Venezuela

“Hemos perdido parte de nosotros”

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¿Qué puede esperarse de un país donde los cuerpos de seguridad del Estado asesinan a jóvenes que protestan, pero que se hacen de la vista gorda ante la exponencialmente creciente inseguridad?

¿Qué puede esperarse de un régimen que amaña situaciones -avaladas por un hiper corrupto poder judicial- para culpar a inocentes y exculpar a culpables?

¿Qué puede esperarse de un sistema que dice que unos muertos son más importantes que otros?

¿Qué puede esperarse del futuro si están matando el futuro?…

A partir del 12 de febrero se cumplen tres años de los asesinatos de los jóvenes que protestaban en distintas partes del país. Un derecho contemplado en nuestra Constitución, convertido en delito por obra y desgracia del gobierno chavista. ¡Prohibido olvidar! Un pueblo desmemoriado comete y vuelve a cometer los mismos errores y está condenado a vivir y revivir los mismos horrores.

Puedo sentir aún la misma indignación cuando recuerdo a los jóvenes que perdieron la vida. La misma rabia ciega y sorda, que mira y escucha a un país que llora en silencio. Por los muertos de aquí y también por los muertos de allá, porque son los muertos de todos. O deberían serlo, no sólo porque todos somos venezolanos, sino porque ante la muerte terminan todas las diferencias. No hay más contundente igualador que la muerte.

Pienso en los padres de esos jóvenes. El mayor dolor de la vida es que un hijo muera antes que sus progenitores. Es el miedo de todos los que tenemos hijos. Y si duele cuando se trata de una enfermedad, que es una causa de muerte natural, peor es cuando lo que los mata es el odio, las balas, la represión, las diferencias irreconciliables.

Muchos de los jóvenes que murieron en aquellos actos de violencia luchaban por la libertad. Con la pasión y la entrega propias de la juventud. También con arrojo, valentía e imprudencia. La imprudencia que los hace creer que nada les va a pasar porque su causa es justa, que son infalibles ante la maldad, que podrán lograr sus objetivos con sólo desearlos. ¿Y quién les dice que no es así, si quienes una vez tuvimos su edad sentimos igual, quisimos igual, soñamos igual?…

No sé si existen cifras oficiales de las bajas de aquellos acontecimientos. Traté de buscarlas y en muchas páginas los muertos están “clasificados” como opositores o chavistas. ¿Hasta cuándo, carajo, hasta cuándo vamos a seguir sucumbiendo ante esa división? ¿Es que acaso una madre chavista siente más a su hijo asesinado que una opositora? ¿Es que un padre opositor tiene más dolor que un padre chavista? ¡Murieron venezolanos, punto! Y siguen muriendo todos los días. Todos tenemos cerca a alguien que ha sido asesinado. Opositores y chavistas. ¡Cuán bajo hemos caído los venezolanos que fuimos incapaces de unirnos por las coincidencias y ahora tampoco nos acercamos en el dolor!…

¡Qué desgracia de país tenemos! Se van nuestros jóvenes, quienes aún no se han ido se quieren ir, nos matan a nuestros jóvenes… ¿quiénes van a quedar aquí para la reconstrucción?…

Jeneth Frías, la mamá de Bassil Da Costa, el primero de los jóvenes que cayó en aquella nefasta fecha, escribió: “quisiera devolver el tiempo… el tiempo que no perdona cuando hemos perdido parte de nosotros”…

Sí, hemos perdido parte de nosotros. El régimen chavista, en su afán de dividir para vencer, ha asesinado al alma del país. ¿Volveremos a ser lo que una vez fuimos, o será verdad que “Venezuela cambió para siempre”?…

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