Venezuela

¡Houston!: Maduro tiene varios problemas

El desencadenante de los graves problemas que se viven en Venezuela es el mismo y tiene su origen en las elecciones ganadas por Hugo Chávez Frías en 1998. La llegada al poder de un exmilitar con antecedentes golpistas y muertos a sus espaldas era el abono necesario para que un escenario como el actual se encuentre en desarrollo.

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Por Iván de La Vega / Foto: RONALDO SCHEMIDT (AFP)

Al vivir en una sociedad con memoria corta, asentada en bases educativas que, a pesar del gran esfuerzo realizado en la denominada «Cuarta República» en esta materia, quedaron con una deuda social camuflajeada por un contexto nacional basado en un modelo de acumulación capitalista que contó con recursos importantes provenientes del petróleo, terminó por tergiversar lo que pudo ser un proceso real de desarrollo sostenido.

El argumento central al que me refiero está relacionado al diseño de políticas de Estado y no de gobiernos. La estrategia basada en estadios de desarrollo de mediano y largo plazo son las fórmulas que han demostrado éxito en el mundo. El propósito de pensar un país bajo un proceso serio de planificación estratégica, más allá de intereses partidistas, es el quid del asunto. Esto significa buscar la permeabilidad hacia todos los sectores de la sociedad y eso está asociado a fórmulas sincrónicas que respeten los tiempos requeridos para lograr una cultura educativa masiva de calidad.

Recordemos la gran promesa gubernamental de aquella Venezuela de inicios de la democracia, en la que se intentó lograr la igualdad y la eliminación de la pobreza, para alcanzar la reivindicación social y por ende el tan anhelado desarrollo de la nación. Todo basado en el bipartidismo cuya representación utilizaba discursos populistas y vendía la idea de instaurar prácticas gubernamentales de tipo asistencialista y paternalista. Todo apoyado en elementos nacionales con altas dosis de emocionalidad.

Chávez no hizo sino montarse en esa ola discursiva pero con ribetes personalistas y fijando la atención en las clases sociales desposeídas que eran las mayorías. ‘Visibilizar’ al pobre y reivindicarlo como la base del cambio que necesitaba el país fue la estrategia a seguir y evidentemente tuvo réditos en momentos que el bipartidismo flaqueaba.

Aquel 56% que le otorgó su apoyo, pero con más de 36% de abstención, bastó para que el país virara hacia la destrucción de la institucionalidad y por esa vía el resto de la sociedad. Un presidente debe ser un estadista, es decir, “persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado”.

Si un país es capaz de elegir a Nicolás Maduro como Presidente de la República por la vía ‘democrática’, independientemente si un moribundo lo solicita públicamente, significa que la cultura educativa masiva de calidad del país no existe.

Hoy se aprecia a un ‘presidente’ sin argumentos a punto de abandonar el cargo por dar continuidad a las seudopolíticas de su predecesor basadas en un modelo anacrónico y, peor aún, sin lineamientos provenientes de diagnósticos basados en conocimiento certificado.

En fin, los problemas se le acumulan a Maduro: sin apoyo popular; con un país técnicamente quebrado por su antecesor y, por ende, sin margen de maniobra económica para continuar comprando conciencias; con millones de venezolanos en las calles reclamando su salida; pero, lo peor, es la posición que ha asumido al dar orden a las fuerzas del ‘gobierno’, de reprimir, lo que trae aparejado muertos y heridos.

El futuro que se vislumbra es el de los crímenes de lesa humanidad que no prescriben ni para él ni sus adláteres.

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