Venezuela

¿Elecciones, sumisión o estallido social?

La promesa electoral pareciera haber trabajado, así, para la estabilización del régimen. Bajo esta perspectiva, con gobernantes sin escrúpulos absolutamente decididos a mantener el poder a cualquier costo, el cambio pacífico es un escenario de baja probabilidad.

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En sus primeras declaraciones sobre el desarrollo de las elecciones primarias de la MUD, el presidente de la comisión electoral, José Luis Cartaya, anunció que “las primarias son democráticas y pacíficas”. También el diputado Enrique Márquez aclaró que el proceso sería exitoso “porque se va a desarrollar en paz”. ¿Por qué insistir en algo que pareciera ser una perogrullada, que las elecciones son democráticas y que constituyen, por esencia, un método pacífico de acción política?

La mención explícita de la de paz ha sido una constante de la oposición venezolana: “protestemos en paz”, “marchemos en paz”, “iremos a las elecciones en paz”. Al ver los horrores de la guerra en países como Siria o Irak, uno da gracias al pacifismo venezolano, aunque por momentos nos preguntemos si podemos llamar paz a un proceso en el que mueren a tiros aproximadamente el mismo número de personas que en una guerra civil.

Después de las devastadoras guerras y revueltas que sumieron a Venezuela en el caos y la pobreza durante sus primeros 80 años de vida republicana, el país vivió un siglo de regeneradora paz. Pero si eso es lo que vivimos, ¿por qué, ahora, tanta insistencia, de gobernantes y opositores, en la paz? ¿Será que, en el fondo, tememos que la única salida a la situación actual sea el torbellino del estallido social? ¿Será que nos sabemos sometidos, que nos sentimos avergonzados y queremos disfrazar la sumisión como amor a la paz? Hoy en día, todas las esperanzas están puestas en el calendario electoral como vehículo para la transición sin traumas ni heridas irreparables.

El panorama luce, no obstante, bastante complicado para que ello sea así. Como señaló Antonio Sánchez en un reciente artículo, “Venezuela es una dictadura satélite bajo control cubano”, “las instituciones se encuentran secuestradas”, “el movimiento popular está desarticulado” y “el contexto regional favorece la continuación del statu quo”.

La promesa electoral pareciera haber trabajado, así, para la estabilización del régimen. Bajo esta perspectiva, con gobernantes sin escrúpulos absolutamente decididos a mantener el poder a cualquier costo, el cambio pacífico es un escenario de baja probabilidad. Pero que el descontento producido por la asfixiante situación económica produzca una explosión social espontánea que fuerce al gobierno a buscar soluciones luce hoy, también, improbable porque los movimientos sociales necesitan de agitadores y líderes de oposición capaces de canalizar el descontento.

Los años de dominación han jugado a favor del escenario menos contemplado, el aislamiento y escape que termina reforzando la preservación del orden establecido y la sumisión de la población. Por coerción, por cansancio, por utilitarismo y viveza, la sumisión suele instalarse, aún, bajo las fantasías de cambio.

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