Venezuela

¿Cuál será el rumbo que tomará la crisis en Venezuela?

Los voceros del gobierno y la oposición se acusan mutuamente de ser los responsables de la violencia en Venezuela, y se facturan los muertos y heridos que deja cada protesta. A propósito de la lamentable pérdida de vidas humanas y de los centenares de lesionados, hay cuentas que no se sacan cuando se tiene claro quiénes son los responsables de la tragedia que el país vive.

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Fotografía: Andrea Hernández

Al colonizar el TSJ con los magistrados exprés, desconocer la soberanía popular que se expresó en las parlamentarias de 2015, subordinar el CNE, conculcar el RR y suspender las elecciones regionales, el gobierno cerró las vías democráticas y electorales, y obligó a la ciudadanía a tomar las calles para expresar su descontento y malestar con la grave crisis de escasez, acaparamiento y especulación que la azota. Está a la vista del mundo entero la densidad de los gases lacrimógenos que fueron lanzados por los cuerpos represivos, la detención de decenas de manifestantes, así como la amenaza de armar con 500 mil fusiles a los seguidores del gobierno para que lo defiendan del creciente descontento nacional.

Si bien las cúpulas políticas del gobierno y la oposición apuestan a exterminarse y se parecen cada vez más a la dirigencia de los países africanos que llevaron a sus pueblos a una violencia sin retorno, en Venezuela está muy clara la responsabilidad de los que tienen al alcance de la mano las medidas y decisiones para evitar que el país corra el riesgo de desangrarse en un enfrentamiento que dejará una espiral de odio y venganza que será muy difícil de contener, una vez se desate.

Arrollando la sensatez que puede quedar en ambos bandos, los voceros más recalcitrantes intentan imponen sus posiciones extremas y desenfundan para ello su ideología, su visión deformada de la realidad, sus creencias limitantes y antivalores para influir y manipular el comportamiento de un pueblo atormentado por la grave crisis económica, política y social que lo afecta. Los sectores sociales más empobrecidos terminan siendo carne de cañón, los caídos en combate, los salvajemente golpeados en la violencia civil, los torturados por los cuerpos represivos, los mártires sobre los que los politiqueros de oficio pretenden erigir su espuria heroicidad.

Pero llega un momento en que la ciudadanía toma consciencia y deja de escuchar y seguir a los farsantes y charlatanes que hacen gárgaras con pueblo, patria, democracia y libertad, pero negocian el reparto del poder a sus espaldas. Es la hora en la que el pueblo se rebela y asume su propia conducción y liderazgo. La gente se resiste a seguir siendo los tontos útiles de las maquiavélicas cúpulas políticas que hubiesen podido evitar la tragedia que ahora sufre el país. Y es que de haber subordinado su ambición de poder a la construcción de los consensos necesarios para complementar las capacidades de los poderes públicos que cada quien controla, el oficialismo y la oposición habrían logrado poder en marcha una agenda básica de interés nacional. Pero con la declaratoria del abandono del cargo de presidente y la usurpación de las funciones de la AN, cada uno prefirió apostar al fracaso del otro.

¿A dónde iremos a parar? La historia enseña que las crisis prolongadas solo se resuelven a través de una salida en la que l conformación de una nueva fuerza trasciende los factores en pugna, incapaces de dialogar y ponerse de acuerdo para ponerle fin a la crisis. Pero lejos de apostar al exterminio, las nuevas fuerzas que lideren esta transición tendrán que propiciar crecientes vínculos con los sectores moderados de ambos bandos con el fin de aislar a los extremistas y así poder crear un clima propicio al diálogo, el consenso y la reconciliación nacional como la mejor vía para retomar la paz y la tranquilidad de la Nación

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