Venezuela

Los cambios anunciados en la MUD

En medio de una grave crisis de opinión, alimentada con mucho por sus propias falencias, se ha concretado en estos días la formación del nuevo equipo dirigente de la Mesa de la Unidad Democrática.

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Desde 2009, momento en el cual fue creada, se ha concreta entonces el tercer cambio de mando de las estructuras “federadas” de la Unidad. Los anuncios se concretaron con retraso y han sido recibidos con indiferencia. Es comprensible. También es importante destacar que el cambio de mando, que tiene su contenido pedagógico, se concreta sin traumas y en medio de un ambiente relativamente armónico.

Se ha diseñado un nuevo esquema de trabajo; se ha procurado alimentar la conexión entre los dilemas de la sociedad civil y las urgencias de la política. José Luis Cartaya será ahora el Coordinador General, cargo que tendrá un nuevo perfil, con más urgencias administrativas que declarativas. Se afirma que se procurará mejorar las áreas de articulación interna, una de las grandes materias pendientes. Da la impresión de que los partidos que integran la Unidad Democrática han decidido dotarla de estructuras más estables, bajo el compromiso de que, ellos, los dirigentes de los partidos opositores, deben redoblar los esfuerzos en el desempeño.

A Cartaya lo acompañará un equipo de trabajo, que intenta reforzar el poder y la visión de mando unitaria. Es un paso muy importante. Angel Oropeza, Alfredo Padilla, Tinedo Guía y Roberto Picón en las Secretarías Política, Social y Técnica. Se trata de venezolanos intachables: todos personas muy cualificadas, que están haciendo un tremendo esfuerzo personal en este difícil contexto, sin otra apetencia que el cambio democrático y la restitución de la soberanía popular.

El éxito de la nueva estructura de la MUD dependerá, por supuesto, de una circunstancia elemental: que el aparato prenda. Que se produzca la combustión de los partidos con las organizaciones sociales, que se reactive el poder de convocatoria con las masas y que se tomen decisiones acertadas. Son escenarios que van a llegar; aunque ahora se ven borrosos. Hay mucho trabajo por hacer. Los errores cometidos en la última parte de 2016 están pesando una enormidad en las vidas de todos.

Ramón Guillermo Aveledo y Jesús “Chúo” Torrealba fueron, cada uno a su manera, con lo bueno y lo malo, dos excelentes Secretarios Ejecutivos. El primero, con su prestigio y autoridad, formalizó unos procedimientos internos que todos respetan y a los cuales todo el mundo ha tenido que atenerse, y promovió, además, un importante trabajo en materia programática, la respuesta perfecta a los frívolos que todavía afirman que “la oposición no tiene proyecto de país”. Torrealba tuvo un excelente desempeño en el debate de opinión y dotó a la Secretaría Ejecutiva de un dinamismo social que entonces lucía muy necesario. Ambos dotaron a la Unidad de una importante dosis de calorías cualitativas.

El problema de la MUD no reside en su Secretaría Ejecutiva, un cargo que, hasta el momento, tiene bastante menos atribuciones de lo que muchos se imaginan. El problema de la Mesa, a mi manera de ver, consiste en que los partidos tienen que decidirse a arrimarle el hombro para dotarla de consistencia. Ceder algo de “soberanía” en función de las instancias unitarias; consolidar la disciplina interna de la Unidad como valor compartido. Esta puede ser la oportunidad.

La verdad es que, durante lo que va de década, la dirigencia fundamental de la MUD no quiso salir de la zona de confort. Se escogieron instancias unitarias débiles y siempre hubo renuencia a aceptar los retos políticos extra-electorales, bajo la presunción de que las consultas con su inercia limpiarían el panorama. Los confines de la Unidad son exclusivamente electorales; basta con que el gobierno le esconda las llaves de la fecha electoral para que la MUD transite crisis existenciales como ésta.

Para triunfar en unas elecciones primero será necesario obligar al chavismo a organizarlas. De ese tamaño es el reto actual

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