Venezuela

Estafar desde Facebook: usurpación de identidades

He aquí un caso de estafa que erizó de miedo a la alta sociedad venezolana. Un grupo de cinco personas falsas, cuyas verdaderas identidades se desconocen, corría por Facebook sacando información a sus amigos. Una mano peluda, en el anonimato detrás de la pantalla, tejía los perversos pasos para enamorar a hombres y conseguir de ellos costosos regalos

Publicidad

¿Y Goyo tiene ‘pasta’?”, preguntó con desparpajo Andrea Viso Aristeguieta. Esta pregunta encendió las alarmas de Tini, quien hablaba con Andrea por el chat privado de Facebook. Recordó lo que le habían prevenido otros amigos hacía un año:“la cuenta de Andrea y otras relacionadas son falsas”. Pero Tini es buena gente y amiguera y no hizo caso a las advertencias. Como la mayoría, ella no está acostumbrada a andar por la vida sospechando de todo el mundo. Si algo demuestra la ingenuidad del venezolano es el Facebook. Porque aún en la situación de inseguridad campante, se acepta como amigo a cualquiera, incluyendo gente que no existe. Como la cuenta de Andrea, muchas otras son creadas por personas que usurpan identidades falsas para estafar a quienes caen en sus garras. Las redes sociales, Facebook e Instagram, también son herramientas para delinquir. La información que los usuarios publican es rica cantera para delincuentes cibernéticos que, sin escrúpulos, timan, roban o saca suntuosos regalos de desconocidos.

Tini llevaba cinco años de amistad con tres personas que nunca había visto, pero con quienes se comunicaba a menudo. No solo compartían publicaciones, sino que participaban activamente en un grupo de política. Esos cinco años terminaron abruptamente con la pregunta de si Goyo tenía “pasta” —argot para “dinero”.

“¿Por qué me pregunta eso?”, respondió con otra pregunta Tini a Andrea. Cortó la conversación y comenzó una investigación —cual Cool MacCool— sobre ella, a quien no conocía. La había aceptado a instancias de otro “amigo”, Juan Ernesto Branger, a quien tampoco conocía. El resultado de su investigación fue que ni Andrea ni Juan Ernesto existían, sino que eran personas inventadas por una señora, a quien tampoco conocía, pero de quien también era amiga: Milagros Vizcarrondo Monagas. Las fotos que posteaban las encontró en Internet, incluso sus fotos de perfil. Hurgó otras cuentas: las de Robert Boulton, Andrés Phelps, Eduardo Thielen, que eran del mismo grupo y —de nuevo— se dio cuenta de que todas las fotos eran bajadas de distintos sitios en Internet. Y entró en pánico. La cuenta de Eduardo ya está borrada.

Publicidad
Publicidad