Venezuela

Esta es la historia de una situación de rehenes

Situaciones de rehenes hay muchas. Son un momento extremo en el que secuestradores y víctimas viven horas, días y hasta meses de tensión, miedo y desconfianza. Muchas veces, las víctimas incluso desarrollan el síndrome de Estocolmo, ya sea por atávicos mecanismos de supervivencia o por una especie de identificación refleja con el contrario, en el que los apresados terminan simpatizando con los victimarios

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Entonces, los secuestrados agradecen cosas elementales que les concede el malo de la historia como si fueran una dádiva magna: desde raciones de comida, hasta permiso para bañarse con agua del chorro, inclusive largas conversaciones y discursos que distraen el tedio de la captura se vuelven un favor.
Los secuestrados hasta intentan entender las motivaciones y razones del secuestrador, que pueden ir desde la simple demanda crematística porque en su casa también están pelando, o razones supremas ideológicas que hablan de la promesa de un mundo mejor, parecido al que supuestamente soñaron los antepasados.
De situaciones de rehenes están llenas las historias grandes y menudas de muchas sociedades. Líderes malignos mantuvieron a sociedades enteras secuestradas, encandiladas, dominadas y hasta manipuladas como perros de presa para atacar a otros sectores de esa misma sociedad y ayudarlos a imponer su orden.
En las películas de Hollywood abundan guiones de situaciones de rehenes, que siempre son extremas y son propicias para actuaciones memorables entre héroes y villanos, tanto, que el clima de angustia y de desenlace inminente, nos hace empujarnos una bolsa de cotufas tras otra.
En algunos de estos cuentos, los villanos ganan la partida. En otras sobrevivimos a la angustia de ver cómo asesinan metódicamente a algunos de los rehenes, los lanzan a las puertas de un banco o por la borda de un barco, solo para demostrar la determinación tipo “patria o muerte” de los que dominan la trama.
Al final, suele imponerse la negociación como única moraleja posible, pues una situación de rehenes no tiene sentido si todo el mundo estalla por los aires y nadie gana nada.
Sinopsis: Los túneles de Chavin
Hace 20 años una de las más famosas situaciones de rehenes de la historia terminó con un desenlace de película bajo la mirada, en vivo y directo, de periodistas de todo el mundo.
Estudiada por tropas de élite y terroristas de todo el mundo, la operación «Chavin de Huántar» fue exitosa gracias a una debilidad de los secuestradores: se habían acostumbrado de tal forma a ser los que mandaban en la cotidianidad, los que ponían las reglas y decidirían sobre la vida y la muerte de los rehenes, que en su rutina diaria se permitían batirse en partidos de fútbol en el salón principal de la embajada de Japón en Lima.
Ese fue el momento aprovechado por las tropas de élite del gobierno de Alberto Fujimori: entre una y otra atajada de balones, entre uno y otro pase de balón a ras del suelo, se escuchó una detonación y se abrió el piso. Por túneles excavados durante meses brotaron agentes de élite, disparándoles. En 40 minutos rescataron a los rehenes, todos menos uno y abatieron a 14 secuestradores. Dos militares también murieron y son recordados como héroes.
El día del emperador, la historia completa
La situación de rehenes había comenzado el 17 de diciembre de 1997 cuando 14 guerrilleros, o terroristas, como prefieran llamarlos, del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA, los tupamaros de por allá) , entraron a la residencia del embajador de Japón, en San Isidro, Lima, la noche en que el Reino del Sol Naciente celebraba el cumpleaños del emperador Akihito en un país gobernado por uno de sus descendientes: el “Chino Fujimori”.
Son espléndidos los japoneses: la fiesta era para 800 invitados, que habrían de convertirse en rehenes.
Había varios ministros del gobierno de Fujimori (y hasta la madre y una hermana del presidente, pero los terroristas nunca lo supieron y liberaron a estas damas sin darse cuenta de su enorme valor de cambio). El botín también incluía a numerosos diplomáticos de tres docenas de países y a miembros del Congreso de Perú. Esa misma noche fue liberada la mitad del grupo, los que tenían menos peso y más estorbo.
Horas, días, semanas, meses de tensión mantuvieron a cautivos y secuestradores bajo intensa presión y hechos una estopa de nervios.
No es práctico apresar tantos rehenes, por eso los guerrilleros aceptaron liberar un buen lote, para hacer más eficiente su estrategia de control y disminuir los riesgos.
La práctica también sirve para demostrar “buena voluntad”, una premisa importantísima dado el tamaño de sus demandas: exigían la liberación de 465 de sus camaradas presos, el pago de un «impuesto de guerra» y un mejor trato para todos los prisioneros del país. Además, pedían que Fujimori revisara sus políticas económicas neoliberales.
Dicha toma de la embajada de Japón, fue sin duda alguna, un golpe espectacular. Periodistas de todo el mundo establecieron bases de operaciones en San Isidro, estrenaban tecnologías móviles para transmitir en vivo y directo cualquier movimiento externo, buscaban contar una historia cuya médula estaba encerrada en las paredes de la lujosa residencia.
Como en toda situación de rehenes, también había diálogo y negociaciones, mientras en secreto se preparaba la espectacular operación de rescate.
En las películas y en la vida de los países, muchas veces, la situación es al revés, la acción es más obvia mientras las negociaciones se hacen en secreto y con ayudas de papas y príncipes.
La angustia habría de durar 126 largos días.
La diplomacia europea, asiática y americana jugaban sus cartas y nadie quería provocar a guerrilleros que ya nada tenían que perder. Por eso, con el pasar de los días, crecía el miedo y la incertidumbre, como las sombras del ocaso sobre las montañas andinas.
Cuba y República Dominicana se ofrecieron para darle asilo a los Tupamaros y ayudar a acabar ese drama. Pero los captores rechazaron la oferta, lo que hizo más obvio que las cosas no acabarían bien.
Las entradas y salidas de negociadores para hablar con los captores, llevar alimentos y medicinas a la casa sitiada construyeron una rutina de micrófonos, radios y cámaras para espionaje, instrucciones a rehenes, confianza y tedio.
El reconocimiento de la situación había dejado una enorme certeza: la noche no sería un buen momento para atacar, porque los guerrilleros tenían el sentido de alerta tan fino como el de los murciélagos.
En cambio, la disciplina y el orden habrían de ser su peor debilidad. Se acostumbraron a jugar al fútbol a la misma hora para distraer el tedio, la tensión nerviosa y la modorra que daba después del almuerzo. Disputaban partidos en tandas de cuatro contra cuatro y a veces, se batían contra los propios rehenes que tenían estómago y piernas para jugar con el enemigo.
Fue así como a media tarde del 22 de abril de 1997 el mundo supo que durante meses un grupo de mineros al servicio del gobierno habían labrado en secreto una red de túneles bajo la casa tomada, por donde irrumpieron los 140 agentes especiales del Ejército del Perú.
Quedaban entonces 72 rehenes y 71 salieron con vida.
Los 14 guerrilleros “emerretistas” fueron liquidados, por los comandos, pero perdieron al teniente coronel Juan Valer Sandoval, al teniente Raúl Jiménez Chávez y el rehén y vocal de la Corte Suprema del Perú, Carlos Giusti Acuña.
Los incursores se habían entrenado en secreto durante largas semanas en una casa a copia y escala de la residencia del embajador, erigida en una instalación militar.
La historia, que suele decantarse como las aguas de un río después de la tormenta, deja hoy varios recuerdos. Cada año los militares peruanos celebran la hazaña de liberación y vuelven a hacer la representación escenográfica y dramatizada de la “Chavin de Huantar” en la réplica de la casa como tantas veces fue ensayado el golpe.
En toda historia de final agridulce hay un personaje que desentona. En esta se llama Hidetaka Ogura, ex primer secretario de la embajada de Japón, ex rehén y pertinaz denunciante. Varios de los guerrilleros, sostiene, fueron ejecutados de forma sumaria por los comandos libertadores. Una solución pacífica y negociada hubiera sido preferible, afirma hoy. El caso llegó sin dividendos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Un protagonista hoy olvidado hubo en esta trama: Néstor Cerpa Cartolini, alias Comandante Evaristo, el cerebro y ejecutor de la toma de la embajada, jefe militar del MRTA. Fue enterrado en tumba humilde en el cementerio de Nueva Esperanza, en las afueras más pobres de Lima. Fue exhumado en marzo de 2001, por las autoridades para investigar las denuncias de ejecuciones extrajudiciales. Su cráneo, según otros informes, tenía ocho de las 42 perforaciones de bala que lo liquidaron.
Sus detractores lo recuerdan como un pésimo negociador que no supo valorar las cartas en sus manos. Algo hubo de pasión en esta historia, Cartolini exigía que entre los guerrilleros liberados estuviera su esposa Nancy Gilvonio Conde, presa en las duras cárceles del Estado peruano.
Fuentes: Semana, El Tiempo, El Comercio, MCN Biografias, La República, agencias de noticias.]]>

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