Venezuela

Seis claves para entender la violencia en Venezuela

El aumento de los asesinatos en el país es el resultado de un caldo de cultivo con seis ingredientes, según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). En un intento de explicar el por qué Caracas ganó el notorio premio de la ciudad más violenta del mundo el año pasado, el organismo ofrece su informe de 2015.

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Foto: Andrea Hernández

Para diciembre de 2015, el OVV reporta 27.875 muertes violentas. La tasa es de 90 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Estos datos se acercan a los 119,87 homicidios dolosos también por cada 100 mil que reveló la Organización No Gubernamental mexicana (ONG) Seguridad Justicia y Paz, pero no alcanzan ese número.

El Observatorio señala en el reporte que la inseguridad viene de la mano del deterioro de las condiciones de vida del venezolano. No obstante, según la encuesta divulgada por el Instituto Venezolano de Análisis de Datos , no es el primer problema que preocupa el venezolano. La escasez y el desabastecimiento son las primeras causas de alarman a 40,7%; el alto costo de la vida a 21,2%; la inseguridad a 16,9%; el servicio de agua 4,9%; y desempleo 4,5%.

En el texto no solo se califican las medidas que ha desarrollado el gobierno nacional como inefectivas –como las operaciones para el desarme voluntario de la población– sino que incluso se le tilda de cómplice.

Seis explicaciones

Expone seis explicaciones para el incremento de la violencia el año pasado: “El primer factor es una mayor presencia del delito organizado”, indica. También “se ha observado un mayor deterioro de los cuerpos de seguridad del Estado”; han incrementado las respuestas privadas a la seguridad y la justicia; existe una “militarización represiva de la seguridad”; en quinto lugar, observan que el empobrecimiento de la sociedad, acompañado de la impunidad generalizada, ha significado un estímulo a diversas formas de delito; por último, “la destrucción institucional que continúa padeciendo el país es el factor explicativo más relevante del incremento sostenido de la violencia y el delito”.

Es justo en ese factor en el que el director y fundador del OVV, Roberto Briceño León, se afinca. Razona que existen dos interpretaciones: la violencia se origina en la pobreza y la desigualdad o que las normas y leyes han perdido fuerza en la vida de las personas y en la convivencia.

Briceño descarta la primera con una simple solución: “Entre los años 2002 y 2012, cuando se percibió la mayor riqueza de la historia, y se redujo la pobreza y la desigualdad, los homicidios, robos y secuestros se incrementaron”. Ni los países más pobres de América Latina ni los estados más pobres de Venezuela son los más violentos, comenta. Se enfoca en la pérdida de la institucionalidad –que son las reglas del juego que regulan el comportamiento de los actores sociales– y describe cuáles eventos traumatizaron a la sociedad venezolana y cómo cambiaron su percepción de la violencia.

El director del Observatorio ubica la legitimación de la violencia y del saqueo como herramientas de acción social y política en dos acontecimientos particulares: el Caracazo (1989), que en el tiempo de una semana dejó 534 muertes en un país poco acostumbrado a asesinatos; y los intentos de golpe (1992), que no fueron extremadamente letales, pero que sí implicaron un uso masivo de la fuerza.

Chávez pinta en este panorama

Según Briceño, a partir del expresidente Hugo Chávez el crecimiento de la violencia en Venezuela ha sido sostenido. En los dos primeros años de su gobierno se duplicaron los homicidios. A pesar de algunas variaciones, la tendencia al incremento ha sido sostenida y acelerada.

La explicación, indica Briceño, es que se ha llevado a cabo un proceso de destrucción institucional por el Gobierno. A propósito.

Durante el tiempo que el chavismo ha mantenido el poder, se ha justificado el robo por necesidad y se ha exaltado la resolución violenta de conflictos. Incluso se condecoró a los militares que participaron en el intento de golpe de Estado el 4 de febrero de 1992, asegura el director.

La falta de normas desorienta a las personas si no hay protección efectiva. Se sienten indefensas y vulnerables. “Si no hay respuestas a la transgresión, se vive en la impunidad. La institucionalidad es lo que ha fallado en Venezuela”.

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