Venezuela

¿Las elecciones en Nicaragua copian el guion chavista?

Las similitudes, una vez puestas en evidencia, son difíciles de ignorar. Daniel Ortega buscará el domingo su cuarto mandato y tercero consecutivo en los comicios en Nicaragua y es imposible no comparar la situación con la realidad electoral en la nación venezolana: reelecciones, dominio político, ausencia de observadores internacionales, favoritismo a familiares y falta de separación de poderes.

Publicidad
FOTOGRAFÍA: AP | Ariana Cubillos

La historia es cíclica y el guion de los procesos electorales en los países latinoamericanos no deja de repetirse. Daniel Ortega se perfila como el gran favorito para ganar nuevamente los comicios electorales en el país centroamericano.

No es necesaria una porción grande de pericia para reconocer las similitudes que existen entre la situación electoral en ese país con el desenvolvimiento de las votaciones bajo el mandato de la revolución chavista.

Una vez más

Abandonar el poder no se perfila como una opción para los presidentes que han sido aliados al fallecido Hugo Chávez. Daniel Ortega estaría buscando su cuarto mandato (desde 2007) y tercero consecutivo en las próximas elecciones y, por los vientos que soplan, no piensa dejar su puesto en la Casa Naranja, palacio presidencial de Nicaragua. Detractores del gobierno nicaragüense aseguran que el líder sandinista intentar implementar una nueva dinastía como la que en su momento tuvieron los Somoza, los dictadores que estuvieron al frente de la nación entre 1934 y 1979.

Chávez planteó en 2009 un referendo constitucional para realizar una reforma en cinco artículos de la Constitución de Venezuela, entre los que se encontraba la reelección indefinida del Jefe de Estado. La propuesta le permitió el chavismo asegurar el poder no sólo en la presidencia, sino en la mayoría de gobernaciones y alcaldías.

Repartición de cargos

Una esposa, un hermano, un primo, un tío lejano, un amigo de un amigo. El nepotismo es, al parecer, la tendencia preferida por algunos mandatarios latinoamericanos para llenar la nómina de los cargos públicos. En el caso venezolano, la familia del expresidente Chávez dijo presente en puestos de gobierno, como gobernaciones, alcaldías y ministerios.  Nicolás Maduro sigue la costumbre: movió el ajedrez político para que su esposa Cilia Flores obtuviera una curul en las elecciones legislativas del 6 de diciembre de 2015.

En Nicaragua también prevalece el favoritismo. Principalmente, la esposa del presidente, Rosario Murillo, se presenta como la candidata a la vicepresidencia por el Frente Sandinista (FSLN) de cara a las votaciones del próximo domingo, violando la Constitución. Murillo es en la práctica la que maneja la presidencia en la nación centroamericana, según sus detractores.

Sin lugar en la Asamblea

Ocupar todos los espacios de poder y no dejar nada para el contrario es justo y necesario, al menos para los mandatarios de ambos países. El pasado mes de julio la Asamblea Nacional de Nicaragua, al mando del gobierno sandinista, suspendió a 28 diputados de oposición, entre los que se encontraba Eduardo Montealegre, coordinador de la principal alianza opositora.

El Palacio Legislativo de Venezuela había sido controlado por más de década y media por dirigentes del chavismo, hasta que la oposición logró capitalizar el descontento por la crisis en votos y arrebató el control del poder a los oficialistas en los comicios legislativos. Desde entonces, el Gobierno ha utilizado distintas maniobras legales para minimizar las facultades contraloras del único poder manejado por la oposición. La disidencia a Maduro acusa al Tribunal Supremo de ser utilizado para hacer frente a la Asamblea Nacional con sentencias que favorecen solamente al Ejecutivo.

Daniel Ortega
(Foto. AP | Esteban Felix)

¿Y los opositores?

Los juegos electorales no están equilibrados ni en Nicaragua ni Venezuela. Con la estructura electoral dominada y el manejo de los poderes, ganar elecciones se ve cuesta arriba a la oposición nicaragüense. Ortega, quien se encargó de quitar del medio a sus opositores y cerrar las vías democráticas, es quien tiene mayor posibilidades para ganar las elecciones, con rivales de partidos pequeños de derecha y candidatos de poco peso que no le restan favoritismo y que juntos no llegan al 6% de preferencia en las encuestas.

En el caso venezolano, organizaciones de derechos humanos denuncian cómo el manejo de los dineros públicos, los medios de comunicación, las instituciones, en especial del Consejo Nacional Electoral, ha afectado la visiblización de sus opositores en las contiendas electorales de los últimos años.

Incertidumbre económica

A Nicaragua se le acabó el pan de piquito. Hasta 2015 Venezuela fue el segundo socio más importante de Nicaragua, después de Estados Unidos. Según datos oficiales, entre 2007 y 2016, Venezuela prestó e invirtió cerca de 4.800 millones de dólares en el país nicaraguense. Sin embargo, analistas afirman que ese país celebrará elecciones en medio de un panorama económico impreciso, debido a que ya no contará con el apoyo económico de Venezuela y el Congreso de Estados Unidos amenaza el acceso a créditos bancarios.

Mientras tanto, la nación venezolana vive una aguda crisis económica, reflejada con la escasez de productos y una tasas de inflación de tres dígitos.

Ausencia de observadores internacionales

“Observadores sinvergüenzas. Aquí se acabó la observación, que vayan a observar a otros países”, aseveró Daniel Ortega en su discurso ante el Frente Sandinista de Liberación Nacional cuando fue designado como candidato presidencial para las elecciones del próximo 6 de noviembre. Esa actitud le ha permitido al antiguo líder guerrillero ir a la contienda electoral sin observación internacional.

En el caso venezolano, desde que el chavismo acaparó el poder, el Consejo Nacional Electoral no ha autorizado, salvo excepciones, la presencia de observación internacional para hacer seguimiento del proceso durante la jornada electoral: ni Naciones Unidas, ni la Unión Europea ni Organización para los Estados Americanos.

Publicidad
Publicidad