cosa a la idea del antihéroe extraordinario con el corazón roto. En realidad, todo en “El cuervo” tiende a convertir su premisa en una idea más cercana de lo necesario al mundo de los superhéroes. 

Una aproximación que provoca que Eric Draven, que llegó al cine de la mano del malogrado Brandon Lee para convertirse en ícono trágico, pierda buena parte de su entidad y múltiples matices. De hecho, la versión de Bill Skarsgård es apenas un anuncio de las extrañas dimensiones que el personaje alcanza en su versión en papel y que Lee logró captar con facilidad, por lo que la vuelta a la pantalla grande del personaje tiene algo de violenta presencia, pero poco misterio y ningún ingrediente más interesante que ser un héroe de acción. Lo que resta a la historia — que hizo de culto a fuerza de una sucesión de desgracias — no solo es fuerza, sino también la densidad oscura y romántica que la hizo famosa. 

En un intento de imitar el Cinéma du look francés, la película va de un lado a otro, más interesada en la apariencia que en el fondo, lo que se hace dolorosamente más evidente cuando la cinta debe contar el nuevo añadido a su historia. Vincent Roeg (Danny Huston) es un ser inexplicable o podría serlo. Solo que “El cuervo” no tiene tiempo, interés o profundidad para explicar nada sobre sus orígenes. Únicamente que está ahí para matar. Y matar a la mujer equivocada, además. 

Una sucesión de pequeñas catástrofes para “El cuervo”

Tal y como el cómic del que proviene, “El cuervo” es la historia de una tragedia. Eric (Skarsgård) es un hombre con un pasado turbulento. Tiene algunas deudas que saldar y solo está a la espera que ocurra una catástrofe. Pero eso no impide que tenga el tiempo y la oportunidad de vivir una frenética historia de amor con Shelly Webste (la cantante FKA Twigs), que la película retrata desde cierto lirismo metalero con tintes urbanos e industriales, lo que le hace alejarse por completo del aire de gótica y oscura belleza que distinguió a la original. Claro está, se trata de una decisión deliberada.

El director, que en diversas entrevistas anunció que se alejaría de la cinta original, lo hace al brindar a su pareja — y por ende, a toda la producción — un aire de estética industrial, plagada de golpes de cámara borrosos y ángulos retorcidos. En especial, al tratar de captar — y qué esfuerzo le lleva el realizador, lograrlo — el amor, voraz y despiadado, que lleva a esta pareja a un delirio mutuo. Esto brinda a “El cuervo” una especie de prólogo que anuncia el desastre que acaecerá a no tardar.

Eric tiene cuentas que saldar y pronto, será ajusticiado junto con su amada Shelley en una escena de pesadilla y tal vez, la más sólida de toda la cinta. Sin embargo, Sanders es incapaz de sostener el tono de pesadilla que intenta brindar y termina por crear una versión desordenada, barroca e insípida de lo que, sin duda, es una historia que podía dar mucho más de sí. Paso a paso, “El cuervo” narra como la muerte da paso a la vida — una hórrida y malograda por el odio — pero vida al final. Eso gracias a la misteriosa criatura Cronos (Sami Bouajila) que le indica lo que debe hacer de ahora en más. 

Eric regresa de entre los muertos para vengar su propia muerte y la de la mujer que amó. La cinta, que intenta un precario equilibrio entre subtexto simbólico y su necesidad de explorar en los códigos de cine de acción, se convierte en una mezcla poco convincente de estilos. No logra, entre tantos guiños y referencias a proyectos más grandes y mejor logrados, un verdadero propósito. Eric, que vuelve de entre las sombras impulsado por el odio, es una máquina de matar. Una criatura vil que apenas alcanza la categoría de asesino mal parado al que el actor que le interpreta no logra brindar mayor profundidad. 

Una larga historia trágica 

“El Cuervo” ha sido una película complicada desde su nacimiento en el papel. Su autor, que perdió a su prometida en un accidente automovilístico, escribió el cómic como una forma de recuperarse del duelo, pero debido a su trasfondo de violencia explícita y su extraña combinación con elementos del romance gótico, le resultó difícil venderla a las grandes casas editoriales. Finalmente, en 1989, Caliber Comics vendió los primeros cuatro tomos y llevó la historia del malogrado Eric Draven a una audiencia que la convirtió en obra de culto. 

En lo que parecía ser la progresión natural, la productora Dimension Films compró los derechos y llevó adelante una adaptación. Pronto, se unieron al proyecto Alex Proyas, que trabajó sobre bocetos y material original de O’Barr y después, Brandon Leee, este último, una de las más prometedoras figuras del Hollywood de 1990. Como hijo del mítico Bruce Lee, era conocido por sus formidables capacidades atléticas, pero también por ser un actor dedicado que se esforzó por meses en lograr el tono perfecto para el misterioso Eric, muerto y resucitado por obra de la venganza. 

The Crown
The Crown 1994

Lo que parecía un triunfo seguro se convirtió en una desgracia que marcaría un antes y un después en Hollywood. El 31 de marzo de 1993 y mientras filmaba una escena complicada que exigía armas de fuego, Brandon Lee sufrió una herida gravísima herida que le provocó un derrame interno mayor. El mismo día y a pesar de los esfuerzos médicos, el actor moría luego de seis horas de agonía. La cinta quedó incompleta y hubo dudas sobre si llevar a buen final la producción. Al final y como un tributo a la memoria del fallecido, “El cuervo” llegó al cine, entre tomas de dobles de cuerpos, material descartado y efectos digitales. La cinta fue un éxito de taquilla. El primero y hasta ahora único que ha tenido la saga. 

De vuelta al nuevo milenio

Sin duda, con una historia semejante, Rupert Sanders tenía una complicada responsabilidad sobre la película basada en la misma historia, por lo que su decisión de alejarse de cualquier cosa que pudiera estar relacionada con la obra de Proyas, resulta comprensible hasta cierto punto. Lo que no lo es es el desperdicio del material en una historia atropellada, sin espíritu, más cercana a John Wick que al denso relato tenebroso de una criatura cuya vida depende del odio. 

“El cuervo” es mucho mejor cuando abandona el intento de divertir y se dedica a incomodar. Lo que logra cuando la cámara se convierte en un observador subjetivo silencioso, una presencia entre las sombras. Pero Sanders pronto abandona ese interesante punto de vista para crear un espectáculo pirotécnico. Skarsgård, veterano en dar vida a un villano brutal, lleva a Eric de sus meditadas reflexiones tenebrosas a secuencias de golpe y patadas, que interpreta sin expresión y apenas emoción. Peor suerte corre el personaje de Shelley, que FKA Twigs interpreta con cierto desánimo, que no llega a ser realmente etéreo a pesar de sus intentos. 

El resultado es una cinta que, sin ser por completo un despropósito, aburre cuando debería interesar y revela muy rápido sus secretos para resultar sólida. Para sus últimos minutos, el guion abandona todo intento de profundizar en la rica mitología del cómic y llega a un éxtasis de explosiones, disparos y muertes que resulta incluso tedioso. Atrás quedó la imagen de Eric Draven, de pie en la oscuridad, doliente y herido, eternizada en la imaginaria del cine. En su lugar, el musculoso personaje de Skarsgård es una superpresencia, un antihéroe de acción, pero nunca, nada más intrigante que eso.

Publicidad
Publicidad