Venezuela

Pasaron más tiempo buscando medicinas que abrazando a su hijo con cáncer

Richard Medina no podrá criar a su hijo, tampoco tomarlo de la mano el primer día de escuela, mucho menos verlo convertirse en un hombre. Con tan solo tres años Ricardo Andrés, el menor de tres hermanos, murió de cáncer de pulmón. Los motivos se conjugan en medio de lo inconcluso: “No fue prioridad en el Hospital Militar”.

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Texto: Oriana Lozada @Hey_milu | Foto: Andrea Hernández

De la escasez no dice lo mismo que todos; para él, este mal no solo le restó dinero, sino que le robó días, horas y minutos con Ricardo:

“Tener que estar haciendo recorridos y colas en farmacias todo el día, me quitó el poco tiempo que me quedaba con él”.

El padre no quiere ni recordar cómo fue su despedida, se le quiebra la voz apenas menciona que le sostuvo su pequeña mano en la suya hasta que murió. “A mi hijo le descubrieron un tumor en el pulmón muy agresivo en enero del 2015, enseguida nos refirieron al Hospital Militar”, comenta Richard. Para el momento, fueron muy bien atendidos, se realizaron las quimioterapias pertinentes y todo funcionó con normalidad, “incluso unos meses después, mi Ricardo ya estaba realmente sano y dado de alta”, agrega.

En el titubeo por la búsqueda de medicamentos el cabeza de familia y comerciante acepta que las redes sociales lo ayudaron muchísimo. “Conseguimos gran cantidad de la medicina a través de gente que nos apoyaba porque sabía de nuestro caso por Twitter”, el medio que popularizó el caso, ya tenía destinado ser parte de la familia Medina.

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“Quienes no me daban el producto, me avisaban en qué farmacia había llegado”, aclara el señor Medina. La comunidad que parecía ser aliada, sin siquiera haberse visto las caras, se conmocionó, cuando una de las tías del niño anunció: “El medicamento no se consiguió. Gracias a este maldito gobierno. Mi sobrino de tres años falleció esta madrugada”.

5.800 personas mostraron solidaridad a través de un retweet (RT). Más adelante el padre confiesa: “Ojo, yo hice todo para conseguir los medicamentos, no paraba en todo el día. De hecho, tuvimos lo necesario para hacerle la quimioterapia. Lo único que no se consiguió fue Cardioxane, que era un protector para el corazón de mi hijo”.

Segunda consulta

El problema comenzó con la segunda visita en noviembre, justo cuando detectaron un tumor mucho más agresivo que el otro. “En la segunda hospitalización los doctores tenían otra actitud, hicieron la primera quimioterapia, pero la segunda empezaron a darle rodeos. Ellos decían que debíamos esperar”, continúa Richard. Pero los familiares no entendían cuál era la tardanza, inmiscuidos en su propio dolor solo rogaban a los especialistas hacerles el tratamiento bajo propia responsabilidad y riesgo.

“Cuando le realizaron la última quimio, era muy tarde. Ya mi hijo no daba más”, concluye. El padre, desesperado, no encuentra los motivos, aunque cuenta, que por cuentos de pasillo, la gente comentaba que no había prioridad para los civiles. “La verdad es que mientras yo estaba metido en esta situación solo tenía ojos para mi hijo, después que murió empecé a hilar cabos. En el Hospital hay camas vacías y las reservan para que los militares no tengan que esperar”. Añade:

“Apenas unas pocas horas después del fallecimiento de Ricardo Andrés nos desalojaron de la habitación porque ‘tenían que limpiarla’”.

El padre acepta que su hijo tenía una enfermedad terminal; sin embargo, dice que pudo haber prolongado el tiempo de vida del pequeño, por lo menos una Navidad más. Asegura que la salud es la prioridad, y que lamenta tener que pasar la agonía de su hijo metido en farmacias: “Hubiese preferido abrazarlo todo ese tiempo que pasé en la calle”.

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