Venezuela

Elecciones quedan en veremos y la oposición guindando

Este año 2017 ha colocado a la oposición venezolana ante retos muy difíciles de vencer, como consecuencia de una estrategia a dos aguas diseñada por el oficialismo, para distraerla en el engorroso proceso de renovación de las nóminas partidistas y alejar el mingo de unas elecciones regionales que, por los vientos que soplan, difícilmente se lleven a cabo antes del 2018.

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Marcha oposición
Foto: Andrea Hernández

Pocos en la oposición tomaron en serio al gobernador del Estado Carabobo, Francisco Ameliach, quien advirtió a finales del año pasado que como paso previo a la realización de las elecciones regionales tendría que llevarse a cabo la renovación de la matricula de los partidos.

Esta jugada adelantada es la que ha logrado que a la fecha la totalidad de los partidos que forman parte de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) estén obligados a someterse a un esquema de renovación de sus nóminas que luce cuesta arriba para la absoluta mayoría de esas organizaciones.

Hasta ahora sólo La Causa R ha decidido no participar, asumiendo la misma actitud que el ¿oficialista? Partido Comunista de Venezuela (PCV) . Y en Voluntad Popular deshojaban la margarita, pero ya casi con un pie en la decisión de ir, en vista de que sus socios y a la vez rivales de AD, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo acordaron someterse a la dura prueba establecida por el binomio Consejo Nacional Electoral- Tribunal Supremo de Justicia.

La Mesa opositora no agotó la discusión de este tema y cada partido fue decidiendo. Los «grandes» Primero Justicia y Acción Democrática picarona adelante, y el resto no tuvo más remedio que seguir. En algún momento la gente del Movimiento Progresista, del gobernador amazonense Liborio Guaruya, asomó la idea de impulsar una sola tarjeta de un partido pequeño y concentrar esfuerzos en movilizar a todo el espectro opositor en torno a esa sigla, para burlar la estrategia del oficialismo y garantizar la legalización de una formación con la cual concurrir a la cita electoral sin la espada de Damocles que tiene la tarjeta MUD.

Pero esa idea murió al nacer.

Otra opción era la de decidir en bloque la no participación en el proceso de renovación partidista y escalar el conflicto político con el gobierno, el CNE y El TSJ.

Eso, tal vez, habría colocado a la Mesa ante el peligro de quedar fuera de unas elecciones regionales que de todos modos no tienen fecha, y ante el riesgo de repetir el fallido esquema del 2005, cuando la oposición, haciendo caso a las voces más radicales, decidió no ir a las elecciones parlamentarias, con las consecuencias inmediatas y posteriores que trajo esa decisión. Pero también habría sido difícil para el gobierno justificar unas elecciones regionales con un solo partido y seguramente con muy bajos niveles de participación ciudadana.

No obstante, aún ese proceso de renovación partidista sigue rodeado de imponderables. Uno de ellos, lo que pueda ocurrir a último momento con partidos que de buenas a primeras decidan no participar. Otro, que milagrosamente, reviva el tantas veces dado por muerto diálogo y se revisen el esquema y los tiempos de renovación de matricula partidista. Aunque la oposición ha dicho que no hay condiciones para volver a la mesa de diálogo, en política la palabra JAMÁS no existe.

Mientras tanto, y como ha ocurrido con el billete de a cien bolívares, ya hubo una prórroga. ¿Vendrá otra? ¿Será que el recurso ante el TSJ que intenten los comunistas del gallo rojo servirá para replantear este asunto? ¿O vamos indefectiblemente a presenciar cómo son guillotinados la mayoría de los 59 partidos que deben renovarse o desaparecer? ¿ Sobrevivirá la MUD como tarjeta electoral?

¿Se hará realidad finalmente el sueño del partido único? ¿Construirá el gobierno su oposición a la medida? ¿Es realmente el 2017 un año electoral o nos vemos en 2018?

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