Venezuela

El hijo huérfano de Hugo Chávez: más autoritario y menos simpático

Era apenas un niño cuando su padre político y principal base, Hugo Chávez, falleció el pasado 5 de marzo de 2013. Tenía 4 años, 11 meses y 22 días y todavía estaba comenzando a crecer. No estaba listo para asumir el camino por su cuenta, pero el destino quiso dejarlo en esa posición a temprana edad. Desde entonces la revolución chavista ha descansado en buena parte sobre sus hombros y el futuro parece depararle mayor responsabilidad.

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El protagonista de esta historia es el Partido Socialista Unido de Venezuela, organización que se creó en 2008 con el objetivo de que se convirtiera en la “vanguardia” del proceso político que inició en 1999 y que ahora pasa por sus horas más difíciles.

A tres años del fallecimiento de su mentor, la tolda es totalmente distinta a la que Chávez dejó: ha dado pasos hacia la institucionalización al formar la burocracia partidista más fuerte de los últimos 17 años, pero también ha reeditado rasgos de autoritarismo ya existentes pero sin el beneficio que traía consigo la simpatía que caracterizaba al líder carismático desaparecido gracias a su personalidad y la alta disponibilidad de recursos financieros.

Desde la derrota del 6 de diciembre, el presidente Nicolás Maduro ha adelantado una serie de movimientos que parecieran buscar consolidar su poder dentro del partido y disminuir el de los otros grupos de importancia. La versión oficial, sin embargo, es distinta.

“Maduro no anda con cálculos bajos. Estamos en un proceso de rectificación y renovación enmarcado en una larga revisión hecha a propósito de los resultados del 6 de diciembre. No hay un alejamiento con respecto a lo que dejó Chávez”, afirma Heryck Rangel, miembro del equipo nacional de la Juventud del PSUV, uno de los grupos internos que más ha crecido desde que Maduro tomó el control de la tolda.

Los rumores van y vienen sobre la lealtad de los distintos dirigentes hacia el actual gobierno. Las diferencias tienden a ser desmentidas por los voceros de mayor importancia, pero la cohesión interna ya no tiene la fuerza que llegó a alcanzar mientras Chávez vivía.

Lucha de poder

Durante los años de Chávez en el gobierno, su partido (primero el MVR y luego el PSUV) se caracterizó por ser uno carismático en el que su liderazgo estaba por encima de cualquier otra figura, lo que mantuvo por más de una década una fuerte cohesión entre los cuadros que se encontraban por debajo de él.

Eso cambió con su muerte. Surgió un liderazgo colegiado regido por tres figuras: Nicolás Maduro; Diosdado Cabello, entonces presidente de la Asamblea Nacional; y Rafael Ramírez, antiguo presidente de PDVSA.

Durante 2013 buscaron cimentar su posición con mano dura, lo que generó expulsiones de distintos dirigentes municipales y de base cuando fueron impuestas desde la Cúpula las candidaturas para las elecciones de alcaldes de ese año. A eso se sumó un debilitamiento progresivo de la Dirección Nacional del partido mediante la utilización o creación de instancias paralelas como el Buró Político y el Alto Mando de la Revolución.

Esa situación explotó en 2014, cuando se expulsó de la organización a Héctor Navarro, ex ministro y miembro de la Directiva, por quejarse de lo que estaba ocurriendo.

“Fui separado por instrucciones de Diosdado Cabello (habiendo llegado allí por elección directa de los militantes), sin que ni siquiera se me diera el derecho a la defensa. Estoy convencido de que con Chávez vivo tal cosa no hubiera pasado”, comenta Navarro en una entrevista exclusiva.

Poco después de su salida, Ramírez fue sacado de Pdvsa y nombrado canciller. A finales de 2014 también lo removieron de ese puesto para colocarlo como embajador de Venezuela ante la ONU, reduciendo dramáticamente su influencia en la política interna.

Ese mismo año se nombró una nueva dirección nacional que dejó por fuera a otras figuras que habían sido cercanas a Chávez, como Ana Elisa Osorio y Vanessa Davies, e incorporó otras próximas al nuevo presidente, como Eduardo Piñate y Ernesto Villegas. El grueso del poder quedó en manos de Maduro y Cabello.

Tras las elecciones del 6 de diciembre se activó otro realineamiento. En enero de este año Maduro creó nuevas instancias: la secretaría permanente de la presidencia, que asumió Piñate, y 24 coordinaciones estadales que supervisarán la labor del partido en cada entidad.

Las nuevas figuras parecen restar cierto poder a otras ya existentes. Por ejemplo, el puesto de Piñate próximo al presidente y con labor de “acompañarlo en sus funciones”, colude con la primera vicepresidencia, dirigida por Cabello y encargada de coordinar la Dirección Nacional. Los nuevos responsables estadales limitan el poder de los gobernadores chavistas, la mayoría de los cuales se habían transformado en los principales referentes de sus estados.

Cabello fue designado por Chávez como primer vicepresidente en 2011 y los gobernadores fueron los últimos candidatos que seleccionó el fallecido presidente antes de su último viaje a Cuba. Sólo 8 fueron reasignados como coordinadores de otros estados, mientras que 13 quedaron sin una labor especial, varios de ellos militares retirados cercanos al fallecido presidente, como Henry Rangel Silva, Carlos Mata Figueroa o Jorge García Carneiro.

Por otra parte, los nuevos coordinadores estadales son en su mayoría próximos a Maduro o dirigentes tradicionales que quedaron sin posición de poder luego de las elecciones del 6 de diciembre y que el Jefe de Estado rescató.

“El partido ha devenido en un escenario de tronos compartidos con una lucha interna de poder. Por eso yo me retiré de la estructura, ya no asisto a ninguna reunión y me considero un chavista crítico”, explica Rubén Mendoza, dirigente de los círculos bolivarianos originarios y que hasta hace un año fue miembro del equipo político parroquial de El Valle, en Caracas.

Sin embargo, voceros del partido niegan que detrás de los últimos movimientos de Maduro haya un objetivo de concentrar poder y forjar lealtades.

“Los incorporados a puestos de importancia  durante toda esta etapa son más que todos jóvenes y mujeres. Todos son hijos e hijas de Chávez y no vienen a sustituir a nadie, sólo cumplen una responsabilidad. Los nuevos coordinadores surgen para que los gobernadores se puedan concentrar en la administración de sus gobiernos y sobre ellos no recaiga una doble labor”, advierte Rangel.

Sobre Cabello y la nueva secretaría, asegura que tienen funciones diferentes porque Piñate se concentrará “en dar fortaleza a lo institucional sistematizando toda la información y manteniendo minutas de las reuniones”.

Pese a esto, Navarro duda del éxito de los cambios: “Se debilita lo que queda de liderazgo en las regiones.  (…) Los gobernadores están en capacidad, para bien o para mal, de direccionar las acciones del partido en su propio estado con mayor propiedad que lo que pueden hacer en otros estados”.

 La intriga

 Pocos días después de que Maduro anunciara los cambios recién expuestos dentro del partido, el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, denunció que grupos de poder dentro del partido y gobernadores militares están presionando para que el Presidente renuncie.

La situación fue desmentida por los mandatarios regionales de Zulia y Vargas, Francisco Arias Cárdenas y García Carneiro respectivamente, quienes aseguraron ser leales a Miraflores. Sin embargo, ¿puede realmente haber fricciones internas?

“Lo que se aprecia desde afuera y por los comentarios de los muchos militantes e incluso dirigentes con los cuales tengo contacto, es que existe un gran malestar por la forma en la cual se conduce la organización. (…) Mi temor es que exista una gran dispersión”, alerta Navarro.

Las especulaciones apuntan a que, además de los grupos de Maduro y Cabello, los más cercanos al poder, existen otros con distintos niveles de influencia, entre los que están los liderazgos de algunos gobernadores alejados de la cúpula nacional y un sector vinculado a Miguel Rodríguez Torres, ex ministro del Interior cuyo padre es alcalde del Alto Apure, puesto al que llegó con una candidatura paralela a la del PSUV.

Si bien el interés de la cúpula tiene que ser que Maduro complete al menos este año de gobierno para garantizar que un chavista quede en la presidencia aunque renuncie o sea revocado, para otros actores ese timing no funciona.

Es el caso de los gobernadores, los cuales podrían perder la influencia que tienen al final de 2016, cuando debería haber elecciones regionales.

El aparato

Pero no todo ha sido negativo para el PSUV en los últimos años. Desde 2014 el partido empezó a perfilar una nueva burocracia interna que ha consolidado un aparato como nunca antes lo había tenido el chavismo.

Ese año se escogieron los jefes de Círculo de Lucha Popular (CLP), luego los coordinadores de las Unidades de Batalla Hugo Chávez (UBCH) y finalmente los jefes de patrulla. Junto a los delegados del partido forman en teoría una “vanguardia” de 155.475 miembros con cargos específicos y trabajando activamente para el partido, lo que permite mantener una maquinaria electoral aceitada y coordinar con instituciones del Estado para satisfacer necesidades a simpatizantes y mantenerlos apoyando al chavismo.

Este equipo se ha mantenido fiel a la cúpula a pesar de la crisis económica que ha sacudido al país, consideran Mendoza y dirigentes de base de la organización como Isidro Figueroa, jefe de un CLP en Monagas.

Sin embargo, el aparato pareciera tener un problema: más de 90% de los jefes de CLP que se sabe en donde trabajan lo hacen para el Estado, según estudios estadísticos hechos sobre las listas oficiales publicadas por el PSUV. Esto evidencia un clientelismo que pudiera perjudicar la perdurabilidad de la tolda si pierde posiciones de poder.

“Esos miembros de UBCH y CLP han recibido de todo. Son los clientes políticos del PSUV y su lealtad no es hacia el partido. Es un caso similar a Acción Democrática y Copei”, señala Mendoza.

La dirigencia del partido admite el problema: “Es una de las expresiones del rentismo petrolero que se da en las organizaciones políticas. Históricamente ha habido una vinculación directa entre el Estado y los partidos. Nosotros estamos tratando de separar las instancias y eso es lo saludable”, comenta Rangel.

El futuro

Tanto Mendoza como Navarro comparten el temor de que el manejo actual del partido lo debilite y eso termine perjudicando al chavismo y su posibilidad de seguir en el poder.

“La crisis económica causa mucha molestia. Yo aprecio mucho a Nicolás. Es un buen revolucionario, pero se dejó enlazar por el nido de alacranes que tantas veces denunció Alberto Müller Rojas. Ha hecho esfuerzos por zafarse, pero parece que lo tienen enganchado. El verdadero chavismo debe insurgir contra las pretensiones de la derecha y de las cúpulas que se adueñaron de la revolución”, indica el miembro de los círculos bolivarianos.

La muerte de Chávez no sólo dejó huérfano al PSUV, también dejó solos a muchos seguidores que han empezado a desencantarse por la situación actual. Para que el movimiento pueda continuar en su posición dominante parece necesitar que el hijo de Chávez, el partido, surja como un nuevo factor unificador. El chavismo parece vivir una paradoja: tras nacer como una revolución netamente personalista, ahora requiere de una organización para seguir adelante.

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