Venezuela

10 millones por el buche

Maduro recolectó más firmas que los votos que obtuvo en la última campaña presidencial de 2013. Incluso logró con creces lo que fue el objetivo de Chávez en su última elección. Pero firmas no son votos. Y cotejarlas no es validarlas.

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El que se quiera montar en el nicho su coroto, va a tener que superar 10 milloncitos de votos. El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche, pues les vamos a meter 10 millones por el buche”. Es la letra de una gaita. Como esa, hay varias canciones en YouTube. Ninguna tonadilla tan conocida como la de “son 10, son 10, son 10 millones son 10”. El eslogan salió en 2011, después de que Hugo Chávez lanzara la “Misión 7 de octubre”, que tenía como objetivo obtener 10 millones de votos en las elecciones presidenciales de 2012 contra Henrique Capriles Radonski.

No fue hasta el pasado jueves que el chavismo la pudo cantar con todo su sentir. Pero no fue por “meterle por el buche” a la oposición esos votos. Fue por las firmas contra el decreto de Obama. 10.408.083 firmas anunció Jorge Rodríguez, responsable de la campaña #ObamaDeregaElDecretoYa, que no incluyen las obtenidas en el extranjero, alrededor de 4 millones más. ¿Pudieron conseguir en un mes lo que nunca consiguió el gigante electoral Chávez?

“Miénteme, pero no tanto. Es absolutamente irreal ese resultado, tan irreal como que haya 3 millones de firmas de Cuba”, comenta Carmen Beatriz Fernández, analista política. Para esas afirmaciones sobre la isla se basa en una encuesta realizada por la empresa Bendixen & Amandi, entre el 17 y el 27 de marzo a 1200 cubanos, que arroja como resultado que casi un 80% tiene una opinión favorable del presidente estadounidense Barack Obama, frente al 47 y 44% que opinan lo mismo de Raúl y Fidel Castro respectivamente. “En ese contexto cómo vas a decir que levantaste más de 3 millones de firmas en contra del decreto de Obama”, asevera.

Fernández piensa que el acto de presentación de las firmas, realizado el jueves en el Palacio Blanco y en cadena nacional tiene una doble lectura. Una es el contexto de la Cumbre de Panamá, “que se ponga de manifiesto cómo el pueblo venezolano rechaza el imperialismo, todo ese show de puesta en escena, de retórica antiimperialista”. Y la entrega de las cajas, que finalmente no se dio.

La otra es para casa y con miras en el tema electoral. “Uno organismo tan paquidérmico como el Consejo Nacional Electoral (CNE), lento para moverse, que fue lento para verificar las firmas en el revocatorio, ¿cómo va a validar más de 10 millones de firmas en 24 horas?”. El objetivo, según Fernández, es dar un mensaje al elector: estamos parcializados. “Y van a decirlo hasta el cansancio. Triste rol el de (la rectora del CNE) Tibisay Lucena, que hace que el prestigio del árbitro caiga a cero”. Con elecciones parlamentarias a la vista –aunque aún sin fecha-, “con una oposición que dobla en intención de voto al oficialismo y este tipo de mensajes, lo que se busca es que promover la abstención ante un escenario de partida les lleva (al oficialismo) hacia una catástrofe electoral”, dice Carmen Beatriz Fernández.

Eugenio Martínez, analista electoral, opina que sí fue posible que hubiera esa gran recogida de firmas porque “fue una labor de Estado, no de un partido político”. El despliegue para conseguir las firmas se extendió a los puntos de venta de alimentos de la red estatal y en todos los edificios de la Administración Pública, amén de los tarantines que se pusieron en las calles a cada paso, en cada plaza, o la gente que incluso pidió firmas en las playas durante Semana Santa. “Es un tercio de la población de Venezuela, no es tan descabellado”.

10.408.083 es poco más del 50% del padrón electoral, de 19 millones de electores según el último padrón del 28 de febrero. Pero advierte Eugenio Martínez que no se pueden comparar firmas con votos. “Es como comparar tuits con votos. No se puede asociar. Probablemente el chavismo dirá que tiene 10 millones de votos, es una estrategia de marketing político, pero no siempre se tienen que usar datos ciertos”.

Sobre la validación o cotejo de las firmas, Martínez explica que el eslogan que usa el Gobierno es que se validaron. En 2004, con el referéndum revocatorio, se hizo este proceso con 3 millones 400 mil firmas. Para validarlas se usaron 38 criterios distintos, entre ellos de caligrafía o biométricos de huellas dactilares. 500 mil se pusieron en duda. “Tibisay Lucena fue muy cuidadosa en el acto de las firmas. Dijo que había un 98% de correspondencia. Eso significa que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) seguramente le dio una lista digital y el CNE cotejó que las cédulas coincidieran con el nombre y el apellido”, explica. Se pudo hacer sobre los 10 millones de firmas o sobre una muestra representativa.

“Lo importante es que no validaron las firmas. Nos queda la duda si había datos duplicados o no. Si se hizo un arqueo de los datos es relativamente sencillo ver si hay duplicados y eliminarlos. Aunque de ese 2% que Lucena dijo que no había correspondencia se puede inferir que son datos inventados”, dice el periodista.

Sobre la participación del CNE, la legislación contempla la revisión de firmas por ejemplo para la constitución de partidos políticos o cuando hay candidatos que se presentan por iniciativa propia. En el caso de que un partido recoja firmas, el CNE puede prestar apoyo o no. Para Martíenez el problema radica en que esto no es una decisión de partido, sino de Estado. Y que la complejidad de la situación radica en las dudas que tienen los venezolanos sobre si su voto es secreto o no. “El CNE podría escudarse diciendo que tienen una solicitud de apoyo y que entre sus obligaciones estaba atenderla. Algunos sectores internacionales acabarán por verlo bien. Pero que la presidenta del CNE vaya al acto político, es otra cosa”.

Martínez señala además una “desafortunada coincidencia”. Al poco de hacer Tibisay Lucena el anuncio de cuántas firmas contra Obama tenían correspondencia, el CNE mandó una nota de prensa con el último registro electoral. “Entonces se hacen elucubraciones. Cuándo se hizo y por qué se hizo”.

Puede que con el tiempo se sepa cuántas firmas planas hay o no en esas cajas cuyo destino final fue la Defensoría del Pueblo. Mientras, el Gobierno seguirá enarbolando su “son 10, son 10 millones, son 10”. Y en la cabeza de muchos, la disyuntiva: o el Gobierno no ha sido muy transparente con la cifra o Chávez no era el gigante electoral que se presumía.

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