Venezuela

¿Marchar?: Firmar

Los males que han nacido dentro del gobierno de Nicolás Maduro forman parte de una circunstancia impuesta. Perfectamente han podido evitarse y difícilmente se registren en alguna otra parte del mundo.

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El único atenuante en torno a la interpretación, y auténtica comprensión, de la crisis venezolana, consiste precisamente en calibrar el absurdo de su extrema gravedad. La desconexión existente en el país entre los problemas y la zona de las soluciones alcanza los límites del disparate.

Por supuesto que Venezuela podría estar mejor, o bastante menos peor, de lo que está.  Nos reímos, con frecuencia, analizando la paradoja, constatando cómo ahora lo normal es que las clases medias migren a Perú, a Ecuador y Guatemala, en busca de calidad de vida. Ya dejó de ser un chiste.

Cuesta plantarle cara a muchos de los problemas nacionales del momento en medio de este ambiente administrativo donde gobierna el cretinismo y la mala intención.

Los males que han nacido dentro del gobierno de Nicolás Maduro forman parte de una circunstancia impuesta. Perfectamente han podido evitarse y difícilmente se registren en alguna otra parte del mundo. La visión y objetivos del gobierno ya son completamente distintos a los de la sociedad venezolana.  Maduro y sus ministros tienen completamente claro todo lo que han hecho mal.  Han decidido seguir adelante con sus políticas hambreadoras, exprimiendo la dignidad y la paciencia de la gente. Prisioneros de sus pobres verdades, como los técnicos del Fondo Monetario Internacional de 1989. En Venezuela no se consigue jabón para bañarse, pero se supone que el pueblo debe estar agradecido por el aumento de la pensión del Seguro Social

No se trata únicamente de lo escandalosamente limitado que ha resultado Nicolás Maduro como Presidente de la República. La mentira, la opacidad, la sordidez, la doble condición moral, se ha convertido, por primera vez mucho tiempo, en un instrumento de Estado. Obra con entera legitimidad el secreto en los dominios de la clase dirigente chavista. La mentira convive en el gobierno junto a la necesidad de mantenerse en el poder.

Lo excepcional de la situación hace que muchas personas se formulen, con entera razón, hipótesis en torno a la probable duración de este gobierno.  Las propuestas de carácter consultivo que acaba de presentar la MUD, en torno a la renuncia de Nicolás Maduro, están pensadas, en parte, para presentarle una solución política al país que le ahorre el trauma de una salida violenta. Salida que los mandos chavistas pueden estar buscando para explotarla políticamente, y salvar, en parte, su responsabilidad moral ante esta crisis.

La crisis venezolana es, de nuevo, un cuerpo vivo. El tránsito que propone la MUD tendrá escollos; se pueden imponer las claves de la elástica legalidad autoritaria vigente. Maduro y los chavistas no tienen mañana, pero el daño hecho al país es inaceptable, y no se puede seguir extendiendo.   La población, agotada, sólo piensa en su sobrevivencia. Se concreta el temido escenario de la fábula de la rana, luchando por salvar su vida en el pozo de agua tibia. Las concentraciones en las calles ya dejaron de ser, necesariamente, un medidor de fuerza. El agotamiento es general. El modelo “protagónico” nos achicharró las entrañas. No existe sociedad en la región que haya vivido el trajín de la sobrepolitización de Venezuela. La gente sólo quiere estar en paz y estar mejor.

No tener una estrategia de poder frente a una crisis que tiene dimensiones históricas, con todos los riesgos que comporta, constituye, en cualquier caso, un total despropósito. Las elecciones de gobernadores serán una estación importante, pero en ningún caso puede constituir la única. La obligación de la Mesa es atender el drama social y político existente; no constreñir el debate público prescribiendo un estado de conformidad silenciosa.

De lo que se trata, probablemente, es de seleccionar adecuadamente el instrumento cívico que canalice el malestar actual. Puede que ya no todos estén dispuestos a salir a marchar. De lo que sí podemos estar seguros es que, en Venezuela, hay miles, cientos de miles, millones, de personas dispuestas a firmar. Una cantidad desproporcionadamente alta de firmas, en una sociedad que ya no tiene nada que perder, pidiendo elecciones,  pidiendo salidas, dentro del destartalado tablero político, económico y social actual, puede traducirse en un gesto muy orientador. Con sus significantes y sus impactos.

Los escenarios electorales, en todos sus calibres, entretanto, se irán apareciendo entre nosotros, junto al carácter inexorable del calendario. Todavía hay gente que piensa que no llegarán. También pensaron que no habría comicios legislativos.

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