La milicia colmó las escaleras de El Calvario. Otros, con distintas caras en sus camisas (aunque la mayoría del usual rojo), asistieron a la “Marcha de los Invictos”, que se llevó a cabo para conmemorar el aniversario del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez.
Las razones eran distintas para los asistentes. Miguel Rosas, por ejemplo, tenía motivos personales. “Mi hermano fue perseguido por la Seguridad Nacional, fue llevado a Guasina por militar en el PCV”, comenta. El hermano logró salir, y militó hasta el último de sus días en el partido comunista. Rosas, que también andaba en sus filas, ahora pertenece al PSUV. Allí estará también “hasta el último de sus días”.
“Yo estoy aquí para apoyar a Maduro”, decía en cambio Pedro Rodríguez, un ingeniero de la Refinería El Palito que vino hasta Caracas para la marcha. Confiesa que “el proceso” está en una “etapa media” pero confía en que el presidente evaluará posibles cambios. “Lo amerita la situación”, dice. A pesar de que recibe trato privilegiado para conseguir productos (un mercado exclusivo para trabajadores de PDVSA con todos los artículos en escasez), considera que “estamos en crisis”.
Pero Carlos Javier Acero, un artista plástico creyente de hacer las cosas (no solo arte) con las manos, es entusiasta hasta con la situación actual. Un desodorante artesanal con aroma a romero que consiguió en una “jornada de trueque” lo dejó convencido de que “tenemos que aprovechar lo que hacemos nosotros mismos”. Es una oportunidad.
“Chávez nos hacía la tarea”, dice Acero. Ahora, sin nadie que lo consienta, está dispuesto a adaptarse para no quedarse en el camino. “Es una invitación a tomar las riendas”.
Pero Rosas, Rodríguez y Acero concuerdan en dos cosas. La primera: Maduro no es Chávez. “Antes no había una zona en blanco, no podías caminar. Se colmaba todo”, dice Rosas, que señalaba pedazos de calle sin manifestantes. Acero le echa una mano al presidente. “A Maduro hay que apoyarlo en la construcción de su liderazgo, cuando Chávez no hacía falta. Él era quien nos indicaba para dónde teníamos que ir”.
La segunda: lo que importa es la felicidad. Los alrededores de la Plaza O’Leary estaban llenos de cornetas cada tantos metros. Con cada calle caminada, un ritmo distinto hacía mover las caderas de la gente. Salsa, bachata y el clásico “Patria Querida”. “Aquí la gente siempre está feliz”, dice Rodríguez. “Vengo aquí por el clima, por la gente”, señala Acero. “Todos estamos por el legado de Chávez”, indica Rosas.
Aquí, para ellos y muchos de los asistentes, no hay Guasina ni Seguridad Nacional, ni colas a las que asistir, y para los desodorantes que no se consiguen, siempre habrá una matica de romero que resuelva.
Entre los anuncios ratificó a Vladimir Padrino como ministro de defensa
El músico, en una entrevista concedida a The Guardian, dijo que tendía a mantenerse alejado "de las personas que apoyan activamente a dictadores genocidas y autocráticos como [el presidente de Rusia, Vladimir] Putin y [el presidente de Venezuela, Nicolás] Maduro"
En las semanas previas a las elecciones parlamentarias de 2015, trajimos a colación este texto clásico de Václav Havel, “El poder de los sin poder”. Nueve años después la líder opositora, María Corina Machado, es reconocida con el premio que lleva el nombre del intelectual y líder prodemocracia europeo y lo señalado por Havel parece tener resonancia directa con la coyuntura post electoral venezolana
