los que, del alto cielo desterrados, perdida su belleza rutilante, son por el mismo infierno desechados.» La Divina Comedia, Dante Alighieri Recientemente, en una entrevista que le hiciera al Papa Francisco el periodista italiano Eugenio Scalfari, y que publicara el diario La Repubblica, este aparentemente declaró, palabras más, palabras menos, que: “no existe un infierno”, que las personas que se arrepienten “obtienen el perdón de Dios, pero las que no se arrepienten, y por tanto no pueden ser perdonadas, desaparecen”. “No existe un infierno, existe la desaparición de las almas pecadoras”. Poco tiempo después, el Vaticano respondió que esas no eran palabras textuales del Papa, puesto que el periodista no acostumbra a grabar las entrevistas, sino que escribe lo que entiende de las respuestas. Tanto la supuesta respuesta del Papa, como la aclaratoria del Vaticano, crearon más confusión. Entonces; ¿Existe el infierno, o no? o, ¡todo lo contrario! El concepto de infierno ha acompañado toda la historia de la humanidad. No fue inventado por la doctrina cristiana, sino que existe desde el mismo momento en que el ser humano se preguntó que sucedía, específicamente con el alma, tras la muerte, sobre todo con la de aquellos que habían demostrado hasta la saciedad la infinitud de la maldad. ¿A dónde irían? ¿pagarían sus culpas? ¿se regenerarían? Como señala George Minois, en una de las mejores obras escritas sobre la Historia de los Infiernos: “El infierno existe en todas las civilizaciones, pero evoluciona con cada una de ellas. Lo que nosotros intentamos es reproducir la historia de esas variaciones, puesto que son ellas las que reflejan las preocupaciones colectivas de las sociedades tratando de dar una respuesta al problema fundamental del mal moral.” También señala el autor, que es justamente el infierno cristiano, el primordial, el más duradero y organizado de toda la imaginería infernal, a pesar, que esta imaginería está presente de varias formas en la diversas religiones y credos del mundo, y ha servido en muchos casos, y en unos momentos históricos mas que en otros, como una herramienta muy eficiente de control social y de intermediación con los “cielos”. Curiosamente, el propio Cristo no hizo de acuerdo con lo contenido en la Biblia, ninguna alusión directa al infierno, aunque si está presente en el trasfondo de la doctrina que predicó. El concepto moderno del infierno está ligado con el sufrimiento. Puede estar en cualquier lugar en donde éste se encuentre presente. No solo en una ubicación externa, sino interna. El infierno contemporáneo no depende únicamente de factores externos, sino fundamentalmente de los internos. Es una cualidad diabólica, hacerle la vida a los demás un infierno. No está plagado de fuego y tridentes y de toda la visión alegórica que resultó de la obra de Dante, sino de malas intenciones y acciones que generan una dinámica viciosa que cobra victimas inocentes, y que en otros casos arropa con su manto de actividad febril los egos insaciables de quienes tampoco creen en un cielo alegórico o no. Me gusta mucho el concepto budista del infierno. No es un lugar. Es una sucesión de reencarnaciones o existencias sin propósito de liberarnos del sufrimiento y de ayudar a otros a lograrlo. Volviendo a la declaración, o no declaración del Papa Francisco, no debe tomarse ni como infalible, ni como inerrable, puesto que la historia y la ciencia se han encargado de probar como los seres humanos nunca están exentos de errores y equivocaciones. Es connatural y consustancial a la propia condición humana. Yo, contrario al Papa, si creo que el infierno existe. No en los términos de fuego y tridentes, aunque en toda guerra está presente esa literalidad, sino en términos existenciales reflejados en los problemas mas graves que experimentan nuestras sociedades, como la pobreza, el crimen, la guerra, la hiperinflación, las ideologías enfermizas, etc. ¿Quién puede negar que Venezuela en este momento para muchos, es un infierno? En este bello planeta en donde vivimos, ¿quién puede negar que hay infiernos en todos lados? En países, ciudades, vecindarios, casas y personas, incluyendo las acciones que cometen éstas y que dañan al prójimo y a ellas mismas. También me cuesta pensar que quien cometió desmanes en esta vida, o en otras, no se arrepienta y simplemente desaparezca, y se salga con la suya como indica el Papa. Eso si sería un infierno e iría en contra de cualquier concepto “justicia divina”, al menos como yo humildemente la entiendo. «Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno» Jorge Luis Borges. “El Aleph”.]]>
El Estímulo
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