Repartieron pancartas y sánduches frente a La Previsora antes de partir al punto de encuentro en la avenida Bolívar; la cual se tardó en llenarse a pesar de que tanques y plataformas con grupos de música se enfilaron para entretener a los manifestantes.
El saludo entre los manifestantes es «¡Chávez vive!» y la respuesta esperada es «¡Y la lucha sigue!». De lo contrario, segundos pasan y ojos -de personas y franelas- se suman a la escena. Las conversaciones parecen más listas de asistencias que diálogos.
El viernes 12 de diciembre, el presidente Nicolás Maduro convocó una marcha para «repudiar al imperio [Estados Unidos]» y para demostrarle que «¡Venezuela se respeta!». Esta cita es una consecuencia de la aprobación de un proyecto de ley que establece sanciones a altos funcionarios del gobierno venezolano por presuntas violaciones de derechos humanos. La Cámara de Representantes de Estados Unidos votó a favor del castigo. Solo falta la firma del presidente estadounidense Barack Obama.
La manifestación en contra de esas medidas coincide con el décimo quinto aniversario de la promulgación de la Constitución de 1999.
A la sombra de la Previsora
Bajo un sol que logra que las gotas de sudor traspasen el maquillaje de las más coquetas, parten desde distintos puntos de Caracas las «mujeres bolivarianas», la «juventud chavista», campesinos y agrupaciones de trabajadores. El plan es caminar hasta una tarima que corona la avenida Bolívar con un rostro de aproximadamente 15 metros de alto del ex mandatario Hugo Chávez para escuchar el discurso del Presidente.
El grupo de los trabajadores se reúne frente a la torre de La Previsora, en Plaza Venezuela, para esperar su preparados-listos-¡ya! Todos cargan un paquetico con un sánduche de jamón y queso, una manzana criolla y un jugo de cajita que les entrega su superior mientras escuchan de espalda el discurso de la ministra para el Servicio Penitenciario, Iris Varela.
La funcionaria se encarga de llenar el espacio sónico con exclamaciones como «¡Se pueden meter las sanciones por el bolsillo de atrás!» o «¡Si tenemos que agarrar el fusil para defender a la patria, lo hacemos!». Los más atentos son los trabajadores que están de pie frente a las cornetas que flanquean la tribuna: los de Pdvsa y el Seniat.
Del Interior pa’ Caracas (a hacer mercado)
Un hombre con gorra y camisa rojas bordadas con el nombre de Pdvsa comenta que antes venía más gente a los eventos. Cuando Chávez vivía, ríos de gente inundaban la ciudad; ahora, con Nicolás los que vienen, vienen sin ganas, dice. «Parecemos unos autómatas» comenta y pide anonimato, luego de revelar su opinión.
«Los que vienen del interior, vienen a hacer mercado en Caracas porque allá no hay nada».
El autodenominado «chavista normal y silvestre» señala los grupos de personas con camisas iguales y dice: «Los que están aquí, por ejemplo, son de las instituciones que están cerca». Pdvsa, el Ministerio de Vivienda, Hábitat y Ecosocialismo, Fonacit, Mercal, el cuerpo de bomberos de la capital y Sada son algunos de los organismos públicos que instan a sus funcionarios a marchar para solidarizarse con sus compañeros que serán penados por el gobierno «yanqui».
A los que aparecen en la lista de los penados les revocarán sus visas y les congelarán sus activos en bancos estadounidenses. Algunos posibles nombres son el de José Gregorio Vielma Mora, Miguel Rodríguez Torres y Luisa Ortega Díaz, según el politólogo Carlos Romero.
Muchos manifestantes llevan de la mano a sus niños y sus pancartas que exigen más respeto a Venezuela en letra a mano.
No es lo mismo sin Chávez
Un fotógrafo del Fonacit lamenta que ya es imposible salir a hacer su trabajo con los implementos necesarios. Sufrió un incidente en una manifestación oficialista y ahora lleva cámaras más económicas, pero que captan fotografías de menor calidad. «Estas personas no están acostumbradas a que les tomen fotos y se ponen agresivos», se quejó.
Se suponía que la marcha saldría a las 8 de la mañana al punto de encuentro, pero cuatro horas después de lo establecido, los trabajadores todavía esperaban sentados en las aceras frente a La Previsora.
Las calles angostas se ven llenas, pero en las más anchas -como la Bolívar- los grupos se difuminan. La avenida tardó en llenarse.
Verde oliva de fondo
Tanques militares se alinean frente a las torres de Parque Central y niños se acomodan para sonreír y tomarse fotos con el pulgar al aire.
Más adelante en el recorrido hacia la tarima de Maduro, se enfilan plataformas en las que se presentan grupos de gaitas y música llanera. Un cantante con sombrero de paja entonaba un verso que exigía más respeto para el Presidente: «¡Aaaayyyy y a maduro se respeta!», concluye el tema.
Los pocos que se concentran frente a los tablados se sientan a su sombra, ni bailan, ni cantan. Algunos, a los que ya les pusieron el «check» en su lista de asistencia, llegaron hasta el punto de encuentro y de forma discreta se encaminaron hacia la estación de metro Nuevo Circo con su paquete de sánduche, su jugo y su manzana criolla.
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