Venezuela

Sobre el derecho a gobernar de Elías Jaua

En Venezuela ahora no se produce nada, y la demanda insatisfecha, entre otros muchos motivos que delatan irresponsabilidad cambiaria y fiscal, ha colocado a la inflación en los niveles actuales: cotas que amenazan con sobrepasar el 300 por ciento este año, y, probablemente, más de 2 mil por ciento en el 2017.

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Para evadir la parada constitucional del referéndum revocatorio, planteada como una solución política a la crisis más grave que le haya tocado vivir a este país en todos los ordenes, Elías Jaua, un clásico entre los cuadros políticos de la revolución bolivariana, ha levantado su voz en defensa del “derecho a gobernar” que le asiste a su partido.

Derecho este, que, sin interpretamos al inefable Jaua, al parecer, no presenta correspondencia en materia de deberes, y que exime al cuadro dirigente nacional de la obligación de decir la verdad. Jaua, como todos sus compañeros, defiende con denuedo la matriz de las decisiones que ha tomado el chavismo, pero pretende que sea la oposición la que concurra a asumir sus consecuencias.

Gracias a las resoluciones de Jaua y de sus compañeros, cuyas potenciales consecuencias fueron largamente advertidas por varios sectores de la sociedad, la economía venezolana atraviesa una contracción de carácter histórico, jamás vista en ningún otro ciclo administrativo del país. En el primer semestre de este año, por ejemplo, la caída podría tocar el escandaloso fondo de -11 por ciento. Son casi 9 trimestres seguidos en el subsuelo de la depresión.

Luego del inédito proceso de expropiaciones adelantado durante estos años, en el agro, en la industria, en el sector servicios, en el comercio, lanzado hoy al arenero de la chatarra estatal y comunal, Venezuela no tiene hoy instrumentos propios, músculo industrial para salir de la postración en la que se encuentra.  Los inventarios del país son Mercal, Bicentenario, Café Venezuela: experimentos fallidos que hoy ni existen.

En Venezuela ahora no se produce nada, y la demanda insatisfecha, entre otros muchos motivos que delatan irresponsabilidad cambiaria y fiscal, ha colocado a la inflación en los niveles actuales: cotas que amenazan con sobrepasar el 300 por ciento este año, y, probablemente, más de 2 mil por ciento en el 2017.  Gracias a eso, a los errores de Jaua y sus ministros, los venezolanos trabajan para recibir como salario una moneda que no vale nada.   El cuadro económico venezolano está tan anarquizado y produce tanta vergüenza, que, tanto Jaua como el resto de sus compañeros, lo esconden con sigilo. El BCV, que controla el partido de Jaua, lleva meses sin abrir la boca para hablar de economía.  De hecho, entre ellos es bastante infrecuente el sólo uso de la palabra “inflación”.

Destruido el aparato económico nacional entre la ceguera dogmática y la corrupción, al no quedar nada por sembrar o producir, el gran negocio del chavismo se convirtió en importar. Para ello, los chavistas se sirvieron de un draconiano control cambiario que le colocaba una dinámica muy específica a la economía nacional. Ha sido el gobierno el que decide qué se puede y qué no se puede hacer con las mercancías y los bienes en el país, que circulan bajo su supervisión, en un convenio impuesto en el cual, por primera vez, es Miraflores el que decide cuantas divisas y en qué términos se le ofrece a cada productor o empresario para que haga lo convenido.

Los ministros del gobierno chavista diseñaron un esquema cambiario triple, parecido al de Jaime Lusinchi en los tiempos de Recadi. Comprando divisas baratas y vendiéndolas caras, los chavistas, los del PSUV, los compañeros de causa de Jaua, ejecutaron uno de los desfalcos patrimoniales más costosos y dañinos que hayan sufrido las arcas venezolanas en su historia. Por eso es que, en un parpadeo, en esta nación millonaria no se consigue pasta dental, desodorante u hojillas de afeitar.

Así se diluyó el dinero de los fondos nacionales de ahorro, el Fonden y el Fondo Chino, dejando a Venezuela sin divisas para atender una caída de precios petroleros, y arrodillando a la población, que ahora espera el recado de los Clap.  Obsesionados con lo que ha dispuesto el Plan de la Patria –el Corán de la feligresía chavista-, se multiplican entonces, reforzados, los operativos de fiscalización de precios: los precios siguen subiendo.   Un acuerdo parcial con el FMI, un préstamo convenido como el que ha acordado Daniel Ortega en Nicaragua, podría aliviar el apuro financiero venezolano. La opción no ha querido ser considerada: todos los pecados pueden cometerse a nombre de la revolución, menos este.

Claro que las consecuencias en torno al derecho de Jaua y sus compañeros a gobernar presenta otras caras, aún más graves. La comentada “Unión Civico-Militar” ha producido en el país un complejo entuerto, que ha lesionado la integridad y el prestigio de sectores de  las Fuerzas Armadas frente a sus ciudadanos. La hipercentralización camina junto a la militarización. La neutralización de las alcaldías y gobernaciones no ha fortalecido el poder comunal: ha significado el derrumbe del poder nacional frente a problemas elementales.

Todo el mundo sabe, comenzando por Jaua, que los sistemas de tráfico más consolidados, los que costará más trabajo desmantelar en la red de controles que fomentan la corrupción, están vinculados a negocios de la gente de uniforme: el tráfico de gasolina en las zonas fronterizas; la minería ilegal en el Parque Nacional Canaima; la migración de productos a Colombia y los jugosos negocios portuarios. Claro: para poder ejercer el derecho a gobernar, es importante tener a los militares contentos.

En este país se ha invertido muchísimo más en compra de armas de guerra que en el diseño de políticas de seguridad ciudadana. El resultado está a la vista: el trasiego de drones, ametralladoras y fusiles de calibre diverso en las calles, en manos del hampa. La Unión Civico Militar se ha concretado con éxito: ahora el hampa civil tiene armas de guerra y ha nacido la sociedad paramilitar. Secuestros que se ejecutan en urbanizaciones y barrios con granadas; bandas de delincuentes que tomaron los pueblos más apartados; escuadrones que son auténticos núcleos de la maldad, y que pudieron tomar aliento bajo el tráfico populista y el descuido electorero. Todavía Jaua y sus compañeros están buscando por dónde es que anda Alvaro Uribe para responsabilizarlo de lo que ellos no han sabido hacer.

Las consecuencias del derecho a gobernar de Elías Jaua y sus compañeros, han sido, como ha quedado visto, devastadoras. El experimento ha salido demasiado caro. Venezuela llevaba tiempo mal, pero claro que no se merecía un desenlace de este tenor.   Jaua, otro político que hace teología con sus principios, seguirá cazando en el aire argumentos para intentar demostrarnos que la culpa no es de ellos, sino de la oposición.

Los números son esos. Los resultados son esos. Son y serán esas las consecuencias, Elías Jaua, dolorosamente, gracias a lo que ustedes, los chavistas, hicieron y dejaron de hacer luego de pasarse 17 años en el gobierno, ejerciendo el poder con un control no visto en muchísimos años sobre todos los resortes de la sociedad y el estado.

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