Opinión

"Los Caballeros del Zodíaco": ya basta de live action, por favor

“Los Caballeros del Zodíaco” es el más reciente intento por trasladar grandes historias al live action. Generalmente, los experimentos terminan defraudando, en especial si hablamos de anime. ¿Qué falla en la gran tendencia cinematográfica de la última década? 

caballeros del zodiaco
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Lo mejor que puede decirse de la película “Los Caballeros del Zodíaco”, adaptación live action del anime, es que su carismático elenco hace el esfuerzo de llevar adelante una historia absurda. Encabezado por Arata Mackenyu, Madison Iseman, Sean Bean y Famke Janssen, el filme intenta resumir la extensa mitología de la serie y fracasa estrepitosamente. No solo por su incapacidad de brindar coherencia a un argumento que atraviesa estratos de la realidad, planetas y líneas de tiempo, sino por el hecho de no poder captar la esencia original.

Por si eso no fuera suficiente, los efectos digitales -exagerados y la mayor parte del tiempo, precarios- no logran crear la conocida atmósfera mística de su par en la pantalla chica. El guion, un relato sin profundidad y que pierde cualquier coherencia en favor de luchas cuerpo a cuerpo, carece del sentido de la épica que hizo famosa a esta historia. La nueva misión de los Caballeros que deben proteger a una diosa encarnada resulta deslucida y poco imaginativa, en contraste con el mundo animado del cual proviene.

Todo lo anterior, a pesar de que la película dirigida por Tomasz Bagiński contó con un respetable presupuesto de 60 millones de dólares. También con la producción de Sony y la colaboración de talento de tres países. El problema no parece ser el dinero ni los recursos, el inconveniente es que “Los Caballeros del Zodíaco” es una mera copia superficial de un relato con docenas de dimensiones de interpretación al que le llevó largos años profundizar y madurar. Algo que su versión en carne y hueso no logra igualar.

No es por supuesto, la primera ocasión que el intento de crear versiones y revisiones de grandes historias con actores reales termina por ser un fiasco. Desde la obsesión reciente de Disney por reestrenar sus clásicos con un catálogo de actores de renombre, al impulso de la mayoría de los estudios de filmar producciones basadas en éxitos seguros, la proliferación del live action es un fenómeno que demuestra que Hollywood atraviesa una etapa complicada en la que apostar a material con un fandom específico resulta menos riesgoso que la experimentación.

Al menos, en teoría, promete un trayecto más sencillo al que debería recorrer una obra original, que debe captar público sin mayores referencias. La adaptación de clásicos de la cultura pop parece una apuesta segura. Una lo suficientemente fácil de ensamblar como para que la frecuencia de sus estrenos haya aumentado en los últimos años de manera exponencial.

Claro está, sigue siendo una apuesta que se puede perder. Y ahí vemos la serie de fracasos en taquilla y crítica que se suceden unos a otros y que evidencian que Hollywood sigue sin encontrar la fórmula para adaptar con éxito material complejo. Un punto que el live action basado en anime hace más obvio. Particularmente, porque el género de animación japonés se distingue por sus temas complicados, la exploración profunda de sus personajes y su libertad creativa.

La película “Los Caballeros del Zodíaco”, con su trama trivial y acento en los lugares incorrectos, deja claro que versionar una narración semejante no se basa en hacer la historia más consumible, comercial o simple, sino en captar su espíritu. Un elemento que sigue siendo esquivo en la industria norteamericana.

No funciona

En el 2017, Netflix decidió adaptar de forma libre el célebre anime “Death Note”, convertido en un clásico gracias a su trama elaborada, misteriosa y cínica. La obra de Tsugumi Ōba, llevada al anime por Tetsurō Araki es una combinación de thriller psicológico y exploración sobre la moral filosófica. Un amplio tapiz de oportunidades para crear una versión cinematográfica que pudiera explorar tanto el lado sobrenatural de la historia -amplio y extraño- como el más pragmático. Después de todo, se trata del relato de un adolescente con tendencias psicópatas que recibe el poder de matar a voluntad. 

Como director, se escogió al reconocido Adam Wingard. Por otro lado, un equipo de guionistas, encabezados por Vlas y Charley Parlapanides, estarían a cargo de reinventar la historia. Pero el resultado fue un despropósito que evadió los dilemas éticos del original para centrarse en una especie de drama adolescente sin mayor profundidad. La película sorprendió por su falta de ambición y demostró que Hollwyood, seguía sin comprender en absoluto cómo abordar el género.

Algo semejante ocurrió con la fallida “Ghost in the Shell” de Rupert Sanders. Basada en el anime del mismo nombre de Mamoru Oshii, se trató de un proyecto que empezó con mal pie. Además de escoger a la muy occidental Scarlett Johansson para interpretar a la icónica cíborg Motoko Kusanagi, el guion fue despojado de toda su profundidad. El resultado fue un film genérico con una protagonista atractiva y una extraña mezcla de ciberpunk poco trascendente.

No obstante, el momento álgido del fracaso de los live action llegó también de mano de Netflix. La serie “Cowboy Bebop”, basada en la obra del colectivo Hajime Yatate, es fundacional dentro del género de la animación. Una obra generacional, querida y admirada por su sólido guion, magnífica estética y banda sonora. El mero anuncio de una adaptación con un elenco de carne y hueso, preocupó a sus fanáticos. Y abrió el debate acerca de cómo trasladar un argumento complejo y con sus propias pautas, a un medio por completo distinto y más restrictivo.

El experimento fue un desastre no por su falta de calidad, sino por su carácter genérico. Eso, a pesar de que el programa copió, casi cuadro a cuadro, la mayoría de las secuencias emblemáticas del original. Sin embargo, la experiencia fue tan decepcionante como para apuntar en una dirección en concreto: no se trata de cómo se vea la adaptación, sino el mensaje que transmite. Mucho más, en obras que utilizan la estética para analizar sus propios símbolos y mitología.

“Los Caballeros del Zodíaco” está planeada para ser la primera de una saga de cinco películas. Al menos, fue la intención de una obra que atravesó largos años de producción y que, además, tuvo que sortear la trampa del parón obligatorio de la pandemia. Pero el resultado es una combinación poco afortunada de un argumento simplificado hasta lo infantil, junto con un apartado visual que busca competir con las grandes franquicias. 

En la película hay poco o nada de la ceremoniosa batalla por el poder, el reconocimiento y el valor de la serie de los años ochenta. Mucho menos, su impacto como narración que mezcla mitología con símbolos esotéricos e incluso filosofía. ¿Qué es al final el film? Quizás, solo la demostración de  que ante la complejidad del anime Hollywood se pierde en la traducción al lenguaje cinematográfico.  

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