Venezuela

La revolución de abril: más allá del liderazgo convencional

La revolución de los claveles, el 25 de abril de 1974, en Portugal, comenzó con una canción, “Y después del adiós”, de Paulo de Carvalho, transmitida por el periodista Joao Paulo Diniz.

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FOTOGRAFÍA: FEDERICO PARRA | AFP

Capitanes hartos de sus generales y superiores enriquecidos y corruptos se movilizaron en la madrugada para ocupar los lugares estratégicos del país y derrocar la dictadura. Una camarera volvía a su casa con las flores de los adornos de una fiesta que había sido cancelada. Un soldado le pidió un cigarrillo desde la cubierta de un tanque de guerra. La chica le dio un clavel en su lugar.

El soldado lo colocó en el cañón de su fusil. Todos los compañeros sobre los tanques le pidieron claveles a la chica y repitieron el gesto. El símbolo se extendió rápidamente por toda la ciudad. Fue un golpe de Estado sin derramamiento de sangre, en paz, que restituyó la democracia en Portugal.

Los símbolos son importantes, y más en los movimientos de masas, porque dan forma a los deseos y complejas motivaciones de la gente que los líderes convencionales no logran expresar. Marcan la espontaneidad y originalidad de las convulsiones sociales que pueden dar paso a cambios y transformaciones.

Y comento esto porque se me hace que las expectativas de la población sobre la gran marcha convocada para el próximo miércoles 19 de abril de 2017 sobrepasan las estrategias y los planteamientos de los principales líderes de la oposición.

¿Qué sucedería si después de una marcha que promete ser mayor que la Toma de Caracas, la inmensa concentración realizada el primero de septiembre de 2016 para exigir el referendo revocatorio del presidente Nicolás Maduro, la gente volviera a sus casas sin nada en la mano, o con la simple promesa de una frágil elección regional, tan falsa como fue la promesa del referendo revocatorio? La furia y la desmoralización serían inconmensurables.

Muchísima gente, mucha más de lo pensado, se sentiría trampeada, traicionada, por un método de apaciguamiento conocido y probado. Uno de los problemas centrales de los líderes de la oposición venezolana es que, luego de sus exitosas convocatorias, no saben qué hacer con la gente en la calle. Se asustan tanto como el gobierno.

La marcha del 19 de abril de 2017 sólo puede tomar sentido si, como el 19 de abril de 1810, se convierte en una potente revolución y conduce a la destitución del poder constituido. Y esto, en el lenguaje y la condición actual, significa que, igual que el Cabildo de Caracas en 1810, la Asamblea Nacional proceda de inmediato a la renovación de los poderes públicos, paso previo y principal para un llamado a elecciones y el inicio de la transición hacia la democracia.

No se trata de rogar al Poder Ejecutivo o al Tribunal Supremo de Justicia que devuelvan la autonomía a la Asamblea Nacional. No es pedir con timidez. Es tomar los hilos de los acontecimientos, es asumir el rumbo de la historia. Nunca antes había sido el gobierno tan rechazado, la dictadura tan débil, como para desaprovechar el momento.

El próximo 19 de abril no puede ser menos que el comienzo de un vigoroso y continuado movimiento de calles y presión popular para obligar a un gobierno forajido a abrir las vías para un nuevo pacto social que haga posible la democracia.

@axelcapriles

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