Venezuela

Hacinados y enfermos, así viven los reos de la celda policial en Margarita

Al acercarse al área en la que se encuentra el calabozo de la Policía Municipal de Mariño (PoliMariño), en el estado Nueva Esparta, puede sentirse el calor y un fuerte olor que sale del lugar. Los privados de libertad están sin camisas para no sudar tanto, descalzos, sentados en el piso y algunos dando vueltas.

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TEXTO: JOHANNA BOZO | FOTOGRAFÍAS: SEBASTIÁN GUIDO

Se aproximan a ver quiénes son los visitantes y hacen preguntas para ver si reciben alguna ayuda. Cuando descubren que se trata de la prensa se ponen ansiosos, quieren saber qué van a publicar y si les conviene, porque aunque actualmente viven en una seria condición de hacinamiento, a causa de los retardos procesales, muchos prefieren seguir allí para no arriesgarse.
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El director del cuerpo policial, Anthony Frontado, denunció que el lugar cuenta con un espacio de 5×4, para albergar máximo a 30 personas, sin embargo, hoy tienen un total de 109 detenidos, lo que les dificulta en gran medida el cumplimiento de los derechos a la alimentación y la salud, entre otras cosas, pues tampoco cuentan con aire acondicionado para sobreponerse a las fuertes temperaturas que se registran en este momento en la zona oriental venezolana.
Precisó que de esta cantidad ocho son mujeres y uno es menor de edad. El calabozo no cuenta con espacios idóneos para separarlos y tenerlos allí, por lo que se vieron en la obligación de sacarlos a otra área pequeña. El adolescente es uno de los recapturados tras la fuga que se dio recientemente en el Centro de Internamiento de Los Cocos, en el municipio Mariño, no obstante, las autoridades del lugar no lo reciben porque allí los reclusos también se encuentran en una condición de hacinamiento.
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“La policía municipal debe tener a esas personas solo para ser presentadas. Debería ser un lapso máximo de 48 horas los adultos y 24 horas los menores de edad. En este tiempo deben ser presentados ante los tribunales de control correspondientes, pero lamentablemente pasan entre 1 y 3 años recluidos en nuestro calabozo. En la actualidad tenemos 6 penados y todos los demás procesados. No contamos con sistemas para buscar que sean reinsertados en la sociedad o para que hagan labores de trabajo. Para las visitas de los familiares tenemos que ideárnoslas. No hay espacio para que puedan comer o dormir bien, por lo que armaron un segundo piso con hamacas”, afirmó el director a El Estímulo.
Al igual que sucede en los grandes penales hay un líder que comanda el lugar. Él mandó al resto a ponerse sus franelas mientras el fotógrafo, a quien siguió en todo momento, tomaba algunas imágenes. También le indicó qué áreas podía captar con los detenidos y cuáles no. Tienen sus propias reglas, están divididos simbólicamente (y en ocasiones físicamente) en tres grupos: los trabajadores, los malandros y los líderes. Las pocas pertenencias que tienen están guindadas en bolsitas en el área donde duermen. Si algo se les cae al piso, ya no les pertenece. La comida que reciben de sus familiares tienen que dividirla.
De la sarna al HIV

Por la cantidad de personas que se encuentran en un lugar tan reducido se están presentado un sinfín de enfermedades entre los reclusos. En los últimos meses han reportado cinco casos de tuberculosis. También hay muchos que están contagiados con escabiosis (sarna) y hasta con HIV. Por el mismo tema del espacio, algunas veces deben tener a los detenidos en los pasillos, exponiendo a los privados de libertad, a los funcionarios y el personal administrativo de la policía.
“Hay mucha cercanía entre ellos, el área es muy cerrada. Desde las 5 de la tarde están en un espacio mucho más pequeño y en el día, desde las 10 de la mañana, los tenemos en el área más grande para que puedan aguantar el calor. Por el asunto de la comida y la basura hay muchas alimañas, focos de contaminación. Es infrahumana la condición en la que están estas personas que lamentablemente decidieron tener una conducta indebida en un momento dado y ahora están privadas de libertad. Se nos escapa de las manos tenerlos en ese espacio”, aseveró Frontado.
Diariamente, en procedimientos que son positivos, cuando son atrapados en flagrancia y los casos reúnen todos los elementos para proceder a una privativa de libertad, son detenidas 3 o 4 personas y los fines de semana hasta 8 al día; por lo que la cifra de recluidos no suele bajar. Cuando logran sacar a uno, entran varios más.
A esto se suma que las nuevas directrices del Sistema Penitenciario exigen que para que los detenidos sean trasladados y tengan cupos en los centros de reclusión deben ser dotados con un ‘kit’ que tenga una colchoneta, almohada, dos juegos de sábanas, 3 uniformes, 1 toalla, jabón y zapatos deportivos sin trenzas. Además, las policías municipales tendrían que pagarle el pasaje, más el del funcionario que lo custodia.
“Todo esto supera el millón de bolívares y si lo multiplicamos por la cantidad de privados de libertad es una suma muy alta que no se ejecutó ni financiera ni presupuestariamente, porque nunca se previó. Eso es nuevo y empeora toda la situación, no tenemos presupuesto. El Ministerio es el que debería correr con esos gastos porque nosotros hacemos el trabajo preventivo buscando la manera de subsanar los delitos”, comentó el director.
Inseguros dentro de la celda

Dada la condición de hacinamiento también existen grandes riesgos de seguridad. La población de detenidos sobrepasa enormemente al número de funcionarios que pueden tener de guardia (dos o tres) en el calabozo, que no tiene cámaras de seguridad y está protegido por una reja con un candado.
“Es un riesgo a su integridad física. Siempre se resguardan los derechos humanos de las personas privadas de libertad, pero ya es bien sabido que se han presentado tres motines, dos de ellos este año, en los que han quebrado todas las vidrieras, dañado las computadoras e impresoras, que son muy costosas y sirven para llevar un mejor control. A veces lo hacen para ser escuchados, pero no es la forma”, dijo el jefe de PoliMariño.

Señaló que todo esto dificulta la labor policial externa e interna, porque el personal que podrían tener en las calles patrullando debe quedarse resguardando a estas personas. Igual a las que están enfermas o lesionadas, que deben ser acompañadas por un funcionario en todo momento si son llevados al hospital. En este momento hay uno internado por una fractura en la pierna que debe ser operada.
El problema que enfrentan los penados y la policía ha sido expuesta al viceministerio de Interior, Justicia y Paz, a los tribunales de ejecución y control y la Defensoría del Pueblo, sin lograr mayores resultados.
“El llamado es a los organismos competentes de la administración de justicia para que tomen las medidas pertinentes. Recordemos que tenemos una cuadratura que dice que son dos funcionarios por cada 1.000 habitantes, ahora tenemos uno por cada 4.000. Estamos dejando de cuidar a muchas más personas”, afirmó.
La Policía de Mariño tiene una nómina de 170 funcionarios. Están formando a 60 más. Algunos de ellos se gradúan en diciembre y otros en marzo. Aun así es insuficiente para atender los requerimientos del municipio y el calabozo. El déficit de funcionarios es muy alto.
Lo que piden los detenidos
Algunos de los privados de libertad, quienes prefirieron no ser identificados, manifestaron que para ellos lo mejor es estar en ese calabozo y no que los trasladen fuera del estado porque perderían el beneficio de ver a sus familias y recibir alimentos. Por falta de recursos no podrían viajar. Otros dijeron que les da miedo, porque en un penal recibirían “plomo parejo”.
Pidieron que se haga una jornada médica para atenderlos porque la mayoría tiene sarna por las condiciones en las que se encuentran y que llegue el Plan Cayapa para agilizar los procesos judiciales de quienes allí se encuentran. “Que salgan los que tengan que salir, aquí hay muchos que ya no deberían estar, siempre se tardan con los juicios y todo eso, pero que no nos lleven lejos. Si me llevan a Puente Ayala me matan”, comentó uno de los detenidos.

Cárcel Ma
Cárcel Ma

Esta solicitud surge esto en vista de que desde febrero del 2016 en el Internado Judicial de San Antonio, ubicado en el municipio García, se hacen trabajos de limpieza, reconstrucción y adecuación de los espacios (que estimaron culminarían en dos meses), para imponer el régimen penitenciario que comenzó a aplicarse en el país el 26 de julio de 2012.
El desalojo se produjo por orden de la ministra de Asuntos Penitenciarios del momento, Iris Varela, luego de que un grupo de reclusos disparara desde el techo del penal gran cantidad de armas de alta potencia, en homenaje a Teófilo Alfredo Rodríguez Cazorla, alias “El Conejo”, quien fue asesinado. Trasladaron a 1.828 privados de libertad, dejando únicamente a 92 mujeres recluidas en el anexo femenino. Estos fueron llevados al penal de Puente Ayala en Barcelona, estado Anzoátegui; y las cárceles de Tocuyito, en Carabobo; Vista Hermosa, en Bolívar; Tocorón, en Aragua; y La Pica, en Monagas, lugares a los que aún hoy los envían.
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