Melomanía

Seba Otero, malabarista del léxico

El artista puertorriqueño Seba Otero comienza a enviar sus señales a Venezuela de la mano de un tema en colaboración con Irepelusa. ¿Ya lo conoces? Pasa, a tener ese gustazo

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La definición de malabarismo tiene dos vertientes -reza la nota de prensa de Seba Otero- la primera apunta a la destreza y habilidad para jugar con el suspenso y la otra al arte de manejar conceptos para deslumbrar al espectador. De esta manera, el artista puertorriqueño inicia la conversación sobre Malabar: una canción que hizo en colaboración con la cantante venezolana Irepelusa y que marca el inicio de un nuevo EP que espera estrenar en 2024.

El encuentro entre ambos artistas ocurrió en 2022, cuando Irepelusa fue la telonera del concierto que hizo Rawayana en Puerto Rico. Seba quedó deslumbrado por su ternura y por la capacidad de seducir al público local, tarea que ha definido como “ardua” en múltiples entrevistas, por las altas expectativas de la audiencia boricua cuando asisten a recitales. Ire logró atraparlos con su dulzura y la magia de su voz.

Malabar es un punto de partida interesante para empezar a conocer a Seba: se inició en la música a muy temprana edad, primero con el violín y luego con el rap. En la escuela primaria se convirtió en director del coro de varones de su clase. Sin saber, iba sumando recursos para otra de sus facetas artísticas: la de productor y compositor. En este sentido, la figura de Eduardo Cabra –a quien conocimos por acá como Visitante, de Calle 13- aparece como pieza clave de un cambio inesperado en su vida. Desde hace cuatro años trabaja con él en su estudio y es el primer artista firmado por el sello discográfico “La Casa del Sombrero”.

Seba es hijo indiscutible de su época, viene de la generación que sumó esfuerzos para lograr la renuncia del entonces gobernador de Puerto Rico Ricardo Roselló en el verano de 2019. Es la generación que no tiene herencia, que no tiene futuro ni presente asegurado, que se mueve y propone cambios desde la conciencia del peso del pasado y sus consecuencias. Es la generación a la que le ha tocado lanzar sus certezas al aire, para repararlas o dejarlas caer al vacío. Es la generación que anhela conquistar la independencia. O, por lo menos, cuestionarlo todo a su paso.

Esta entrevista cierra la gira de medios que empezó Seba Otero en Venezuela. En este encuentro a distancia, sus manos danzan en la pantalla de mi celular a medida que responde, como si -en serio- estuviera haciendo malabares con las palabras. El cuerpo va siempre a una velocidad distinta a la del pensamiento, parece. Sus dedos, con anillos de artesanos boricuas, acompañan las erres arrastradas y el rotacismo de su dulce voz.

-Estudiaste Etnomusicología en Brown University para mirar de cerca la diversidad en las identidades del Caribe. ¿Cómo crees que el conflicto de estas identidades enriquece tu proceso creativo al momento de hacer música?

 Bueno, realmente cuando entro a Brown University, no tenía claro qué iba a estudiar. Fue algo que se dio gradualmente y que fui descubriendo durante mis años en el bachillerato. Primero decidí irme por Etnomusicología y más adelante es que decido hacer la segunda concentración en Estudios Latinoamericanos y Caribeños. Así que estas preguntas, inquietudes y curiosidades, desde una perspectiva más académica, se fueron dando más hacia el final de mi bachillerato.

En relación a lo que me preguntas, más que un conflicto, yo diría que es cómo conviven esta diversidad de identidades que tenemos en la región y que trasciende también territorios geográficos per se. Creo que para mi proceso creativo esto ha sido fundamental a la hora de apalabrar conceptos, poder mirar la historia y ser consciente de contribuciones que históricamente han sido invisibilizadas. Creo que me da ese ángulo de poder establecer estos análisis, de cómo bregar asuntos de apropiación cultural, cómo poder hacerlo con respeto y ética. Creo que más bien se trata de las formas en que miro que quizá  -particularmente de manera práctica en mi proceso creativo- aparece a la hora de componer o de producir algo.

-Siguiendo en el tema de las identidades del Caribe (y si hacemos un ejercicio imaginario de trasladar algunas de esas características a personas), ¿en dónde entraría la identidad de Irepelusa? ¿Cómo la describirías?

 -Esta segunda pregunta, está buena, ¿eh? Me gustaría poder tener esta conversación con Irepelusa y saber qué es lo que ella siente que es su identidad. Podemos hacer el ejercicio, pero al final del día, cada quien formula eso, más allá de una imposición que podamos estar ejerciendo desde el exterior. De todas formas, me parece interesante leyendo la biografía de Irene, que ella se cría parte de su vida en el área caribeña de Venezuela, pero que también ha vivido un tiempo en la región de Los Andes. Entonces, esa identidad híbrida me llama la atención. Me gustaría preguntarle cómo esos dos mundos han formado su vida, de qué manera la han impactado y cómo ella se identifica.

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Irepelusa

-Seba, viste a Ire por primera vez en un concierto de Rawayana y lo siguiente que pasó fue la colaboración en Malabar que se hizo virtualmente. ¿Cómo fue esa sesión de trabajo a distancia?

-Esa sesión fue súper eficiente. Todo partió de una llamada para discutir el tema y presentarle la parte que nos interesaba que ella metiera mano y soltara el lápiz. Más allá de eso, un día me envió un videíto, metida en el estudio grabando y a los pocos días, ya teníamos las voces en nuestro correo. Eduardo y yo acomodamos sus voces acá en el estudio, las pusimos en orden en la sesión, pero no fue mucho más que eso. Fue bastante straightforward, la verdad. Luego, lo que estuvo nítido fue grabar el visualizer. Le presenté la idea, fue todo súper casero. Yo lo hice en mi casa con una cortina verde, Irepelusa se fue a buscar sus cartulinas -también verdes- para poder hacer el video con su teléfono. Ella me enviaba algo, yo se lo reenviaba a la persona que estaba encargada de hacer la animación a ver si funcionaba o no. Todo fue muy ameno, muy lindo. Ella fue súper detallista, atenta de que todo estuviera bien, que la cosa me gustara, que ella también se sintiera cómoda. La verdad es que fue muy grata la experiencia.

-¿Cómo es un día de trabajo en «La Casa del Sombrero»?

-Los días de trabajo en el estudio de “La Casa del Sombrero” varían un montón. Saber que voy a ese espacio y que no voy a estar teniendo una rutina súper monótona, me encanta. Por ejemplo, han pasado cosas como que Eduardo esté produciendo un disco y me llama para que lo asista montando y desmontando micrófonos, que esté en la computadora rideando la sesión de grabación, mientras él está más libre en el espacio, en comunicación con los músicos que se estén grabando.

A veces lo que me toca hacer es pasar las voces de algún intérprete por Melodyne; hasta estar componiendo con él las canciones de algún proyecto, como pasó con “Martinez”. Pero siempre hay una buena onda, buen ambiente y hay espacio como para estar y hablar. Me satisface mucho estar en ese estudio, pasar tiempo con Eduardo y encontrar siempre algún huequito para preguntarle algo de sus experiencias y aprender. Siento que estoy ahí, aprendiendo constantemente, es tremendo tallereo. Ya son un poco más de cuatro años junto a él, así que me siento súper afortunado.

Dicen que tu primer contacto con Eduardo Cabra fue por correo hace 5 años. ¿Qué decía ese correo?

-Así mismo es. Yo le escribí al email de “La Casa del Sombrero” porque me interesaba hacer un internado en su estudio. Los primeros ocho años de mi vida crecí en la urbanización El Conquistador, en Trujillo Alto y el nombre de la banda Calle 13 sale porque ahí, en esa urbanización, vivieron ellos y se llamaba la calle 13. Hice el gancho como parte del email, diciéndole que había crecido en la misma urbanización y -esencialmente- lo que estaba haciendo era solicitarle un internado. Nunca recibí respuesta a ese correo, pero luego -tiempo después- le comenté sobre eso y resulta que era otra persona la que leía esos correos y parece que filtró la información y no llegó a donde él. Pero la vida te sorprende por otros lados y como quiera llegó ese momento de poder coincidir.

-Cuando salió Trending Tropics en 2018 –el proyecto de Eduardo Cabra y Vicente García-, era impensable el desenlace que iba a tener la tecnología hasta el sol de hoy y su impacto dentro de fenómenos que no vimos venir como la pandemia. ¿Qué rescatas de esos días de trabajo con la banda? ¿Llegaste a interactuar en la tarima con Elle, el frontman robot de TT?

-De esos días de ensayos y de preparación para los shows, rescato el nivel de complejidad de armar un show con secuencias, con visuales, la organización de los temas y la distribución de los sonidos para toda la banda. Fue la primera vez que era parte de un grupo que requería una preparación muy específica a la hora de tocar y eso me abrió los ojos, definitivamente. De ahí salieron cosas que he adaptado para mis propias presentaciones. Eso fue una súper ganancia para mí, también el haber volado por primera vez para otro país para tocar en un sitio donde no había tocado antes. Por ejemplo, ese concierto fue en el “Festival Paradise” en Punta Cana, en diciembre de 2018. Fue súper impresionante tocar en una tarima tan grande y ver la logística de cómo es volar una banda, lo que se tiene que preparar, el equipo de trabajo que también es parte de eso. Fue una primera experiencia que me abrió los ojos y que me dio libras de conocimiento que empleo ahora con mi grupo.

Sobre Elle, pues mira, parte de los requisitos de ser vocalista de la banda de “Trending Tropics” era que había que interactuar con Elle: había que mirarlo, echarle el ojo, había que retar su autoridad en tarima y creo que sí, que fue un proyecto bastante adelantado a su momento.

-En las letras de tus canciones hay mucha presencia del imaginario caribeño y del trabajo con la tierra. En Guarapo y flor profundizas un poco sobre el proceso de la elaboración del guarapo de caña. ¿Cómo surgió la idea de hacer esta canción junto a Bebo Dumont?

-Mi madre encabeza un negocio de venta de guarapo que se llama “Guarapo La Cura” y yo participo de las diferentes facetas del negocio, que va desde la siembra de caña, cultivar la caña, cosecharla, la molienda con el trapiche, hasta estar presente en los puntos de venta. Mi mamá es quien se ocupa de exprimir la caña en el trapiche, yo de sumar clientela y vender vasos de jugo de caña orgánico y fresco. Eso es algo que llevo haciendo desde el 2019, ya Bebo y yo llevábamos tiempo con la idea de colaborar, de hacer un tema. Yo le presenté la idea de hacer un show colaborativo, que fuera una misma banda y que estuviéramos intercalando nuestras canciones bajo un mismo concepto. Entonces pensamos en dos elementos con los cuales nos identificamos. Yo propuse el guarapo y Bebo la flor de cannabis. Ese fue el título del show y después nos dimos cuenta que si estamos haciendo un show que se va a llamar “Guarapo y flor”, pues por qué no hacer un tema que sea sobre lo que nosotros hacemos, utilizamos o algo que forma parte de nuestra vida, que nos identifica. Ahí fue que se desarrolló todo.

-¿Cómo conviven en tu día a día el trabajo con la tierra con proyectos de producción musical que están muy conectados a la tecnología?

-Se siente tan y tan bien, luego de estar varios días sentado frente a la computadora, o con poco movimiento por estar metiéndole en el estudio, ir a la tierra, ensuciarme las manos, sudar, oler, escuchar pajaritos.

En la finca tengo un pequeño juego que consiste en escuchar y ser bien consciente de los sonidos, del paisaje sonoro del lugar. Por ejemplo, hay veces que estoy con el machete y le doy cantacitos para sacar notas o patrones rítmicos. Dentro de la finca me gusta mantener esa mente de producción musical o de hacer música, simplemente. Pero es un buen contraste, creo que son ritmos distintos. He podido ver con mis propios ojos el proceso de sembrar una yuca, esperar un año para cosecharla y que solamente esa yuca que sembré dé para una cena para dos personas, me hace pensar mucho -más allá de la producción musical- en la inmediatez que está viviendo la música en estos tiempos, en la saturación, en la cantidad de temas que salen al año y en lo rápido que se desechan.

Trabajar en la tierra, ver esto estos otros ciclos y ritmos, también, de cierta manera, hace que ponga en perspectiva mi trabajo creativo y me pregunte qué es lo que quiero hacer con la música, a cuál paso quiero ir, cuándo veré frutos concretos de mi proyecto, qué me depara para el futuro. Y muchas de estas preguntas nacen en cierta conexión con la tierra, bien sea porque son ideas que me vienen ahí trabajando en ese espacio, o luego, cuando estoy por otro lao. Pero igual, de alguna manera, esos pensamientos partieron de estar conviviendo y trabajando la tierra.

-Volvamos a Malabar. Definiste a «Salitre» -tu primer EP- como una carta de presentación para mostrar hacia dónde te estabas encaminando creativamente. En un sentido el disco es un proyecto de transición. ¿Hacia dónde está apuntando esa transición después de estas últimas colaboraciones que has hecho con Irepelusa y Bebo Dumont?

-Estoy apuntando a hacer música más movida, más energética, más rápida, en términos de tempo. Siento que en “Salitre” como que los tempos eran un poco más chill o desacelerados, y quiero buscar esas otras emociones: como de soltar, de euforia y tratar de hacer contraste entre lo que se pueda percibir musicalmente, con lo que yo estoy diciendo. Por ejemplo, un tema que haga brincar a la gente y soltarse para bailar, no tiene que ser necesariamente sobre una relación interpersonal, o algo alegre, o liviano. Siento que pueden convivir dos cosas bastante opuestas en una canción y por ahí quiero ir explorando la cosa.

Igualmente, lo que por ahora ha sido una constante es seguir buscando referencias del Caribe y ver cómo darle otras miradas -no necesariamente miradas nuevas, pero otra- a esa región.

-¿Hay planes de hacer presentaciones en Venezuela?

-Pues por ahora, no hay planes de presentaciones en Venezuela, pero yo espero que -por ejemplo- con este artículo y alguien que haya leído esta entrevista, se interese por llevarme para allá. Me encantaría conocer el país, tocar ahí y defender mi propuesta en vivo y a todo color. Así que, ilusionado con que eso pase pronto. Vamos a ver si el año que viene se me da.

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