Venezuela

¿Vamos a seguir con el pico y pala?

Una de las tragedias más conocidas de todos los tiempos termina con dos jóvenes amantes muertos por culpa del pleito de dos familias que solo se vieron y se reconocieron cuando ya no había nada que hacer. Me refiero a Romeo y Julieta. En el prólogo ya lo anuncia Shakespeare:

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En la bella Verona, donde situamos nuestra escena, dos familias, iguales una y otra en abolengo, impulsadas por antiguos rencores, desencadenan nuevos disturbios, en los que la sangre ciudadana tiñe de sangre a ciudadanas manos.
De la entraña fatal de estos dos enemigos cobraron vida bajo contraria estrella dos amantes, cuya desventura y lastimoso término entierra con su muerte la lucha de sus progenitores.

Los trágicos pasajes de su amor, sellado con la muerte, y la constante saña de sus padres, que nada pudo aplacar sino el fin de sus hijos, va a ser durante dos horas el asunto de nuestra representación.

Si la escucháis con atención benévola, procuraremos enmendar con nuestro celo las faltas que hubiere.

Si ya estamos con los chavistas como Capuletos y Montescos y sería una idiotez llegar al extremo de éstos (aunque para allá vamos), ¿por qué vamos a complicar las cosas peleando Capuletos contra Capuletos o Montescos contra Montescos?… Uno de los dichos más ciertos reza que el que le pega a su familia se arruina.

La revolución de los medios de comunicación ha traído nuevas maneras de relacionarnos. Y una de ellas, que encuentro de pésimo gusto, es la de ventilar los problemas en público. No importa cuán cruento, rocambolesco o pervertido, la gente decidió que esas historias tienen audiencia y las cuentan a cambio de cierta cantidad de dinero.

En todos los países –incluso donde los gobiernos aplican fuertes censuras- hay programas donde sientan a los protagonistas frente a frente para que se digan hasta del mal que se van a morir. Y si se van a las manos tanto mejor, porque eso aumenta el rating. Me imagino que será un placer masoquista el de sufrir con los demás, o un placer sádico el ver a los demás sufrir. Me declaro radicalmente en contra de tales programas, porque nada bueno sale de ellos.

Lo mismo sucede en la política. Cuando ciertos grupos políticos hacen un esfuerzo titánico para mantenerse unidos para alcanzar un fin que beneficie a muchos, no es buena idea ponerse a lavar los trapos sucios delante de todo el mundo. Creo que las declaraciones de Henrique Capriles fueron sobredimensionadas, pero quien reaccionó tiene a su hijo preso desde hace casi dos años con sus derechos y los de sus familiares violados a cada rato. No es juego.

Yo particularmente estuve en contra de “La Salida” porque me pareció inviable desde el principio, pero no creo que sea éste el momento de echarse en cara los pelones. También entiendo que cuando a Capriles se le imputa que había ofrecido cobrar si ganaba las elecciones y cuando ganó no lo hizo, fue porque no tuvo en sus manos las pruebas irrefutables que le habían ofrecido y sin pruebas… pues no hay protesta. Y estoy segura de que habrá tiempo para reclamos, críticas y hasta para palabras altisonantes. Pero ahora no.

Llamo a los caprilistas y a los leopoldistas a la sindéresis. La patria nos necesita unidos y no vamos a ahogarnos en la orilla después de haber nadado tanto en aguas profundas y plagadas de tiburones. Tampoco hay necesidad de darle al chavismo argumentos o formas de quebrar la unidad que ha costado inmensos sacrificios.

La meta es llegar a la Asamblea Nacional a empezar a enderezar entuertos el día 5 de enero. Ya los chavistas han anunciado que saldrán a la calle para “tomar la Asamblea”… El “sea como sea” parece que sigue en pie. Entonces… ¿vamos a seguir de este lado con este pico y pala?… ¡Por favor!

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