«Sin duda dio su vida a la democracia. Con todo y que era paciente diabético, siempre se mantuvo al día. Muy lúcido», recuerda Iván, su hijo, quien admite que fue su editor y secretario hasta el último artículo que publicó. En las historias que guarda sobre su padre, repite una palabra: lucha. «Mi padre se calificaba como un luchador social. Desde 1936 se incorporó a la lucha política y podemos afirmar sin eufemismo que le entregó su vida a la reconstrucción del país y la lucha por la democracia».
Pese a estar presentes en un velorio, el llanto no residía en tragedia, se trataba de la vida de un personaje que aprovechó hasta el último suspiro para invocar la democracia por la que tanto combatió. «Nunca retrocedió en las metas que se proponía y rectificó en el momento que tenía que hacerlo en la política. Creo que fue una de las mejores enseñanzas, que los hombres pueden tomar rumbos equivocados», asegura Antonio Machado, quien conoció a Pompeyo en Ciudad de México, durante el exilio en la dictadura de Pérez Jiménez.
Al velorio asistieron familiares, amigos y protagonistas de la democracia venezolana. Se iluminó con flores de la rectora de la Universidad Central de Venezuela (UCV) Cecilia García Arocha, de la junta directiva de la Asamblea Nacional y de sus compañeros del Movimiento al Socialismo (MAS), partido fundado por Pompeyo y Teodoro Petkoff.
Las conversaciones giraban en torno a la incansable energía con la que Pompeyo asumía todas las adversidades, así como las anécdotas que convertían el llanto en sonrisa. «Yo no conocí a mi papá sino hasta los 8 años. Después de la URSS es que lo conozco. Cuando lo vi y me abrazó, supe en ese momento la conexión que tenía como su hija», recuerda Luz María, la hija menor. En el velorio no hubo cura que guiara la ceremonia, razones obvias. Pompeyo era ateo. A medida que pasaban las horas llegaban más coronas, una de ellas llevaba el nombre de Henrique Capriles Radonski. Entrada la tarde, más amigos y conocidos se acercaron para contemplar por última vez el rostro del famoso «Santos Yorme».
Yajaira de Márquez Araujo, viuda de Pompeyo, recuerda la primera vez que lo vio, y cómo su matrimonio fue una dedicación absoluta y placentera. «Lo conocí trabajando en relaciones públicas en la cancillería y entonces instalándome en las oficinas lo vi. El era viudo, yo sola y bueno, el destino…».
Héctor Rodríguez Bauza, político, escritor y líder estudiantil en la caída de Pérez Jiménez, cuenta que conoció a Pompeyo en 1948, mientras representaba a la juventud comunista de Caracas en una conferencia regional del partido comunista. «La palabra que representa a Pompeyo es la constancia. Desde que se inscribió en la lucha política fue permanente en la pelea y por eso es que fue tan importante en la construcción y el desarrollo del partido comunista de esa época, que no tiene nada que ver con el actual», advierte.
Iván, quien se expresó largo rato sobre el legado de su padre, cuenta que pese a su inclinación política, Pompeyo siempre dudó de la candidatura del expresidente Chávez. «Chávez no me inspira confianza, decía mi padre, y de ahí en adelante demostró que su propuesta como alternativa no era lo que el país necesitaba». Incluso, recuerda que su padre comparaba la dictadura de Pérez Jiménez con el actual gobierno de Nicolás Maduro. «Decía que la otra dictadura se queda corta con la forma represiva con la ha actuado Maduro, Padrino, Reverol, Benavides. Porque él concentraba todo su fuego contra estos cuatro personajes».
Tania, su hija mayor, atesora los pequeños detalles de la vida cotidiana, que según ella, eran los que más le impresionaban, más allá de los logros políticos. «Me acuerdo que mi papá, incluso escondido de la dictadura, se levantaba temprano, se bañaba, se arreglaba, como si fuese a salir. Se sentaba y estudiaba, leía, se informaba. Esa responsabilidad por mantenerse fue lo que nos sembró».]]>
