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Caso Rebeca García: "¿Qué más puedo hacer para que no me encuentre?"

Para escapar del acoso se fue a Madrid. Sin embargo, allá la encontró Rebeca García. Pero Daniela Belloso quiere confiar en la justicia española. Esta es la historia de lo que le ha tocado vivir desde 2017

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Fue por medio de sus amigas que se enteró de que Rebeca García y el hermano estaban en Madrid. Hace mucho tiempo ya que en torno a ella hay una especie de red atenta. Fue duro lo que pasó en Caracas. Tanto que la empujó a salir. Ahora aquí, viviendo más o menos tranquila -nunca lo logra del todo porque esto no se ha acabado- le está tocando volver al estado de alerta constante. Y le avisaron.  

“Se me reactivó todo en la memoria”, dice Daniela Belloso: “Saber que está en el mismo lugar que yo, me desestabiliza”.

Las persecuciones en carro, los mensajes que van del aparente amor al escupitajo del odio más visceral, los grafitis con su nombre, las esperas acechando a la salida del gimnasio, de la casa, de cualquier lugar, los vecinos advirtiéndole que está en la entrada del edificio, que no salga, que pasó, que ya se fue. ¿Tendría todo eso, que empezó en 2017, un nuevo episodio en España?

-Si acaso ya me estaba sintiendo en paz, ese día sentí que iba a comenzar todo aquí otra vez.

Dice Daniela, aunque en realidad nada había terminando. Nada ha terminado incluso hoy mientras hablamos.

-En este momento, Rebeca y su hermano están detenidos. Es información que sale en la web de la Policía Nacional. Pero es todo lo que sé.

El 13 de mayo detuvieron a Rebeca y a su hermano Francisco en Madrid. La historia que circula es que alguien los reconoció y alertó a la policía de que en Venezuela había orden de captura en contra de ellos y una alerta roja en Interpol. Sin embargo, quedaron libres porque las autoridades españolas no estaban notificadas y –al parecer- pasaron por alto una denuncia previa hecha en ese mismo país.

La Fiscalía venezolana, que actuó luego de que se ventilaran en redes sociales varias denuncias por acoso y amenazas profusamente detalladas, libró una orden de captura contra Rebeca y Francisco García el 7 de mayo por los delitos de “promoción o incitación al odio, exhibición de pornografía de niños, niñas y adolescentes y agavillamiento”.

Esto escribió ese día el fiscal Tarek William Saab en su cuenta: “dichos #aberrados en complicidad acosaban a multiplicidad de víctimas (Mujeres y Niños), hostigándolas, tomándole fotos íntimas y amenazándolas de muerte, generando zozobra a la población”.

Para entonces, ya corría la voz de que los García, acompañados por su madre, habían salido del país.

Eso lo confirmó el fiscal el 10 de mayo, cuando nuevamente a través de su cuenta en X, informó que el Ministerio Público había requerido el testimonio de dos de las víctimas -Andreína De Trindade y Claudia Aguirrezabal-; que habían allanado las viviendas de los García, que habían corroborado los diagnósticos psiquiátricos de Rebeca y Francisco y que, en efecto, se encontraban en ese momento en España, por lo cual, la Fiscalía solicitaría su extradición.

Finalmente, el martes 14 de mayo la Policía Nacional de España informó que los hermanos García estaban detenidos luego de confirmar la existencia de una solicitud de captura internacional emitida desde Venezuela.

Andreína “Anny” De Trindade, Claudia “Coco” Aguirrezabal y Daniela Belloso son las tres víctimas más notorias de acoso por parte de Rebeca García, en complicidad con su hermano. Andreína inició la más reciente ola de denuncias por X al exponer su situación el 5 de mayo, lo que dio pie a que Claudia nuevamente contara los detalles de su caso acompañados de videos, capturas de pantalla y fotos; y en consecuencia, Daniela –que contó su historia para UB en 2020– se sumó ahora de manera frontal a exponer lo que le ha tocado vivir desde que en 2017 fue acosada por Rebeca en una fiesta en Caracas.

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-Cuando Anny contó su historia recordé que yo sentí respaldo la primera vez que expuse la mía, pero al final no pasó nada. Y dije, si están Anny y Coco contando lo que les pasó, yo también tengo mi testimonio y estando aquí y ya que en Venezuela no se hacía justicia, pues en España quizás sí. Ella no paraba, no paró nunca. Pensé que si me quedaba callada ahorita, perdía una oportunidad de que se pudiera hacer justicia.

*

Daniela se fue de Venezuela dos veces. Alguien a quien solo conocía de referencia, de vista, de pronto irrumpió en su vida en 2017 dándole un empujón al llegar a una fiesta y llamándola por su nombre, para luego –más tarde- tomarla por el brazo y pretender que se fuera con ella a la fuerza, a tal punto que su grupo de amigos tuvo que intervenir.

-No éramos amigas. Sabía que estudiaba en mi colegio pero era menor que yo. La gente hablaba cosas, eso sí, y aunque vi que iba al mismo gimnasio que yo en el club de La Lagunita, yo mantenía la distancia. Por eso me sorprendió tanto esa noche de la fiesta.

La distancia no fue suficiente ni antes ni después. En otra ocasión, al llegar al club La Lagunita para ir al gimnasio, Daniela vio que Rebeca estaba saliendo y para evitar encontrársela de frente, se ocultó en uno de los baños: “Pero al salir, me persiguió y me agarró del brazo. ‘Suéltame, yo a ti ni te conozco, déjame en paz’, le dije. Y Rebeca me agarró de frente y me dijo: ‘Tranquila, no es como que te voy a matar… esta semana’. Me fui corriendo y me gritó ‘no importa, ya me sé todas las placas de tus carros’. Ahí empecé a tomar más precauciones y luego la decisión de irme a Estados Unidos un tiempo”.

Los padres de Daniela decidieron intervenir, consiguieron el teléfono de la madre de Rebeca y concertaron una reunión en el club con ella y su esposo. “Ellos hablaron y después yo me acerqué y la mamá me dijo ‘no te preocupes que ella no te va a hacer nada’. Me dio su teléfono y se comprometió a ocuparse de que no ocurriera otra cosa. Sí es verdad que en algunos momentos ellos la internaron, pero incluso desde el psiquiátrico me llamaba y me escribía mensajes. Todas las veces que contacté a su mamá, igual no se hizo nada al respecto”.

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Daniela, según cuenta, tuvo que lidiar con la presencia reiterada de los hermanos García estacionados frente a su edificio gritando “Daniela, te estamos viendo, no te escondas”, con los mensajes incesantes que llegaban a su teléfono, con la frustración de que las denuncias a PoliHatillo no servían de nada, con las paredes pintadas con su nombre o sus iniciales en la urbanización…

-Toda la ruta desde la entrada de la urbanización hasta mi casa… Parece una tontería, pero es tu nombre, es tu apellido, es ver eso todos los días recordándote lo que hay detrás, lo que en verdad significa, que es algo que ni sabes por qué te está pasando. Pero te está pasando.

*

A mediados de 2018, Daniela viajó a Estados Unidos y regresó en marzo del año siguiente. Cerca de las 5 de la tarde del 7 de marzo de 2019 comenzó el apagón que dejó sin electricidad a buena parte del país. Esa noche Daniela compartía en un pasillo del edificio con otros vecinos que trataban de organizarse ante el fallo del servicio. Y de pronto, miró hacia abajo, a las escaleras y allí estaba Rebeca.

-Entró a mi edificio y subió hasta mi piso. La vi desde arriba y repetía mi nombre, Daniela, Daniela… Me asusté, grité y los vecinos lograron sacarla. Abajo estaba su hermano en el carro, con otro hombre al que nunca logramos identificar. Se quedaron frente al edificio, en el carro. Se comportaban muy raro: abrían la puerta y se lanzaban. O daban vueltas en la acera…

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Daniela experimentó por primera vez un ataque de pánico. No podía respirar. Estaba en shock. Rebeca había irrumpido en el único lugar donde se sentía completamente a salvo: su hogar. Así que hizo lo que pensó que era lo mejor para ella: organizó, de forma silenciosa, sin contarle a casi nadie, su salida del país a finales de ese mismo año.

-Cuando me fui, se intensificó su acoso a Coco…

*

Poner un continente de por medio, cambiar de teléfono, de email, cerrar sus redes sociales, tampoco detuvo el acoso: cada vez que pudo, Rebeca le recordó su presencia a Daniela a través de algún mensaje. El último que recibió fue a principios de abril: “MALDITA”.

-Ahora que lo pienso, si me estaba escribiendo era porque iba a comenzar todo aquí, persecuciones en la calle, averiguar mi dirección, dónde trabajo… No tengo certeza de eso, pero si ya llevo tantos años viviendo esto, es a esa conclusión adonde te lleva la mente…

Antes de eso la llamó. Daniela no pudo contestar el teléfono y estuvo a punto de devolver la llamada al número desconocido, pero antes decidió ver en WhatsApp si aparecía algún nombre: “Era ella, con sus iniciales y todo. No lo esconde… Ya sabe mi teléfono, ya sabe dónde vivo… ¿Cuál es el próximo paso? ¿Cómo más me puedo esconder? ¿Qué más puedo hacer para que no sepan nada de mí? Me costó muchísimo borrar mi huella digital, son pocas las cosas que se pueden conseguir de mí. Y con todo y eso, igual lo logró”.

Por estas mismas fechas, el año pasado, un domingo alguien dejó tres mensajes seguidos en la contestadora de la empresa en la que trabajaba Daniela. Al revisar los mensajes, escuchó la voz de Rebeca pidiendo que le dieran su contacto y amenazando con quemar el lugar si no le daban lo que pedía.

-Se me pusieron los pelos de punta apenas la escuché. Fue horrible. Al día siguiente expliqué la situación en la oficina y fui a poner la denuncia. La policía la ubicó con el número: estaba en Tenerife. “Si llega a pasar algo más, llámanos”, me dijeron. Y en la oficina tomamos algunas medidas de seguridad.

Daniela decidió, nuevamente, contactar a la madre de Rebeca para contarle lo que estaba ocurriendo: “Me dijo que lo dejara así, que ya… La misma respuesta que en todos los otros momentos”.

La denuncia ante la policía española la amplió el 10 de mayo al enterarse de que Rebeca y su hermano estaban en la ciudad: “No puedo permitir que se repita la historia aquí en Madrid”.  

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