Venezuela

La inteligencia del dinero

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Mucho antes de que los venezolanos emprendieran la emigración masiva que hoy sufrimos, su dinero ya lo había hecho. El capital y las inversiones se fueron antes que las personas, como anticipando un futuro que intuíamos pero del que no estábamos totalmente conscientes. Antes de que la población terminara de caer en cuenta del deterioro y el colapso de la economía nacional, ya el símbolo de la fortaleza del aparato económico, la moneda, venía devaluándose aceleradamente en un proceso inflacionario despiadado y pocas veces visto. Como señala Elías Canetti, “hombres y unidad monetaria confluyen de la manera más extraña. Uno está en lugar de lo otro, el hombre se siente tan mal como el dinero que se pone cada vez más malo…” Y es que la hiperinflación debe ser vista, también, como una defensa maníaca en contra de depresión, una depresión que es tanto económica como espiritual y anímica. El dinero parece sentir cosas que a las personas les cuesta ver. La fuga masiva de empresas catalanas, su cambio de domicilio social y fiscal a otras regiones de España, parece haber arrojado luz sobre hechos que hasta la semana pasada la población de Cataluña se había negado a aceptar. Sólo cuando vieron el dinero correr, los catalanes entendieron que la secesión e independencia los sacaría de la Unión Europea, del euro, y que su autexclusión del concierto español tendría consecuencias y costes. El cálculo económico obliga a ver realidades más allá de la emoción y la pasión. Ya vemos diputados ingleses planteando la posibilidad de repetir el plebiscito sobre el Brexit, como si las complicaciones económicas para dejar la Unión Europea hubiera cambiado en muchos hasta su sentido de identidad. No se trata de revivir y reivindicar aquí la hipótesis de los mercados eficientes de Eugene Fama. El premio nobel de economía otorgado este año a Richard Thaler es testigo de las anomalías y los sesgos cognitivos que asedian a los mercados y a las teorías económicas. Sin duda, los mercados producen distorsiones y perjuicios en la vida social y con mucha frecuencia se desajustan y colapsan. Pero lo que sí es cierto es que el dinero es el único antídoto en contra de la epidemia populista que ha contagiado al mundo entero. Más allá de la venta de mentiras y falsas promesas, o, en el mejor de los casos, a distancia de los sueños de satisfacción del deseo, el dinero es portador de una fría racionalidad y prudencia que frena los excesos. Como contrapeso de las fantasías sin límites y sin cuerpo, el dinero sirve generalmente como prueba de realidad.]]>

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