Opinión

Vinotinto contra Uruguay: se vacía la cuenta de ahorros

La selección venezolana vio cómo las ventajas con rivales directos, como Bolivia y Paraguay, se reducían. El panorama es más complejo si se analiza lo que viene. Es la hora de hacer autocrítica en el proceso de Fernando Batista

Publicidad
Betania Ibarra

Los nueve puntos que sumaba Venezuela antes de comenzar esta doble fecha de eliminatorias invitaban al optimismo. Sin jugar bien, la selección había conseguido resultados positivos con apenas 6 goles. La pregunta obvia era: ¿y si ahora sí? Debía tenerse en cuenta, para responder a la pregunta, que la Vinotinto había gozado de un tiempo precioso en la Copa América -un mes- para pulir movimientos pendientes, hablar sobre cómo afrontar a Bolivia y Uruguay y encontrar un 11 que interprete de manera fidedigna lo que Fernando Batista quiere.

Sin embargo, terminó la Copa y Batista pareció irse del torneo con más interrogantes que respuestas. Se mantuvo la tendencia de primeros tiempos fallidos, que solían corregirse tras el descanso. La eliminación ante Canadá, en un resultado afectado por los problemas de definición de los norteamericanos, era una gran advertencia. ¿Qué pasó después? Un punto de seis posibles, cero goles y un panorama complejo por lo que viene: Argentina, Paraguay, Brasil y Chile.

Es cierto que se elevó el nivel, partido a partido. Tampoco era difícil. Con disparar entre los tres palos de Sergio Rochet ya se hubiera mejorado la presentación en la discutida altura de El Alto. Sin embargo, el contexto permea el análisis: 11 bajas uruguayas (si sumamos la lesión de Sebastián Cáceres a los tres minutos de juego) facilitaban el dominio de la Vinotinto. ¿Cómo traducir ese dominio en gol? Ahí se atascó Venezuela, como ha sido regular en el proceso de Batista.

No vamos a repetir lo visto. Entre el buen día del arquero Rochet y las malas decisiones de los definidores como sucedió con Telasco Segovia y Jefferson Savarino, para recordar las más claras, Venezuela terminó frustrada. Marcelo Bielsa aceptó que el local mereció más y Batista dijo que «solo faltó el gol». Está última sentencia no se puede soltar a la ligera: son los goles los que podrían definir ese puesto de repechaje al que se aspira (si se da el directo, mucho mejor claro está). De esto sabe Colombia, que estuvo siete partidos sin romper las redes y se quedó fuera del Mundial de 2022.

Se sabe que un técnico no incide en la definición. Tener claridad frente al arco es la conclusión de una compleja sucesión de movimientos que incluyen la memoria competitiva, la frescura mental y la tan cacareada toma de decisiones, además de las condiciones físicas naturales. En lo que sí tiene que ver un estratega es en cómo se elige a los individuos para que esas situaciones sean abundantes -sobre todo de local- o claras -en el caso de jugar como visitante- para aprovechar una. Y también cómo se trabajan las relaciones entre estos individuos. Es aquí donde vemos deudas y dudas del actual proceso.

Un ejemplo clarísimo de lo señalado fue el exceso de manejo de Yeferson Soteldo en los costados en los últimos 15 minutos del partido contra Uruguay o el cambio posición por posición entre Cristian Cásseres y Tomás Rincón cuando aún faltaba mucho por jugarse (tomando en cuenta la reposición) y a Venezuela le urgían las tres unidades. ¿Falta de ambición? En este punto, ya la Celeste había firmado el empate y no tenía forma alguna de llegar a la casa de Rafa Romo. El ingreso de Darwin Machís, por cierto, fue anecdótico.

Basta un repaso por la red social X para comprobar que el jugador más elogiado del encuentro fue Jon Aramburu, un defensa con llegada pero cuya tarea principal no es atacar el arco. Eso, en un partido en el que era urgente la victoria, dice mucho de las decisiones individuales en el campo y el contagio del discurso del propio técnico. El primer tiempo, más allá de la obvia superioridad de Venezuela, fue sintomático: faltó ambición, sobró paciencia. En el segundo, con otras oportunidades puntuales, fue más evidente el colapso de ideas.

Las victorias de Bolivia en Chile y de Paraguay ante Brasil, complican las cuentas. Queda mucho por jugarse y es cierto que la eliminatoria de la Vinotinto es realmente contra Paraguay, Bolivia, Perú y los australes. Sin embargo, que técnicos nuevos, sin tiempo de entrenamiento, hayan sacado 6 de 6 (Óscar Villegas) y 4 de 6 (Gustavo Alfaro), ante rivales más complejos por nómina o contexto invita a una reflexión en Venezuela. La Selección sigue viva, ahora con saldo en cero en su cuenta de ahorros y una diferencia de goles negativa.

Se sabía que no iba a ser fácil. Venezuela, que nunca ha ido a un Mundial, sigue en el proceso de ser competitiva mas no ganadora. Le cuesta hilvanar victorias. Esta dinámica, sin importar si eran técnicos venezolanos o foráneos, es de vieja data. Los partidos bisagra, ya sea ante Uruguay o Chile, por nombrar los más recordados en el pasado, no se ganan. Este, jugado en Maturín, tenía las mismas características de aquellos encuentros.

Para que la conclusión no sea la de siempre, para que se encuentren soluciones, se necesita un proceso democrático de autocrítica y debate, muy diferente al camino escogido por la Federación Venezolana de Fútbol, que decidió apoyar un comportamiento militar en un recinto -el estadio- que alberga a todas las tendencias y opiniones. Y en el que se esperaba, al final del día, celebrar por un color que une a todos los venezolanos, el vinotinto.

Publicidad
Publicidad