Venezuela

¿De qué tamaño será la crisis?

No es para aguarle las fiestas, pero nunca ha sido tan cierta aquella cumbia que cantaba: Yo no olvido al año viejo. 2015 será de envidia cuando nos volteemos a verlo desde el 2016.

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Entre 2014 y 2016 serán ya tres los años con caída del producto, reducción severa del consumo y consecuente empobrecimiento generalizado. Mitad cifras oficiales, la otra mitad estimaciones, la economía venezolana puede que termine reduciéndose cerca de un 20% en ese período. Sin duda se tratará de la contracción más larga y profunda que hayamos vivido.

Lógicamente el ciudadano, en su día a día, no tiene como dimensionar el tamaño del desmadre económico y social que estamos viviendo. Sin cifras oficiales, sin medios para discutir abiertamente sobre los problemas, o siquiera difundir los agregados e índices estadísticos que resumen el promedio de nuestras calamidades personales, al venezolano sólo le queda su sentimiento y el de su entorno para dimensionar el problema sobre el que estamos parados.

Si no lo ves, no existe

Esa ha sido una de las formas de disimular la crisis. Ocultar las cifras, dejar de hacer las pocas mediciones que se hacían. Esa es una de las vendas que pretenden ponerlos en los ojos, la otra consiste en sobresaturar de mentiras y epítetos a la realidad nacional. Las dos juntas nos vuelven ciegos, pero tal y como lo demostró el 6 de diciembre, con los otros sentidos se puede sentir la crisis.

Si alguien cree que estas artimañas se podrán descubrir gracias a la potestad de interpelación que tiene ahora la oposición gracias a su control sobre la Asamblea, pues vaya entendiendo que no veremos ni a uno sólo de los ministros de la economía atendiendo a las comparecencias de ni una sola de las comisiones de la Asamblea.

Uno de los primeros rounds de la confrontación de poderes del próximo año será eso. Una Asamblea pidiendo cuentas y un Ejecutivo negándoselas. Las mociones de censura serán cromos coleccionables entre las figuras del gobierno.

Mientras los poderes del Estado se estén dando trompadas, la realidad económica será la de un país en bancarrota. Con unos ingresos en divisas que, en el mejor de los casos, no sobrepasarán los 40MMM$, menos el servicio de la deuda del próximo año (unos 10MMM$), será bien poco lo que quedará para satisfacer las necesidades de importaciones que tenemos, las cuales ya con los niveles de 2015 rayaban en la subsistencia.

Pero si no lo ves, tampoco lo entiendes

Al igual como el gobierno se empeña en cerrarle los ojos al ciudadano para que no vea el descomunal desastre económico y social propiciado por ellos mismos, esa ceguera, también alcanza a la propia mirada oficial. La mejor forma de mentir es creer que se está en lo cierto y, por lo que será el proceder del gobierno el próximo año, no se puede sino concluir que el primer ciego, el primero que ni ve, ni entiende lo que está pasando en Venezuela, es toda la nomenclatura oficial. Entiéndase por ella al presidente, los ministros, gobernadores y alcaldes, los magistrados, jueces y, claro está, el alto mando militar.

Cualquier otro “gobierno normal” se voltearía al país y no sólo haría un llamado a la cooperación y la unidad para superar la crisis, sino que se pondría al frente de un gobierno de amplitud como única forma de enfrentar este inmenso problema de insolvencia externa que tenemos, junto a la generalizada destrucción del aparato productivo.

Se requiere un gobierno de unidad porque lo que tenemos delante podría compararse a un gran desastre natural. Frente a algo así, las diferencias se obvian por la magnitud de la tragedia, pero difícilmente veremos algo así.

El gobierno no abandonará su estrategia confrontacional ni siquiera en los próximos peores momentos que aún nos aguardan. En la tragedia de Vargas, de la cual hace pocos días se cumplieron 3 lustros, el presidente Chávez menosprecio la ayuda humanitaria del gobierno norteamericano por hacer valer sus temores y desconfianzas de revolucionario ¿Actuarán distinto los autores del guión de la Guerra Económica?

El gobierno va ciego a una de las crisis más espectaculares que habremos de vivir y, por lo tanto, no tendrá ni un solo plan para enfrentarla. El papel de cuanta organización social y política en Venezuela debe ser tratar de advertírselo.

Dimensionando la crisis

Lo que seguramente para el gobierno es un conspiración y un obrar malsano, para nosotros no es sino un deber como ciudadanos. Advertir y dimensionar el tamaño de la crisis es parte del trabajo de las instancias de investigación social y económica que existen en el país, especialmente en las universidades.

Ese fue y será el espíritu de investigaciones como la ENCOVI (Encuesta sobre las Condiciones de Vida), de la cual se darán más detalles el próximo año y seguramente también se reeditará la encuesta para dimensionar el desastroso 2016.

Los próximos estudios quizás evidencien que en 2016 pasaremos a otro estadio de crisis. Cosas tan sonadas como la pobreza de ingreso seguramente ya alcanzó su techo posible. Los poco más de 20% de venezolanos que no tienen ingresos por debajo a la línea de pobreza, ni hoy, ni en el futuro, se debe a que su inserción en el mercado laboral es en funciones directivas, gerenciales o de libre ejercicio profesional, lo que les permite indizar sus ingresos a la inflación. No se tratará de 20% de ricos o afortunados, en estas crisis generalizadas todos resultan perdedores, pero no por ello todos llegan a ser pobres.

Lo que si seguirá siendo noticia el próximo año será el crecimiento de la pobreza estructural. Por cualquiera de sus métodos de medición, la pobreza que no considera solamente los ingresos monetarios, se ira aproximando a nuestro máximo histórico, es decir por el orden del 41% (actualmente según la ENCOVI 2015, es del 29%), lo que nos colocaría muy por debajo de países de la región suramericana y nos acercaría a los promedios de Centroamerica.

Como se entenderá los reveses sociales, los retrocesos en indicadores de educación y salud, llevan su tiempo, pero son más elásticos (sensibles) a la desmejorar que a mejorar. El decrecimiento económico tiene impactos sociales desfavorables que repercuten con mayor rapidez negativamente, que lo que tardan para mejorarse. Un ejemplo bastará. La recesión de ingresos en un hogar conduce más rápido al abandono de la escuela de un joven, que su incorporación a algún tipo de aprendizaje o entrenamiento, cuando estos mejoran.

Eso es lo que está en juego en 2016, el inicio de un deslave hacia la pobreza estructural. Tres años seguidos de crisis económica son más que suficientes para que comience a tener efectos irreversibles desde el punto de vista social. Ese es el tamaño de la crisis, entrar al oscuro cuarto de la pobreza estructural, del que resulta más fácil entrar que salir.

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