Venezuela

La Semana Zángana relegó al lavatorio de pies

Desde especialidades gastronómicas como el pisillo de chigüire hasta una quema de Judas secuestrada por el malandreo y la polarización, muchas de las tradiciones de Semana Santa han derivado en antiguallas obsoletas en las catacumbas de un gigante lanceado en un costado, pero no vencido: el catolicismo

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De un tiempo para acá, la Semana Santa es recordada sobre todo como un nuevo aniversario de los misterios de gozo de “Cabeza e’ Caja”, el hombre que, en pleno sábado de gloria, se subió a un yate a hacer perreo extremo con Rosa (que no Rosita, ojo) al ritmo de éxitos bailables del momento como “Siete locas” (aquí una investigación bastante completa sobre el caso Los Juanes, en tiempos en que no existía El Estímulo).

Aquel esparcimiento ante menores de edad en un cayo de Morrocoy resulta hoy algo bastante más rutinario que el cuajado de morrocoy, una antigua especialidad gastronómica de la Semana Mayor ahora crucificada por los ecologistas (aquí, una minuciosa descripción de cómo era martirizado el inofensivo quelonio, un padecimiento digno de ser incluido en un extra para Blu-Ray de La Pasión de Cristo de Mel Gibson). Del no menos exótico pisillo de chigüire, quizás fue el destino final de los últimos ejemplares del roedor más grande del planeta que quedaban en el Parque del Este.

Mientras tanto, la publicación masculina UB recrea la visita a siete templos contemporáneos.

Hubo una época no demasiado lejana en que era inconcebible una telenovela o un partido de fútbol un Jueves Santo (este año se disputará un Perú-Venezuela de la eliminatoria sudamericana, y el Vaticano ya anda demasiado angustiado por el Oscar para la película Spotlight como para levantar la voz ante esas minucias). En programas como Lo Increíble, que transmitía RCTV en los tempranos ochenta, Eladio Lárez exponía casos como el de una muchacha a la que le habían salido cachos por pegarle a la mamá el día y la hora (nona) en que murió Cristo. La Semana Santa era un tiempo para el recogimiento, palabra que ahora tiene otra acepción, incluida la del recogimiento de agua en tobos porque puro aire es lo que sale de los grifos.

“Me crié en una familia de honda raigambre cristiana y para nosotros la Semana Santa era eso: una semana en la que jamás había playa y cumplíamos con todas las misas desde el Viernes de Concilio hasta el Domingo de Resurrección, pasando por el lavatorio de los pies del Jueves Santo y la bendición de aguas el sábado de gloria en la medianoche”, recuerda el comediante y cantante lírico Cayito Aponte.

“Soy de La Victoria, en el estado Aragua. Mi mamá era la encargada de adornar a la Dolorosa y mi papá de preparar la fiesta del Nazareno el Miércoles Santo. Lo ayudé desde muy niño. Luego fui maestro de capilla en el coro y cantaba el Popule Meus. Terminaba y me metía a cargar la imagen de la procesión: nos tardábamos cinco horas en darle la vuelta a la plaza José Félix Ribas”, agrega el ex imitador número uno de Carlos Andrés Pérez en Radio Rochela acerca de una faceta personal no tan sospechada. Un preadolescente de hoy le preguntaría si no hay un videojuego de realidad virtual con ese sangrero que mentaban el viacrucis.

“La Semana Santa infundía terror”

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Foto: Fabiola Ferrero

Además de algunas de las descripciones más certeras del sopor que ocasiona la reverberación solar de estos días, Doña Bárbara de Rómulo Gallegos contiene un párrafo admirablemente redondo que sirve de Gastronomía típica de Semana Santa para Dummies: “Jueves Santo. Día de abstinencia de carne de animales terrestres, porque la tierra es el cuerpo del Señor que está agonizando en la Cruz, y quien come las carnes que de ella se nutren, profana y martiriza con sus dientes el propio cuerpo de Dios. Día de no trabajar; ni en la sabana, ni el corral; porque esto arrumaría para toda la vida; día de soltar las queseras, porque la leche batida en días santos no cuaja y se convierte en sangre. Día solamente de pescar galápagos, cazar caimanes y castrar colmenares”.

Rafael Cartay, investigador de gastronomía autóctona, aporta: “En los Andes venezolanos se acostumbra consumir los Siete Potajes, siete platos diversos que no llevan carne de res pero si de pescado: atún, bacalao, bonito. Esa tradición es muy fuerte en Trujillo, especialmente en Boconó. También son usuales los fideos y dulces como el majarete. Cuando yo era niño, en el llano de Barinas, la Semana Santa nos infundía terror. No podíamos decir groserías, las radios se enmudecían, los espejos eran cubiertos con una tela y la matraca resonaba en las calles. Me bañaba rápido pues tenía miedo de convertirme en pescado. En mi casa se comía pisillo de chigüire y varias ensaladas, entre las que recuerdo con cariño la ensalada criolla (papa, remolacha, zanahoria, lechuga, huevo duro, aguacates; en los buenos tiempos se le agregaba palmito) y la ensalada rusa, con mayonesa y uvas. Ésas eran mis tradiciones”.

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Almuerzo de Viernes Santo en Mérida. Foto: hilarysosa.wordpress.com

Monseñor Roberto Lückert, arzobispo de Coro, hace la acotación de que ya la iglesia católica no exige de manera obligatoria la abstinencia de carne (que ya los muchos de los venezolanos están cumpliendo de facto los 365 días del año): “La Santa Sede se adelantó a esta situación y ya indicó que se puede sustituir la abstinencia por cualquier otra obra de misericordia, por ejemplo, visitar a un enfermo o a un preso. El pescado se ha vuelto un plato de gourmet, algo para ricos. No hay forma ni manera de comprar atún o siquiera sardinas, que era un plato del pobre y ahora ni se consigue”.

Lückert admite que, además, el flagrum (*) de la delincuencia ha lastimado a la tradición de las procesiones masivas, sean en Caracas o en la capital de Falcón. Olvídese de émulos de Dimas, el buen ladrón crucificado a la derecha de Jesús: a Cristo ya no le clavan una lanza en el costado, le sacan una nueve milímetros. “Los pasos (procesiones) aquí en Coro se hacían de noche, pero muchos se han tenido que recortar o empezar más temprano, porque no se trata solamente del peligro al que está expuesta la procesión en sí, sino del regreso posterior de la gente a sus casas. Hace unos días se robaron la cruz y la corona del sagrario en la catedral de Coro y también conseguimos a un antisocial que se quería llevar los candelabros. Los turistas que están llegando a Coro se están encontrando con la catedral cerrada, porque por la inseguridad solo la abrimos para los oficios de la mañana y la tarde”.

(*) Látigo romano de bolas de plomo

TVES sí se dará con furia

“Recuerdo que en la televisión, además de pasar películas como Ben-Hur y Los Diez Mandamientos, se exaltaban los cultos de cada día: Jesús en la columna el lunes, Humildad y Paciencia el martes, El Nazareno el miércoles, La pasión de Cristo el jueves y el Santo Sepulcro el viernes. Eso sí que verdaderamente se ha perdido mucho”, lamenta Cayito Aponte. “Venevisión en lo posible procura respetar la tradición, lo que pasa es que tenemos tantos problemas como país, que nos olvidamos de las cosas importantes para el espíritu. Pero el venezolano es una persona responsable, querendona y religiosa”, replica Winston Vallenilla (padre), la insepulta voz oficial de La Colina.

Una revisión rápida a la parrilla de programación tentativa de los principales canales nacionales en Directv para lo que queda de Semana Mayor revela que, aunque el respeto a la tradición católica no ha desaparecido 100%, sí está sumamente menguado: Venevisión continuará transmitiendo Portada’s y todo su paquete íntegro de telenovelas, aunque en descargo de la estación del Tigrito, dos de ellas tienen títulos que aluden al Señor: la venezolana reciclada Válgame Dios (2012) y la mexicana Que te perdone Dios (2015). Sorprendentemente, Venevisión Plus anuncia Madre María de San José (Jueves, 7:00 pm) después del chaca-chaca de la Doctora Nancy. La TVES de Winston (hijo) se dará con furia con el clásico Marcelino, pan y vino (4:00 pm) y Jesús de Nazareth (7:00 pm) como antesalas para el juego entre Perú y la Vinotinto este Jueves Santo (9:45 pm).

Televen seguirá poniendo el reality show judicial Se ha Dicho y el sucesor de Ají Picante (El Avispero), aunque pasará películas (no precisamente sacras) el Jueves y Viernes Santo a las 8:00 de la noche en vez de novelas: Mi semana con Marilyn y Rocky, para cerrar con el largometraje de televisión Barrabás (2012, con Billy Zane) el domingo a las 7:00 pm. ¿Por cierto, alguien recuerda cuando la película venezolana Domingo de Resurrección (1982) era una fija? Hasta la Quema de Judas, costumbrismo exhausto inmortalizado por Román Chalbaud en la cinta homónima de 1975, ha derivado en excusa para martillar peaje a los incautos o en rebatiña distorsionada por la polarización: vamos a medirnos en la calle a ver si quemamos más muñecos de Irochima o Ramos Allup.

 Los “Katólicos” del Monseñor

Para un católico que pase estos días al lado del antiguo Cine Broadway en Chacaíto, la Semana Santa también es un recordatorio amargo: en los últimos 100 años, el porcentaje de fieles (metidos en el saco los que no han tragado más nunca una hostia después de la Primera Comunión) ha bajado de 90% a aproximadamente 70%, mientras que el cristianismo protestante y congregaciones inclasificables como la Oración Fuerte al Espíritu Santo ya rondan 20%.

“Claro que me preocupa que muchos venezolanos estén apostatando, es decir, negando su fe debido al relativismo, la influencia de la santería y el proselitismo que están haciendo los cultos protestantes. Vengo de un país en el que todavía hay un poco de respeto por la abstinencia y en el que, por ejemplo, no se imparten clases el Miércoles de Ceniza y la radio solo emite música instrumental el Viernes Santo”, confiesa Jorge de la Cruz, sacerdote de la congregación de los Catecúmenos que nació en México y desde hace cuatro años catequiza en Venezuela, específicamente en el sector caraqueño de La Silsa. “Aquí la Semana Santa es vista más que todo como una oportunidad masiva para irse a la playa o de vacaciones. Otros creen que todo termina el Viernes Santo. Se murió Jesús y hasta allí. No le prestan la más mínima atención a lo más importante, la resurrección de Cristo. Eso sí, como mexicano, lo que más me llama atención es la devoción del Nazareno el Miércoles Santo. Allí sí se desborda la religiosidad natural. Lástima que luego acuda menos gente a las actividades de Jueves y Viernes”, equilibra el padre De la Cruz.

“En Venezuela hay muchos católicos con ‘K’, así los llamo yo. Los bautizan pero no van a la iglesia y no tienen formación. A un católico firme no lo convence un evangélico. Casi todos esos cultos vienen del Norte: una vez Roosevelt dijo que, si querías conquistar a Latinoamérica, debías empezar por descatolizarla. Los protestantes tienen mucho éxito en sectores marginales que han sido abandonados porque no tenemos suficientes sacerdotes. Al fin y al cabo, un pastor no enseña cosas mal hechas, porque predica que hay que amar a Dios y al prójimo. Pero nos preocupan los números, sin duda. Pero de todos modos aquí hay tradiciones muy fuertes con las que no ha podido la crisis ni las persecuciones, como la fiesta del Nazareno”, coincide Monseñor Lückert.

Cayito Aponte hoy también preservará la tradición en la basílica de Santa Teresa: “Me iré bien temprano con mi señora y mi hijo, porque todos estos días estoy ensayando para el montaje El Hombre de la Mancha, desde el 22 de abril en el Aula Magna de la UCV. Cuando ves toda esa cantidad de gente que va a visitar al Nazareno, recuerdas que hay muchas cosas de la Semana Santa que todavía se conservan, y no solamente en los pueblos del interior”.

Si me permite, cierro con una confesión personal. No voy más a misa y solo me confesé una vez cuando tenía 11 años en 1986, y al domingo siguiente cometí sacrilegio porque comulgué después de maldecir repetidamente viendo los cuartos de final del Mundial de fútbol. Detesto el sahumerio y constantemente pongo en duda la existencia de un ser superior. Pero hay algo en lo que creo supersticiosamente: por más calorón y pestilencia a cerro quemao que haya en estos días, el Viernes Santo a las 3:00 pm, la hora en que hipotéticamente expiró Cristo (sin hacer la conversión a horario de Palestina), el cielo oscurece, el clima se pone raro y se percibe una silencio insondable.

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