El diputado oficialista también se refirió al reciente cacerolazo que vivió el presidente de la República, Nicolás Maduro, en el sector Villa Rosa de Margarita, y afirmó que la protesta fue realizada por un "pequeño grupo".
El diputado oficialista, Elías Jaua, aseguró este martes que el chavismo no le tiene miedo al referendo revocatorio y afirmó que lo que sí han ratificado es que «se haga bien» y en los lapsos necesarios.
«El referendo es un derecho constitucional, pero tenían (opositores) que hacerlo a tiempo. Tenían que empezarlo a solicitar el 11 de enero. Quien ha impedido que el referendo sea este año es la oposición con sus trampas», dijo entrevistado durante el programa Vladimir a la 1, que transmite Globovisión.
Jaua dijo que unas elecciones en el contexto actual profundizarían la crisis política y social del país y, por tanto, recalcó, el diálogo es fundamental.
«Nadie le reconocería la victoria a nadie aquí. Lo pertinente en este momento es sentarnos a dialogar (…) No le tenemos miedo a la pérdida del poder, defendemos la permanencia en el poder de este proyecto popular. No tenemos miedo al referéndum, lo que hemos dicho es que se haga en los lapsos y se haga bien».
El dirigente político señaló que no ve a la oposición venezolana como una opción democrática para gobernar el país, y calificó al presidente de la Asamblea Nacional (AN), Henry Ramos Allup, de «irracional y enfermizo».
«Pequeño grupo» en Villa Rosa
Jaua también se refirió al reciente cacerolazo que vivió el presidente de la República, Nicolás Maduro, en el sector Villa Rosa de Margarita, y argumentó que fue obra de un «pequeño grupo» de la comunidad.
«El Presidente anda en la calle y se encontró en una situación a la que estamos acostumbrados, sobre todo en sectores populares que expresan reconocimiento pero también legítimos reclamos», dijo.
Jaua indicó que Maduro se bajó a «dar la cara» para evitar una confrontación entre dos grupos: «Nicolás es un hombre valiente. Eventualmente, te puedes conseguir con un pequeño grupo».
Sostuvo que no era una gran movilización que ameritara el despliegue del orden público: «El toque de cacerolas es un acto de protesta, pero esto no se puede convertir en un acto de intolerancia».
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