Entrevista UB

La última borrachera de Manuel Ángel Redondo

En 2019 probaron la idea de este formato de show en el que el anfitrión se embriagaba tratando de emborrachar a sus invitados. El 18 de diciembre de 2023 se grabó en Pizpa el último capítulo de "Entregrados". Esta es la historia de Manuel Ángel Redondo y esa idea, más de 180 peas después

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Foto: Alejandro Cremades
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Ya la pierna había cruzado la defensa que era el límite entre el edificio y el aire. Uno de sus compañeros de trabajo se llevó las manos a la cabeza, otra suspiró, uno más mentó madre: todos se alarmaron. Lo veían con ojos de no, por favor; y también de mosca te caes, güevón.

Por supuesto, alguien sacó el teléfono para grabar.

Menos de 30 años, con un pasado comegato que salpicaba el presente. Esos pantalones oscuros, ese gesto nietzscheano en el rostro, a punto de saltar de un lugar llamado El Cubo Negro. Cualquier desinformado pudiera haber pensado que se trataba de un poeta maldito o de un artista plástico con más cicatrices en los brazos que talento.

Cualquiera que hubiese pasado por ahí podría haber concluido lo mismo: ese joven se quiere suicidar.

Pero lo que estaba era borracho. Y no, no se trataba de un poeta maldito ni un artista plástico estilo La fascinación de la víctima, de Ana Teresa Torres. Era Manuel Ángel Redondo, el protagonista del webshow del momento en Venezuela y quien estaba a dos años de consolidarse como uno de los nombres más fuertes del entretenimiento local.

Sus compañeros de trabajo de El Patio se acercaron. Lograron convencerlo de que ese chiste no daba risa, menos si existía el peligro de que la gracia se convirtiera en resbalón y le quedase una morisqueta en el rostro cuando reventara contra el suelo.

—Ya, Manu, no vayas a caerte –lo agarró alguien.

Rato después, mientras salían de la oficina, Manuel Ángel se subió a los pasamanos de dos escaleras mecánicas paralelas. Mejor dicho: se sentó. Con una nalga en cada pasamano –uno subía, el otro bajaba–. De nuevo, sus compañeros se alarmaron.

¿Ese era el costo del éxito?

***

Principios de 2019. Juan Carlos Martínez y Jhon Da Silva –ambos con más de 40 años– tenían un largo recorrido en publicidad y ahora querían empezar a incursionar, a través de su empresa El Patio Content Studio, en la creación de contenido. Pero preferían hacerlo de la mano de talentos que ya tuvieran cierta visibilidad en plataformas digitales.

Parte de las dificultades de la era digital (o de la era del game, como la define Alessandro Baricco) es la reducción de los formatos a una palabra tan ambigua que al final abarca todo: contenido. ¿Cómo determinar qué es una idea exitosa en semejante contexto? Juan Carlos y Jhon, con una gran obsesión por las nuevas tecnologías, habían desarrollado cierta intuición. Por eso, y porque compartieron trabajo con él en otros espacios, vieron con buenos ojos reunirse con Manuel Ángel Redondo.

Manuel Ángel acababa de llegar de su primera gira internacional –Buenos Aires, Santiago, Miami, Panamá– haciendo stand up comedy. Se había quedado unos meses en la capital de Argentina y no le parecía mala idea mudarse allá. Los motivos eran obvios: estaba al final de sus 20, su país continuaba alargando una crisis histórica, muchos de sus amigos y colegas habían migrado, en Buenos Aires vivía su pareja del momento –con la que terminaría más adelante– y un largo etcétera asociados a los lugares comunes de la migración venezolana.

Pero había algo más: la industria de la comedia en Venezuela era como la llama de una vela en medio de la playa. Los exponentes más conocidos de su generación habían migrado. Y él ya había jugado con la mayoría de las cartas que le dio la vida –el salto al reconocimiento, trabajar por pura pasión en la industria musical, hacerse viral con un docuweb de humor, ser censurado–; de hecho, era -o casi- el único comediante que estaba girando por diferentes estados del país. La experiencia, aunque nutritiva, también era desgastante: una muestra de lo cuesta arriba que se estaba volviendo todo.

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Manuel Ángel en Pizpa, horas antes de la última pea (Alejandro Cremades)

De vuelta en Caracas, se enteró de las intenciones de Jhon y Juan Carlos. Y decidió tirar la última carta de su desgastado mazo.

Tenía una idea desde hacía años: hacer un programa de entrevistas con alcohol, al que llamaría “Conversas borrachas”. Algo relajado, ameno. Era de sobra conocido en el medio que a Manuel Ángel podían señalarlo de marihuanero, pero jamás de borracho. Sin embargo, en el toma y dame de ideas alguien se acordó del programa “Hot Ones”. Una cosa llevó a la otra y dieron con “Entregrados”.

-Si supieras que en su momento surgió la idea de hacer “Entregramos”, por supuesto, porque el chiste era muy fácil. Pero bueno, no es un secreto que en Venezuela no existe todavía la legislación que permita hacer esto de manera legal y yo no tengo ganas de meterme en más peos de los que me he metido. Preferí abandonar esa idea –dirá Manuel varios años después.

“Entregrados”, entonces. Pero con un concepto más agresivo que el que había pensado originalmente, más venezolano si se quiere: tratar de emborrachar al invitado mediante juegos y dinámicas.

Grabaron un primer episodio. Manuel Ángel conducía, su amigo Yosue Ochoa –también standupero– fue el invitado. No les gustó. No obstante, Jhon y Juan Carlos creen que a toda idea que se considerase buena hay que darle la oportunidad de crecer. Y cada show de El Patio lo probaban con ocho episodios antes de emitir conclusiones.

Grabaron, entonces, el que sí sería formalmente el capítulo uno. El invitado fue el comediante Gabo Ruiz, quien por entonces no tenía la visibilidad de la que hoy día disfruta en redes, pero juntaba una buena cantidad de público en el podcast “De a Toque”. Lo subieron a YouTube.

Al día siguiente, Manuel Ángel entró un poco acelerado a la oficina:

—¿¡Cómo es que llegamos a 100 mil visitas en 24 horas!?

No habían invertido en ads, no tenían comunidad, el canal de YouTube se acaba de crear: no había nada. Sólo algo de lo que se dieron cuenta los tres socios al intercambiar miradas: una idea grandiosa.

***

La mamá de Manuel Ángel salió al patio de su casa. Contó: uno, dos, tres… ¿pero por qué había diez conos de tráfico? ¿De dónde salían?

—¡Manuel Ángel! ¿¡Me puedes explicar por qué coño están aquí este poco de conos!?

Al principio ella pensaba que el responsable era un familiar que es alcohólico, pero pasó por alto que ahora había un nuevo bebedor en casa. Manuel Ángel puso cara de cachorro arrepentido y se encogió de hombros. «Cosas de borracho», se excusó.

—Hay un caso específico muy cercano en la familia -dirá Manuel después- que yo creo que su dieta está basada en caña clara y Astor rojo, y su salud está perfecta hasta el día de hoy. Es un milagro cómo ese tío sigue en perfectas condiciones.

—¿Y no te dio miedo, con ese historial familiar, embarcarte en “Entregrados”?

—No tanto, porque en toda mi vida nunca he tenido un tema de adicción forzado por alguna sustancia. Creo que tengo una buena tolerancia, soy más inteligente que el mero placer momentáneo que te pueda dar algo que de verdad te pueda afectar a gran escala. Entonces, no sé, la verdad nunca he tenido miedo. Nunca ha habido un panorama en el que tema que me voy a dejar llevar por equis droga. No es un miedo que haya tenido jamás, sé que es algo que a mí no me va a pasar.

Existía un meme según el cual Manuel Ángel era un acaba trapos de primera. O sea, un rock star de la rumba. Hay anécdotas que él mismo hizo públicas.

La fiesta en Acarigua, con un enano que andaba con dos mujeres y conocía a todo el mundo y era quien conseguía la droga, y un jacuzzi con el agua oscura, quizá por la cantidad de sangría que le echaron.

O la anécdota que contó en «Ferné con Grego»: tenía una entrevista con Luis Chataing en radio y la noche antes salió de fiesta, conoció a una chica, acabaron en un hotel, fueron víctimas de la delincuencia caraqueña: él la tuvo que llevar temprano a su casa en La Guaira. Ergo, le canceló a Chataing.

En otra ocasión una de sus compañeras en la Fundación Nuevas Bandas entró a su habitación de hotel a fumar marihuana, de algún modo se quemó el colchón y la organización entera quedó vetada en esa cadena hotelera.

Hay muchos cuentos de drogas. De hecho, se volvió un juego habitual de “Entregrados” preguntarle a algunos invitados si no habían consumido más de cinco sustancias en una noche, cosa que él sí había hecho y no le parecía difícil.

Pese a todo, Manuel Ángel, aunque sí llegó a tener varias borracheras, nunca disfrutó tanto el alcohol. Quizá porque, como empezaba a darse cuenta el equipo de “Entregrados”, su personalidad cambia bastante al estar borracho.

Después de una grabación, mientras el resto del equipo terminaba de resolver cosas referidas al invitado, Manuel Ángel entró en la oficina y volteó todos los elementos de trabajo de cada persona de El Patio. Es decir, puso teclados, monitores, mouses, papeles, vasos con lápices, corchos y pizarras boca abajo. Debió de estar casi una hora en eso. En otra ocasión, le puso a cada miembro una wallpaper distinta de Servando y Florentino en su monitor.

Si algo queda claro es que Manuel Ángel, sobrio o borracho, siempre busca entretener, sorprender y tener el nivel de producción más alto posible.

Hacer la referencia al Dr Jekyll y Mr Hide es caer en un lugar común, aunque parezca el símil más acertado. Si la vida fuese una caricatura, Manuel Ángel sobrio usaría lentes, brackets y se peinaría de lado. Borracho, se pondría una chaqueta negra de cuero y se reiría como el Perro Pulgoso mientras roba conos de tránsito o jabones de la casa de uno de los invitados al show.

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El equipo en la grabación del episodio final de «Entregrados» (Foto: María Alejandra Valera)

Se estableció una norma para el resto del equipo: nadie podía beber en las grabaciones, pues era deber de todos garantizar que «Entregrados» saliera adelante, cuidar a Manuel Ángel y a los invitados. Descubrieron que era mejor grabar a razón de dos capítulos por semana y hacer pausa: temían que si hacían pautas semanales ininterrumpidas su host se volvería alcohólico.

Aunque en los primeros episodios las botellas que adornaban el set eran las más baratas que podían comprar, pronto el dinero empezó a llegar por diferentes vías: marcas, reproducciones, Patreon y shows en vivo.

“Muchas gracias a El Patio Content Studio, que son los responsables de que yo no esté trabajando como mesonero en Buenos Aires en este momento”, dijo Manuel más de una vez sobre tarima.

Su cuerpo también cambió. En los primeros capítulos bebía ron con refresco. Antes del aniversario del programa, había subido varios kilos.

***

“Febrero del 2019. Ocho meses después hay una definición nueva del entretenimiento en Venezuela y en las plataformas sociales. Una palabra lo define: Entregrados”, así arrancó Jhon Da Silva un episodio del podcast que comparte con Juan Carlos Martínez y en el que en esa ocasión el invitado era Manuel Ángel: iban a hablar del tempranero éxito del webshow.

Ya se habían dado cuenta de que un porcentaje importante de la audiencia los veía por Smart TV: tuvieron que mejorar su calidad de video. Igualmente, empezaron a hacer shows en vivo. El primero de ellos fue en Pizpa. Pusieron a la venta 100 entradas a 15 dólares cada una: se agotaron en siete minutos.

Erikita, quien trabajaba en el área de redes sociales de El Patio, fue la encargada de servir los tragos en los primeros episodios. Sus redes empezaron a crecer y se convirtió en un personaje más del programa, al punto de que incluso llegaron a grabar un episodio con ella de protagonista.

—Miguel Cabrera –dijo Manuel Ángel en el podcast.

—Rubén Blades –dijo Jhon.

—Joaquín Sabina –agregó Juan Carlos.

Esos eran los episodios soñados de cada uno de los socios. Spoiler alert: ninguno se cumpliría. Sólo el de Servando y Florentino, que también mencionó Manuel Ángel en esa y varias ocasiones. El punto es que, aunque los primeros capítulos fueron con otros comediantes, a partir del episodio con Luis Borjas, en ese entonces cantante de Guaco, se dieron cuenta de que podían acceder también al mundo de la farándula.

“Hola, buenas tardes. ¿Disculpen, podemos hablar en una oficina?”, pidió la vedette Norkys Batista cuando llegó al set de grabación, varios meses antes del recuento que harían los tres socios en el podcast.

Manuel, Jhon y Juan tomaron asiento, cerraron la puerta.

“¿¡Por qué coño de madre están mandando a su gente a escribirme en redes sociales!?”, les gritó.

En efecto, la audiencia de «Entregrados» quería ver a Norkys. Y la manera que encontraron los socios de convencerla, luego de que ella los rechazara educadamente debido a que no tomaba, fue pedirle al público que la mencionara en redes hasta que aceptara ir. La oleada de comentarios fue llamativa hasta para una mujer con millones de seguidores.

Al final, los socios y Norkys se entendieron, se grabó el episodio, ella se emborrachó, perdió el control, contó cosas de su ex de las que nunca había hablado, hubo risas. Fue el primer episodio en llegar a un millón de reproducciones en YouTube.

“Nuestro formato original era ese: no podemos pasar de 50 minutos”, explicó Juan Carlos en el podcast.

Se dieron cuenta de lo que escribió Roger Casas-Alatriste en su libro Tu atención, por favor: “La atención es fundamental porque establece un vínculo emocional en las relaciones mercantiles. Cuanto más intensa sea la atención más indispensable se vuelve el servicio y, por extensión, más rentable es el usuario”. El programa de Norkys Batista dura casi una hora y media. Poco a poco, las grabaciones empezaron a ser de alrededor de cuatro horas y los capítulos de dos.

Había gente que decía amar a Manuel Ángel, venezolanos en el extranjero que comentaban haberse reencontrado con la venezolanidad a través del programa. Pero también hubo quienes lo criticaban, quienes decían que era un grosero o un mal entrevistador. A algunos, simplemente, les parecía atorrante, gritón.

—Yo no estoy en el negocio de caerle bien a la gente. Trato de que la gente entienda que no estoy interesado en venderles una falsa humildad ni en que me quieran, estoy interesado en que consuman lo que creo. Independientemente de si les caigo bien o no –dirá Manuel años después, siendo mucho más famoso de lo que era en ese momento.

Para un sector, “Entregrados” se convirtió en un placer culposo: supuestamente, les parecía horrible, pero eventualmente había un invitado que los seducía.

Lejos habían quedado los primeros días en los que los socios de El Patio se llegaron a preguntar si podrían hacer buen match con Manuel Ángel. Por supuesto que hubo alguna diferencia –como cuando Manuel se quitó los pantalones en tarima–, sin embargo ahora más bien se asombraban de su capacidad para sacar adelante el programa una vez que estaba totalmente borracho. Los guionistas se reían viendo sus esfuerzos para apegarse al guion. Y todos, en algún momento, temían que su hígado no diera más. O algo peor.

***

Enero y febrero de 2020. La mayoría de los comediantes que estaban empezando a triunfar fuera del país no pisaban Venezuela. Y los que lo hacían se limitaban a las ciudades más cómodas. Así que Manuel montó una gira llamada “Aquí no viene ni el Diablo”.

Se presentó, por ejemplo, en Guanare, en piso de tierra, sobre una tarima armada con gaveras de cerveza, y con el público en sillas de plástico. Fue un buen show. Le gustó menos otro que hizo en El Tigre, en el que la gente, a su juicio, tuvo una actitud más soberbia: despreciaban –con ruidos, hablando– lo que él hacía, pese a que habían pagado la entrada.

—Me prometí más nunca pisar El Tigre, más nunca pisaré El Tigre, no he vuelto a pisar El Tigre –dice riendo–. Capaz hago un show en El Tigre, quién quita…

Luego de eso, le tocaba hacer la primera gira internacional en vivo de “Entregrados”. Tenía una nueva pareja, que también había migrado a Buenos Aires; más dinero, más reconocimiento, más resistencia al alcohol y se sentía saludable:

—Hay ciertos mitos urbanos como que cuando vas a beber tienes que meterte una parrilla mar y tierra, una pasta y tres arepas. Y la verdad no es así, estás poniendo tu cuerpo a trabajar de más. A procesar esa comilona y a procesar la curda que te vas a tomar. Entonces, cosas como comer balanceado, sin exagerar, es mejor que meterte una mega papa, por ejemplo –contará Manuel Ángel que le explicaron los médicos.

Espacios grandes, espacios pequeños: siempre full

Antes de subirse al avión estaban agotadas todas las funciones en Estados Unidos, Chile y Argentina. La primera parada era Buenos Aires, para grabar el episodio en vivo con Nanutria, y claro que estaban contentos, pero el horizonte ya empezaba a ser un par de signos de interrogación debido a la pandemia.

Jhon Da Silva permaneció en Caracas. Juan Carlos viajó después que el resto del equipo. Su vuelo era Venezuela-Panamá-Argentina. Cosas de las aerolíneas venezolanas. El día que salió de Maiquetía decretaron la cuarentena en Venezuela. En las dos horas que se tardó en llegar a Panamá, el mundo le pareció un lugar más caótico: Tom Hank había dado positivo por covid-19 y la NBA anunció la suspensión de la liga.

Lo más top del entretenimiento mundial se detenía. ¿Qué les esperaba a ellos?

Llegó a Buenos Aires y lo llamó el productor: lo más probable era que no pudieran hacer el show. Sin embargo, sí se dio y Nanutria acabó absolutamente borracho. Al día siguiente, con Manuel Ángel enratonado, todo el staff salió para Chile. Iba con ellos Gabo Ruiz, quien igualmente haría funciones en vivo de su podcast «El mundo y el país».

Justo cuando Gabo Ruiz estaba en lo más divertido de su show, Chile anunció el cierre de frontera. El país entero entraba en cuarentena y se suspendía todo. En Santiago se quedaron en stand by Gabo, Manuel Ángel, Erikita, Alfredo (el editor de video) y Juan Carlos. Este último tenía en Caracas una esposa y una hija de un año que lo esperaban. All in. Llamó a todas las aerolíneas y consiguió un vuelo Chile-Bolivia-Venezuela. Los demás permanecieron en Santiago, pensando que en unos pocos meses podrían hacer los espectáculos.

En el aeropuerto de Bolivia había más incertidumbre que en una pelea de perezas. La aerolínea informó que el avión iba a despegar, pero que no sabía si les permitirían aterrizar en Venezuela, donde las fronteras también estaban cerradas. Juan Carlos, tratando de aliviar sus tensiones, le envió un mensaje a Jhon: “Cuida a mi familia por mí, por favor”. En el aire, ni las aeromozas sabían si iban a tocar suelo venezolano o si el avión tendría que devolverse.

Happy ending: fue uno de los últimos aviones que entró a Maiquetía. En Santiago, mientras tanto, cuatro personas estaban a punto de cambiar sus vidas para siempre.

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Cuando de niño iba con sus papás al teatro sí disfrutaba la obra, pero lo que más le llamaba la atención era lo que había detrás. Trataba de fijarse en cada detalle de eso que no sabía que se llamaba producción.

Por eso -y porque era un fan intenso del rock nacional- edición tras edición del Festival Nuevas Bandas fue conociendo a parte del staff. Eventualmente, le ofrecieron trabajo. En paralelo, Equilibrio.net lo llamó luego de revisar su currículo.

Tenía poco tiempo de haber empezado la carrera de Comunicación Social en la Universidad Santa María –la única cuyo pensum le gustó– y empezaba una rueda de trabajo que cada vez giraría a mayor velocidad.

¿El humor? Lo ha dicho varias veces, en decenas de entrevistas, como si tuviera (así es la gente famosa) la respuesta ensayada:

—Siempre fue como una herramienta. Por ejemplo, si de chamito alguien me quería joder en el colegio, yo trataba de hacerlo reír y de hacerme pana del bicho.

Manuel Ángel Redondo
«Empezando de cero», de gira en el Marke Teatro de Ciudad de México, 2021 (Foto: Lord Comepiña)

En la Fundación Nuevas Bandas terminó organizando eliminatorias en todo el país, girando en condiciones de rock and roll, rumbeando como estrella de plástico, incursionando en la radio. En Equilibrio.net hizo el show “El Beta”, que lo llevó a ser seleccionado en un casting en Plop –la productora por la que han pasado la mayoría de los comediantes venezolanos– para conducir “Pero tenemos patria”. Más adelante, con Roberto López y Daniel García, hizo el documental “Viviendo al mínimo”, en el que durante una semana sobrevivió con el salario mínimo venezolano. Estas últimas dos experiencias alcanzaron cierta viralidad.

Trasladó ese humor a la radio, desde donde escaló de pasante a host en horario estelar de La Mega. Un día, lo alcanzó la censura y su programa -«Galanes de Radio»- salió del aire. En la emisora le ofrecieron seguir con uno nuevo, siempre y cuando se dedicara sólo a hablar de música. No quiso. En parte porque quería mantener su libertad creativa, en parte por miedo a que por algo que él dijera castigaran a la emisora y un montón de gente se quedara sin empleo.

***

—Si el trabajo me apasiona yo no tengo feriados, ni horario. Si me apasiona, hermano, yo estoy hasta las seis de la mañana o hasta la hora que sea. Kanye West dice que él no quiere trabajar con alguien que sea demasiado importante como para no contestarle el teléfono a las dos de la mañana. Yo soy así. Si tú tienes un proyecto conmigo y tienes una idea, llámame a la hora que tú quieras, que vamos a hablar de eso y vamos a sacar esa idea adelante.

La primera vez que se subió a hacer stand up hizo una rutina tan mala que sus chistes consistían en leer la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Para cuando dejó la radio, había mejorado lo suficiente como para tener un unipersonal. Y empezó a girar por el país.

Ahora, en el momento más prometedor de su carrera, estaba encerrado en un apartamento en Santiago de Chile con Gabo Ruiz. Erikita y Alfredo vivían en otro. Todo pagado por “Entregrados”, uno de los pocos shows de El Patio que seguía en pie. De los 18 programas que tenían antes de la pandemia, según explicará Jhon Da Silva, tuvieron que cerrar 16.

Los tres socios hablaban por videollamada entendiendo que no podían hacer nada y al mismo tiempo que no podían no hacer nada. Montaron episodios por Zoom. Trataron de organizar juegos de cámaras para que no se notara tanto que había un invitado en un estudio en Caracas y que Manuel estaba en Chile. Nada los convencía y los gastos seguían subiendo en una de las capitales más caras de Sudamérica.

(Foto: Alejandro Cremades)

A Manuel Ángel, como a parte del staff, le llegó a preocupar que “Entregrados” cerrara. Pero la mayor ansiedad se derramaba en los fatalismos de imaginar que nunca más volvería a hacer stand up, que no podría volver a subirse a una tarima. Podía superar el duelo de un programa, pero perder lo que más le divertía era como que le arrancaran un órgano de su cuerpo. Además, pasaron meses desde la última vez que vio a sus padres, a su perro y a su novia. ¡Su novia! Apenas tenían alrededor de un año, en lo que ya era una relación a distancia, cuando se enfrentaron a una separación tan prolongada.

Un año duró esa situación. Y hubo consecuencias:

—(…) Quiero que sepan que ustedes no son los únicos que me están preguntando eso –diría Erikita, en un video que publicó en su canal el 9 de abril de 2021, que dura 18 minutos–, que porque me haces tú la pregunta o porque no hay una respuesta de mi parte es porque ‘ah, nadie le ha preguntado, voy a preguntarle yo’. ¡No! ¡Todo el mundo me ha preguntado por eso! ¡To-do-el-mun-do! ¡He recibido al menos, no sé, cien preguntas de eso! ¡O más! ¡No sé cuántas personas me han preguntado por eso! ¿¡Y adivinen qué!? ¡No lo he respondido porque no me siento preparada para hablar de eso! ¡Porque, ¿en qué mundo uno se siente bien al ver que te están buscando un reemplazo?! Okey. Ya. Ese fue mi desahogo (…). Es algo que me ha hecho sentir medio mal, he pasado noches en las que me despierto en la madrugada… me he sentido mal, me he sentido triste, pero creo que eso es un proceso natural, normal (…). Ya les puedo decir que no hubo una pelea, ni hubo cachetadas. Creo que tampoco hubo una conversación (…).

Alfredo tampoco volvió al programa. Más adelante, le preguntaré a los tres socios qué pasó con Erika:

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Manuel Ángel, Juan Carlos y Jhon (Foto: María Alejandra Valera)

—Marico, la manera más sencilla de resumirlo es que en un momento tomamos la decisión –dirá Manuel Ángel– de que lo mejor era separar caminos, ¿no? Caer en más detalles me lleva a detallar específicamente procesos del programa, que me parece que es como innecesario. Y creo que inevitablemente si hablamos de eso, de una separación y demás, se prestaría a que se sienta que estoy hablando mal de una colega o de una pana, y no es lo que quiero. La decisión fue que sentimos que era lo mejor para el proyecto, que teníamos que avanzar y que ese avance iba por mi parte entrompando solo en Estados Unidos con otro equipo. Que de hecho empezó a ser también un equipo remoto que se asoció con nosotros, que es el equipo de Ni Tan Tarde Producciones, que son nuestros aliados en Estados Unidos.

—Tú estás en todo tu derecho de hacerme esa pregunta –(no) respondió Jhon– y yo estoy en todo mi derecho de no responderla.

—Sobre todo por temas legales –agregó Juan Carlos.

Da la sensación de que más adelante se empezaron a cuidar de que alguien más agarrara cierta notoriedad inesperada en redes a raíz del programa. Salvo Jey Jey, mago y comediante que los acompañaría en Miami, las personas encargadas de servir los tragos empezarían a usar máscaras.

Polémicas de lado, ninguno de los cuatro que quedaron varados en Chile quisieron regresar a Venezuela. Manuel Ángel agarró un vuelo para el único país del continente que estaba dando más flexibilidades para trabajar. Se mudó a Miami.

***

Es 18 de diciembre de 2023. En diferentes partes de Caracas hay papeles con mensajes en letras grandes y llamativas que dicen cosas como:

“Instrucciones para mamar culo”.

“Carlos, maldito infiel”.

“Alquilo casa por 100$”.

“Fin de semana gratis en Choroní”.

“Vendo iPhone a cuotas”.

“Regalo Spark 2008”.

En letras más pequeñas -hay que acercarse mucho para leerlas- se promociona la nueva y última temporada de “Entregrados”, titulada Los Imposibles: entrevistas con algunas de las celebridades más pedidas por la audiencia.

En una autopista también hay una valla publicitaria gigante de “Entregrados”. Un programa nativo digital, cuyo presupuesto inicial no permitía comprar muchas botellas, al parecer terminó ocupando el rol que tenía la televisión tradicional antes para el público venezolano.

Y Manuel Ángel, que ahorita está en Caracas –ha hecho presentaciones de stand up y hoy va a grabar su última borrachera–, vive experiencias como que le cuesta comer en público con sus papás, debido a la gente que se le acerca a pedirle fotos. A veces, estando solo en un restaurant, recibe un DM tipo “mano, límpiate la boca que estoy viendo cómo se te chorrea la mayonesa” y se limpia la boca, claro, mientras lidia con el miedo de saberse observado por un desconocido.

En Buenos Aires, donde ahora vive tras dos años en Miami, se inscribió en un gimnasio. A los días lo llamaron dizque para confirmar su correo electrónico y su nombre.

—¿Pero cómo Manuel Ángel? ¿Eres Manuel Ángel, Manuel Ángel?

—Sí.

—¿El de “Entregrados”?

—Sí.

—Aaayy.

***

A las 5 de la tarde las puertas de Pizpa están cerradas, aunque desde afuera se ve el movimiento del equipo de producción. Aquí, en esta pizzería y bar de comedia donde se grabó por primera vez un episodio en vivo de «Entregrados», se hará hoy -18 de diciembre de 2023- la última grabación que tendrá a Manuel Ángel de host. El invitado es Akapellah, habrá raperos entre el público y será una función dirigida principalmente a los socios comerciales que han acompañado el proyecto. No se anunció nada, no se vendieron entradas.

Hoy se dirá sobre la tarima que el final ha llegado.

Hasta 2020, Manuel había vivido sólo en dos casas: la de siempre en Caracas y otra en su infancia en Puerto Píritu. Tras salir de Chile, en donde estuvo primero en el apartamento alquilado por “Entregrados” y después en uno que alquiló él mismo, se mudó alrededor de una docena de veces dentro de Miami: durante su primer año allá todo se resumía a buscar el lugar más económico. Para el segundo, alquiló un departamento por un año y medio, y su novia lo acompañó en ese periodo. Luego, se mudaron ambos a Buenos Aires.

El show giró por diferentes países. Varios episodios rompieron la barrera del millón de reproducciones. Patreon creció. Se hicieron programas con comediantes argentinos, chilenos y hasta españoles. Servando y Florentino, símbolos de la cursilería adolescente para muchos millennials, contaron los tríos –cuartetos y demás– que hicieron juntos, los pedos que casi hacían vomitar a los pasajeros de un avión, las bromas escatológicas que repartían. La audiencia se acostumbró a ver a celebridades perder la compostura.

Por si acaso, a Manuel le gusta recordar en todas las entrevistas que antes de publicar cada episodio el o la invitada en cuestión lo revisa y lo aprueba. Si la persona quiere que se quite algo, se quita. Como cuando el comediante Kabeto respondió cuánto cobraba por un post de Instagram, pero en el video se escucha un pitido, se le deforma la boca y aparece la aclaración: “Kabeto arrugó, pregúntenle por DM”.

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Emborrachando a Erika y a Chataing

—Top tres de personas que tú (no la gente, ni tus socios) hubieses querido que estuvieran en el programa.

—Edgar Ramírez, quien muy amablemente me dijo que su agenda no coincidía con la mía. Siempre ha sido muy pana. Me sigue, me da like. Y aparte con la humildad para hablarte claro y decirte: “Mira, mano, estoy en una producción”. En el momento en el que yo estaba grabando la temporada de Imposibles, estaba la huelga del sindicato de guionistas, entonces se hizo muy complicado –piensa, tamborilea sobre la mesa–. ¿Sabes que casi tuvimos a Feid? Hubiese sido un palo Feid. Antes de que Feid estuviese pegado, estaba empezando a salir con Karol G. Alguien de su equipo es venezolano y hubo un contacto, pero había una cuestión: creo que tenía una lesión en una rodilla, una cosa. Estuvimos a dos días de grabar a Feid. Y esa es una espinita que tengo clavada. Y también, para buscar peo, porque por qué no, te cuento que invitamos infinitas veces a George Harris y dijo que no quería venir porque no le gustaba el programa. Lo que es perfectamente válido. Pero me hubiese encantado tenerlo porque es uno de los grandes exponentes de la comedia en Venezuela.

—¿Te dijo literalmente que no le gustaba el programa?

—“No me gusta el programa. No voy a ir. Muchas gracias”.

El de Feid no es el único episodio “fallido”. Carolina Padrón, que pertenece a Espn, estaba lista para grabar: los guionistas habían hecho la investigación y la fecha estaba seleccionada. Un día antes, Disney, empresa a la que actualmente pertenece la cadena de deportes, le dijo a ella que no podía aparecer emborrachándose frente a la cámara.

Un caso más místico fue el de Mcklopedia, quien los atendió en México y les explicó que no tomaba mucho alcohol. Propuso beber tragos suaves frente a la cámara y consumir marihuana en cera –sin que esto saliera en la grabación– para compensar. Así lo hicieron y el resultado no le gustó al equipo de “Entregrados”: invitado y conductor acabaron muy drogados y divagando. Subieron el episodio y luego decidieron tumbarlo.

***

Manuel Ángel saluda con entusiasmo. Es amable y bien dispuesto para la entrevista, aunque es obvio que este día su atención está puesta en su última función.

En todas las personas que de un modo u otro hacen posible el show se percibe una suerte de orgullo por ser parte de algo que rompió las expectativas. Jhon y Juan Carlos se emocionan contando anécdotas, Maga Quenza y Salvador Schneider –dos de los guionistas, el tercero es Julio Alfonzo, vive en Argentina y no está presente– hablan de la forma en la que se dedican a investigar la vida de los invitados, tratando de hablar con el entorno de los mismos.

—Ver gente que se enteraba de que yo trabajaba en “Entregrados” y que me escribía, porque para ellos era como demasiado importante. Decían cosas como que el programa “me acompañó en tales momentos”… sé que esto suena medio cliché, pero de repente era sacar las cuentas y decir: esta persona me lo dijo, esta persona también, esta persona también. Y luego ves que el episodio lo vieron 500 mil personas, y el otro lo vieron dos millones y tal. Tú dices: coño, qué bolas que lo que uno escribe sí le termina llegando a un verguero de gente –dice Salvador.

Él tiene 24 años. Trabaja entre producción y guionismo desde hace cuatro más o menos. De hecho, conoció a Manuel en la radio. Cuando le pregunto sobre lo mejor de su trabajo actual, se echa a reír:

—Que me pagan por escribir barrabasadas como “mamo culo”.

Viene de una familia de médicos en la que él es el raro que se dedica a cosas difíciles de explicar a lo más convencional de la sociedad venezolana. Además, no suele hablar mucho sobre su trabajo de guionista. De algún modo, uno de sus tíos, que se fue del país, se enteró de que él trabaja en “Entregrados” y le manifestó un orgullo inédito: el señor es súper fan del programa.

—¡Eres un máquina! –le dijo el tío, seguramente con acento español porque la verdad no hay otra manera de leer una oración semejante.

—Es que yo cuento –dice Salvador, quien también hace stand up– que trabajo de noche, en bares y que a veces me pagan con tragos, y la conclusión es que, verga, soy una puta.

A estas alturas y con tanto éxito cuantificable es obvia la pregunta: ¿por qué termina “Entregrados”?

—“Entregrados” no termina, evoluciona –ataja John Da Silva y procede a dar una explicación con el entusiasmo propio del líder de una startup de Silicon Valley.

Sí, es verdad, todo derivará ahora hacia otros dos programas con objetivos, formatos y host distintos. Okey. Pero, ¿por qué se acaba el formato actual, que sigue dando éxito?

manuel ángel
(Foto: María Alejandra Valera)

—Hasta cierto punto se hizo cansón –dice Manuel Ángel–. No lo voy a negar. Parte de las razóntambién es que llegamos a un punto en el que se estaba haciendo difícil seguir. El sistema de producción de nuestro programa implicaba que yo tuviese que vivir tres o cuatro meses fuera. Este año yo viví casi ocho meses fuera de mi casa en Buenos Aires. Eso también lo estaba haciendo un poco cuesta arriba.

Desde que salió de Chile para Miami su carrera pegó un nuevo acelerón. No sólo como host de “Entregrados”, sino como standupero. En el podcast “Chiste Interno”, la productora Ximena Otero –súper influyente en el ambiente del humor, sobre todo al momento de internacionalizar a los venezolanos– contó que sus tres caballitos de pelea principales son su esposo Luis Chataing, Led Varela y Manuel Ángel Redondo.

En Caracas, Manuel vivía en el anexo de la casa de sus padres, por lo que le gustaba repetir que tenía lo mejor de los dos mundos: poder masturbarse dónde y cuándo le diera la gana, e ir a pedirle a su mamá que le cosiera el bóxer si era necesario. Pero en las giras no siempre había un after party con el que llenar las horas muertas, muchas veces le tocaba dormir en un lugar en el que no conocía a nadie.

Terminó de cortar el cordón umbilical de golpe, con la pandemia: no volvió ni a la casa de sus padres ni a su país. Empezó una larga temporada de mudanzas –con el privilegio de que puede darse el lujo de escoger en qué parte del mundo quiere residenciarse– que incluyó formalizar un poco más su relación de pareja. Y en todo ese periodo “Entregrados” y su carrera como standupero pasaron del reconocimiento de nicho a la fama.

—Hubo un momento de mi vida en que yo grababa “Entregrados” martes y sábados, mínimo. Capaz había una grabación en el medio. El jueves, por ejemplo. Entonces, coño, sí había un punto en que la verdad no era tan disfrutable físicamente. Pero con el tiempo aprendimos cómo agarrar una dinámica de producción que no fuese tan agresiva.

Una vez tuvo un show de “Entregrados” un miércoles en Madrid, una presentación de stand up el jueves en la misma ciudad, el viernes otra función de stand up en Miami, el sábado en Houston y el domingo en Dallas. A lo largo de todo el show, se observan cambios físicos en él: subidas y bajadas de peso, en algún momento dijo que ahora tiene una dieta celiaca.

— Yo era una persona que no tomaba tanto en cuenta mi alimentación (…). Si yo tengo cinco shows en una semana viajando en un aeropuerto todos los días, tengo que comer bien, tengo que dormir bien, no me puedo pegar una pea matadora; porque si no, no voy a rendir. Entonces como que sí, me hice una persona un poco más consciente.

En Argentina aprendió a trotar y, según dice, trata de hacer al menos 5 kilómetros cada día. Su novia, aunque también hace home office, es empleada y debe cumplir horario. Para que las agendas de ambos coincidan, él se levanta a las 7 u 8 de la mañana y pasa el día en su oficinita dentro de la casa. En la noche, si tiene presentación de stand up, va, hace reír a una sala llena de gente y regresa. Comparte al final del día con su pareja.

—Ya cumplí tres meses fuera de mi casa, tres meses de gira –dice antes de que empiece la última función que conducirá de “Entregrados”–. Entonces tengo tres meses acostándome en hoteles y viajando y cansado. Y eso a veces suele ser bastante abrumador. O sea, hay un punto en que digo, mierda, quiero ir a mi casa.

Porque no en pocas ocasiones ha estado en una sala, recibiendo los chorros de adrenalina que significa hacer reír a 200; 500; 1.000 o 1.500 personas, para luego ir a encerrarse solo en un hotel. Cansado y teniendo que repetir lo mismo en menos de 48 horas.

***

Mientras eso sucedía, a su papá lo diagnosticaron con cáncer de garganta en 2022.

No cuesta imaginar cómo se recibe una noticia semejante. Más teniendo en cuenta que Manuel y su hermana están en países distintos, por lo que la madre de ambos era quien más tendría que hacer frente a esa situación. Sin embargo, ese año Manuel Ángel se presentó con mucha frecuencia en Caracas. No hizo público el motivo porque, aunque habla de tantas cosas con absoluta libertad, cuida con celo las esquinas más hondas de su vida privada. Hacer reír a gente en Venezuela era una excusa para lidiar con la tristeza y ansiedad que implica el riesgo de la muerte.

El vivir alejado lo ayudó a no volverse loco con la cotidianidad de una enfermedad cuyos estragos se pueden intuir en un hombre de más de 70 años; al mismo tiempo, le permitió enfocarse en el trabajo y en producir la mayor cantidad de dinero posible: sus ingresos de “Entregrados” y de sus rutinas de stand up pagaron el tratamiento de su padre.

En 2023, su papá le dijo que ya estaba libre de cáncer. Es el único momento personal que menciona Manuel Ángel cuando le pregunto por las escenas más significativas de los últimos años.

Tenía 11 años, su papá había pasado varios días en un viaje de trabajo. El día que se supone que iba a llegar, Manuel le contó a su mamá el itinerario que había planeado:

—Mi papá y yo vamos a jugar fútbol, vamos a jugar Nintendo, vamos a…

—¡No! –lo interrumpió ella.

—¿Por qué?

—Porque tu papá y yo vamos a hacer el amor.

Lo que es igual no es trampa: si a Manuel, siendo niño, le podían dar respuestas como esas, lo menos que le debe preocupar es lo que piensen sus padres de las cosas que él dice o hace sobre una tarima. Aunque, aclara, su novia es menos dada a ver el webshow para no molestarse. En las rutinas de stand up sí está presente.

—Nunca me ha reclamado nada, ni porque haya dicho algo o porque me haya dado un piquito de tres. Ella también viene más o menos de este mundo y entiende lo que hago. Si no, no podríamos estar juntos.

***

Las luces de Pizpa bajan su intensidad y Manuel Ángel sube a la tarima. Al rato subirán también John y Juan Carlos. Han pasado cuatro años. “Entregrados” lo ven 2.360.000 personas al mes. Y suma un total de 50 millones de horas de visualización.

—¿Crees que es posible que, al igual que las bandas cuando se separan, haya en un futuro una posible gira de reencuentro? –le preguntaré a Manuel Ángel semanas después, cuando podamos hablar con más calma mientras él cebe un mate.

—Voy a ser esclavo de mis propias palabras –hablará más lento, como buscando precisión–. Quisiera pensar que voy a hacer cosas que me apasionen mucho más, y que me den la solvencia económica necesaria, como para que no tenga que depender de “Entregrados” para ninguna de las dos cosas: ni para saciar mis ansias creativas, ni para llenar mis bolsillos.

Akapellah sale a escena. Durante la pandemia, desde Chile, ya habían grabado un episodio vía zoom con él. Desde entonces, entró tanto en la lista de Billboard como en la de Roling Stone como uno de los mejores raperos de habla hispana de la historia, dejó de ser el gordo más pesado del hip hop para mutar en el flaco más pesado del hip hop, hizo una tiradera viral contra Residente y sus números digitales no han parado de crecer.

Entre el público están también los freestylers/raperos Teorema, Lancer Lirical, Apache y Mcklopedia. Justamente este último sube a la tarima al final del episodio, de forma sorpresiva, para participar junto con Akapellah en un juego que los pone a cantar, recordar letras de canciones que no son suyas e improvisar. El público se ríe y se divierte.

—¿Cuál es el momento más importante, más what the fuck de tu vida, en el que hayas dicho, coño, qué locura es esta y qué de pinga ser yo?

—Yo quiero pensar que viene, que todavía no está. Han pasado cosas que me hacen decirme: “Estás compartiendo con artistas que tú admirabas desde niño, que han estado en ‘Entregrados’, o que han comentado algo en mis redes, o que han ido a mi show de stand up y han disfrutado”. Pero prefiero tratar de tener una visión más ambiciosa de pensar que eso sólo me está preparando para lo que viene. Y lo que viene tiene que ser mejor.

El episodio se está terminando. Manuel Ángel agradece e invita a Apache, Lancer y Teorema a acompañarlos. Todos suben, con ojos de trasnocho (el día anterior tuvieron un evento en Caracas, por eso están allí) y de algo más. Están roncos, ríen, empiezan a mostrar el flow.

Mcklopedia: Oye, Sampins, sácate unas pizzas / mira que Manuel Ángel invita.

Lancer: Estamos en Pizpa, no estamos en la Quinta, asf / Estamos con Teorema, en Venezuela en pinta con nacionalidades distintas / Este bicho es de Chile, un aplauso pa’él / es una lacra, tiene demasiado nivel / mostrándole Venezuela / me siento orgulloso de que Teorema venga a la Tierra de mi abuela.

La gente se pone de pie, se acerca. Manuel Ángel está sentado, riendo, escuchando.

manuel ángel
Entre raperos te veas (Foto: María Alejandra Valera)

Él tuvo esta idea. Jhon y Juan Carlos la sazonaron, financiaron en un principio y le dieron forma crossmedia: no sólo pensaron en un show, sino en una marca que se expandiera por diferentes plataformas y formatos. Los tres, con el apoyo de talentos muy valiosos, hicieron posible que hoy, cuatro años después, no sólo hayan conocido la viralidad, sino que hayan logrado un producto con una estabilidad económica que le sirvió de plataforma a Manuel para sus otros proyectos y para, por ejemplo, pagarle el tratamiento a su papá.

Akapellah: Yo canto cuando el deber llama / primera vez que en un programa unos chamos esmoñan marihuana / Para que sepan que no somos delincuentes / que somos chamos que rapean desde adolescente / y que están pendiente de que el ambiente sea consciente.

Teorema: yo fumo con la risa, me dan ganas de comer pizza / y you estamos acá justos para la situación precisa.

Apache: Hey, saludos pa’Teorema, que grandes tus rimas / por eso es que yo vengo, ¿de dónde? / de Las Minas / Apache el de las rimas / desde que me sacaron la otra vez de la cocina / porque estaba fumando / y estaba con Psycho / yo le dije: tranquilo, estamos representando.

Manuel Ángel, el chamito que estaba obsesionado con el Festival Nuevas Bandas, ahora no sólo es un comediante, es una celebridad de la farándula local. Se da el lujo de despedirse así, en una rueda de freestyle, porque le da la gana, ante un público que probablemente no sabe quién es Teorema ni ha visto una batalla de Lancer.

Manuel está sentado, mueve la cabeza al ritmo del beat y se ve contento. Feliz, incluso. 187 episodios. 187 veces hizo esto: alguna vez vomitó, otras se le perdió a su equipo de grabación y salió a vivir aventuras que no recuerda en taxi, en Miami publicó cosas polémicas en sus redes, pero otras veces vivió after parties que rememora con cariño, o disfrutó junto a sus panas. 187 veces. Hoy es su última borrachera. Y lo sabe.

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