Venezuela

La historia de dos poetas en fuga víctimas de la violencia política

Una pareja de artistas opositores tuvo que escapar de su casa en Mérida y dejar todas sus pertenencias en el medio de la noche, para salvar su vida tras varios ataques violentos de "colectivos" chavistas, en uno de los primeros casos documentados de desplazados por razones políticas en Venezuela.

Publicidad
Carmencita Molina y Ricardo Vargas (Foto Cortesía)

Carmencita Molina y Ricardo Vargas, artistas plásticos, poetas, activistas de la cultura popular y opositores al régimen del presidente Nicolás Maduro, están escondidos desde la noche del domingo, después de las votaciones de la Constituyente en Tovar, estado Mérida. Tras un incidente en el pueblo, varios sujetos arremetieron contra su vivienda en una parcela de la aldea de Buscatera, a escasos kilómetros de esta ciudad merideña.
Un primero audio con pedido de auxilio fue difundido este lunes: “Estamos huyendo. Anoche fuimos atacados en tres oportunidades por colectivos del gobierno nacional que se oponen a quienes piensan diferente y estamos tratando que la democracia y la libertad vuelvan a nuestro país”, dijo Vargas.

“Los colectivos destrozaron nuestra vivienda e intentaron quemarla parcialmente, pero además lo más grave es que intentaron quemarnos vivos dentro de nuestra propia casa, junto con algunos vecinos que nos ayudaron a reparar los primeros daños”, declaró Vargas al pedir que los ayuden denunciando lo que está pasando en Tovar, en Mérida y en toda Venezuela, “para que estas cosas sean detenidas y se obligue al gobierno a que cese en esta acción brutal, represiva despiadada, sanguinaria, depredadora del hombre por el hombre”.
Su historia es una advertencia de hasta dónde puede llegar el conflicto venezolano si no se frena la violencia, y también ha sido una hermosa lección de solidaridad colectiva.
“Estamos escondidos, tenemos mucho temor”, dijo Vargas vía telefónica a El Estímulo, desde algún lugar de los bosques de Tovar.
“Estamos solicitando garantías del Estado venezolano de que nuestras vidas, nuestra integridad en general, física y moral, no corra riesgo”, dijo tras contar los eventos de ese domingo 30 de julio en el que la historia de Venezuela se partió en dos.
“Estoy absolutamente entristecido por mi compañera…cuando ella está logrando conciliar el sueño comienza a saltar en la cama”, dice sobre las secuelas de lo que describe como un shock post traumático.
“Cuando tienes que dejar de dormir en tu casa, porque está parcialmente destruida; porque temes que penetren a tu casa y te maten y traten de violar a tu esposa, automáticamente hay un desplazamiento”, dijo sobre la situación de la pareja.

“Aspiro que se nos proteja, que protejan a mi mujer para poder llegar a nuestra casa y repararla”, dijo al destacar la solidaridad de sus amigos y vecinos en Buscatera, quienes les han ofrecido madera y tejas. Un ingeniero eléctrico y albañiles de forma gratuita también se han sumado para reconstruir el hogar.
“No somos para nada personas no gratas para la comunidad, por el contrario, somos personas apreciadas, lo que dice mucho de nosotros”, afirmó.
La denuncia de la agresión e intento de homicidio la presentaron el mismo lunes ante la fiscalía Octava de Tovar, a cargo de la fiscal Gabriela Andreína Barrera Rivera.
“La fiscal nos buscó todas las vueltas… diciendo que una amenaza no era un indicio, que una amenaza no quiere a decir nada”, dijo Vargas, un caraqueño que se refugió hace años en los páramos andinos.
Tovar es un pueblo pequeño, donde todos se conocen y la labor de los llamados colectivos, estos agresivos grupos civiles vinculados al chavismo, es pública y notoria. En los días previos a la elección, fuentes periodísticas creíbles, vecinos y activistas reportaron enfrentamientos entre manifestantes y agentes uniformados del gobierno y bandas armadas.
Al menos en un centro de votación grupos violentos destruyeron aparatos del Consejo Nacional Electoral.
Un manifestante opositor, José Fernando Sánchez Sánchez, de 16 años, fue asesinado de tres balazos durante la represión, denunciaron vecinos a medios de prensa. Otras 17 personas fueron heridas por armas de fuego.
Los sacerdotes de la iglesia de Fátima denuncian que son hostigados y amenazados por fuerzas militares porque ayudan a los heridos por la represión.
“Contamos con el apoyo de muchísima gente, pero fue difícil hacer la denuncia. Nos acompañaron cinco abogados y gente de la comunidad por el temor que tenemos de andar solos”, dijo Vargas sobre su caso personal que ilustra el drama de todo un pueblo.
La fiscal, dijo, les contestó que veía difícil seguir adelante con el caso y que recogía la denuncia por puro protocolo, por lo que les recomendó que entrara en una querella con abogados privados contra los presuntos agresores, afirma.
¡Somos colectivos, te venimos a matar!

“El domingo dimos una batalla interesante”, dijo Vargas al narrar que quedó demostrado que la gran mayoría no quería la Constituyente.
“Las votaciones fueron absolutamente pírricas”, dijo al afirmar que serían entre 1.500 a 2.000 votos del oficialismo en la Constituyente, contra 13.500 conseguidos el día 16 por los opositores en la consulta nacional. “Una diferencia bastante notable”.
Durante la jornada, los activistas opositores se metían con los votantes chavistas, les gritaban, les reprochaban que estuvieran aceptando votar a cambio de bolsas de comida racionada, la que vende el gobierno en las famosas bolsas Clap.
“Al final de la jornada, un señor en particular -contra el que quisimos actuar el lunes en la fiscalía octava- se me acercó y me dijo personalmente: ‘yo se dónde vives y te voy a escoñetar porque me ofendiste’”, cita Vargas.
“No se en qué pude haberlo ofendido. A todos les gritábamos, ‘muertos de hambre’, sin intención personal en lo mínimo contra nadie….Sentíamos que todo el que votó el domingo estaba vendiéndose por una caja de Clap”, dijo.

“Todos sentimos que lo que hizo contra mi persona fue muy puntual, muy cargado de rencor”, agrega Vargas.
Los activistas se retiraron de la urbanización La Vega, donde habían estado, porque la Guardia Nacional “entró calle por calle, pegaban culatazos contra las ventanas de las casas y las partían. En una ocasión dispararon un arma de fuego contra una ventana”, relata.
Después de haberse replegado, la comunidad decidió salir de nuevo y ellos se fueron a su casa.
“Nos vinimos a la zona rural, un área bien boscosa. No había pasado una hora de haber llegado a la casa. Mi esposa estaba recostada, disponiéndose a dormir, cuando comenzamos a sentir que partían los vidrios de todas las ventanas…con una nivel de violencia que expresaba el odio más furibundo”, dice Vargas sobre el comienzo de la pesadilla que hasta ahora los mantiene en al abrigo de los amigos.
“Por una ventana, penetraron en una de las habitaciones, pero la puerta interna estaba cerrada con llave. Nunca pudieron derribar la puerta, aunque la dejaron muy golpeada, abombada con los golpes. Mi compañera comenzaba a gritar, yo intentaba hablar con ellos, intentaba comunicarme, que me dijeran por qué hacían eso”.
“Ella gritaba pidiendo ayuda porque estaban asediando la casa. Ellos decían que nos iban a matar, uno le gritaba a otros que le pasaran la motosierra, que nos iban a cortar las cabezas. Yo les imploraba, les preguntaba quienes era, les decía que esa actitud no era algo propio de ser humanos”.
‘¡Quienes vamos a ser maldito maricón, somos los colectivos!’, cita Vargas a uno de los agresores.

«Ante los gritos de mi compañera pidiendo ayuda se retiran. Imagino que el grupo no era tan grande, en ese momento».
“Entré a la zona boscosa, le grité a una vecina que se organizaran para ayudarnos. En cosa de 10 minutos un grupo de vecinos se reunió en torno a la casa. “Somos gente de bien, la comunidad nos quiere”.
Los vecinos toman fotos, ayudan a reparar la ventana derribada.
Alguien gritó desde el patio: “¡Ahí vienen!»
Varios vecinos entraron al bosque, otros tres vecinos entraron con ellos a la casa, se armaron todos con herramientas de trabar el campo, «sentimos que llegaron de una vez a matar”.
“Les advertimos que no estábamos solos y nos íbamos a defender”.
“Tiraron una molotov contra la puerta de madera. Comenzó a incendiarse el porche de madera, la pared de caña brava, los muebles artesanales. Salimos para no morir dentro de la casa. Somos flaquitos y pequeños, pero estábamos dispuestos a defendernos. Ellos volvieron a retirarse y nosotros escapamos por miedo a que volvieran. ‘Qué ropa ni que nada’ vamos, me dijo uno de los vecinos”.
“Nos internamos en la parte boscosa, en pequeños grupos. Salimos a la carretera y nos refugiamos en otro lugar”, dice sobre la fuga.
Vargas agrega que cerca de la una de la madrugada se aproximó a ver la casa y constató que se estaba incendiando otra vez. Lograron comunicarse con los bomberos y regresaron al lugar. Aparecieron cuatro bomberos en motos y sin equipos apropiados. Junto con los vecinos, lograron controlar el fuego.
“Logramos sacar algunos efectos personales, cosas de higiene y libros, no podemos vivir sin libros”.

Ahora siguen escondidos. De vez en cuando algún amigo ha ido a la casa a alimentar a los gatos con leche y avena, a regar las plantas medicinales, y las hortalizas del huerto. Los bomberos fueron el lunes otra vez a hacer un levantamiento técnico más específico y encontraron restos de las molotov, les contaron los amigos.
“Tenemos muchos años en Buscatera, esta casa es una herencia familiar de Carmencita”, explica.
Para la pareja, lo que ha ocurrido después del ataque “es la parte hermosa, maravillosa increíble que ha sucedido”.
“Hemos recibido cientos de llamadas y mensajes que dicen toda nuestra actividad a lo largo de estos meses, años. Gente que nos dicen que nos aman… nos han garantizado dinero, comida”, afirma Vargas.
“Nosotros estamos confiando plenamente y absolutamente tenemos una esperanza cierta, sin ninguna incertidumbre en el sentido de que Venezuela tiene que cambiar a corto plazo, enrumbarse a la paz verdadera. No a la de discursos y micrófonos, sino a la paz para democratizar al país de forma efectiva, real, cotidiana. Que se nos permita hablar, se permita la protesta pública, pacífica, legal, constitucional, que nos respetemos, respetemos nuestras propiedades, nuestras vidas, nuestros derechos”, proclama Vargas.
“Vamos a seguir actuando en el nivel público como lo que hemos sido siempre: artistas, intelectuales en el ramo del arte y la poesía», dice sobre su actividad conocida en los medios de prensa, radio y TV regionales.
«Vamos a seguir trabajando, hemos enviado un poemario a cuatro manos, con poemas de amor, de fe y de libertad. Son ocho poemas que versan cobre lo que ha ocurrido, las agresión que sufrimos, con muchas metáforas, imágenes y que se refieren a lo que pensamos está pasando en el país y que va a pasar».
“Es un llamado urgente. En apenas un día y una noche he conocido el odio más virulento y el amor más profundo, contundente colectivo, en el buen sentido de la palabra, y vamos a seguir haciendo poesía, arte”, prometió.
«Estoy absolutamente convencido de que debe ocurrir una reconciliación. Es vital, es necesario”, dijo al manifestarse dispuesto a darle la mano a sus propios agresores.
Desplazados Merida 02]]>

Publicidad
Publicidad