Venezuela

Ser policía en Venezuela es sacrificar la vida y luego no tener para comer

Ser policía es uno de los trabajos más duros para combatir la delincuencia, debido a que a pesar de los riesgos  que corren día a día, la retribución monetaria no se equipara, por lo que la mayoría de los funcionarios acuden a empleos secundarios -conocidos como tigres- para sobrevivir. "Nunca ha sido el mejor sueldo, pero antes alcanzaba para vivir", dice Gregorio Barreto, quien ya se encuentra retirado del oficio tras 6 años en la Dirección de Contrainteligencia Militar (Dgcim) y otros tres en la Armada. Ninguno de los sueldos que ganó en ambos organismo era suficiente, por lo que siempre debía rebuscarse en otras tareas para llevarle de comer a sus hijos: una de 19 años y uno de 14.

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La vida le ha cambiado. Dejó el uniforme a un lado para trabajar como escolta, formó parte del equipo de seguridad de un directivo de Abastos Bicentenario y para ese entonces ganaba alrededor de Bs 8.000.000. «Actualmente un escolta se mete entre 20 y 15 millones», explicó.
«Ser policía no es un trabajo sencillo. Menos en Venezuela en donde la matraca (sobornos) está en todos lados». A su juicio, esa práctica siempre ha sido parte del sistema policial venezolano y con la crisis económica afloró. El último puesto que desempeñó fue de inspector y para ese entonces ganaba más del millón de bolívares.

La culpa es del bigote

El culpable para Barreto es Nicolás Maduro. «Desde que él llegó todo empeoró«, asegura pero sin embargo, votó por el chavismo la última vez que el Presidente se postuló a unos comicios y es algo de lo que aún se arrepiente.
A él también le toco matraquear o «hacer guisos» como prefiere llamarlo. «Algunas veces cuando deteníamos a alguien esa persona me ofrecía dinero para que lo liberara y así lo hacía, pero claro también dependiendo del crimen», destacó.
Los sueldos entre cuerpos policiales no varían, afirmó el ex funcionario. «Quizás los bonos y beneficios cambian pero por lo demás todo es igual». Con lo que gana en la actualidad le alcanza para cubrir 40% de la canasta básica. A esto se le suma los 36 mil bolívares que gasta diario para ir desde Guatire hasta Caracas.

Rebuscar para sobrevivir

Jonathan Loyola es oficial en la Policía Municipal de Libertador, uno de los 14 municipios de Carabobo, en donde se ubica la cárcel de Tocuyito. Lleva nueve meses en la institución. Antes estuvo en la Organización Nacional Antidrogas y la Policía Municipal de San Joaquín en el mismo estado.
Su sueldo ronda el millón trescientos y en una quincena recibe 350 mil bolívares. Esto está muy por debajo de las necesidades de su esposa y su hija de dos años, con quien vive al sur de Valencia, una zona caracterizada por estar poblada por personas de bajos recursos. Ama su profesión porque servir a la ciudadanía lo llena, pero eso no es suficiente para sobrevivir.
«El sueldo de funcionario es muy bajo, somos lo que menos ganamos», denunció. Además de salir a velar por la seguridad de la ciudad vende vehículos y celulares. «Con eso completo para los gastos básicos y sobrevivo», dijo.
A diferencia de Barreto, Loyola culpa a la guerra económica de la crisis nacional, pero la falta de dinero en la carrera policial no es nueva. Cuando estuvo en la Policía de San Joaquín se las vio mal. A veces no le pagaban por falta de presupuesto.
En la morgue, los pagos bajos también son algo recurrente. Así lo vive Jessica Conde, quien lleva cuatro años en la oficialía de la medicatura forense de la capital del estado Carabobo. Gana un millón 300 mensual, los cuales le sirven para comprar queso y carne.
A pesar de las condiciones de las instalaciones y el peso de su trabajo, no considera que esté mal pagada. «Trabajo un día completo y libro tres, aunque gano lo mismo que el personal administrativo es un trabajo light, los patólogos y otros cargos si se meten más dinero», señaló.
Cuando no está en la morgue trabaja en un taller con una amiga que le paga diario, con eso ayuda a mantener a sus tres hijos y a un sobrino al que adoptó y con el que vive en una zona humilde del municipio Naguanagua. Ella sintió la crisis en octubre, pero otros llevan más meses inmersos en el drama nacional.]]>

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