«Me pudieron haber matado aquí», dijo conmocionado el primer jefe de Estado que conoció el país tras la muerte de Hugo Chávez. No será la primera vez que Sánchez saca los colores a Maduro, ni que el mandatario haga lo propio con el resto de la población venezolana. Aquí recordamos algunos momentos que han marcado el gobierno del autodenominado «presidente obrero».
Dakazo
El 8 de noviembre de 2013 Maduro sorprende con una medida que sería repetida muchas ocasiones en su Gobierno de diferentes formas, que significó la quiebra y el cierre de muchas empresas. Se trata del Dakazo, como se conoce a la orden dada por el jefe de Estado para rebajar forzadamente los precios en comercios y grandes almacenes hasta en 45%. El nombre surge de Daka, una conocida cadena de electrodomésticos local, en la que Maduro manda a rebajar los precios de sus productos en cadena de radio y televisión. El anuncio provocó el saqueo de tiendas en varias ciudades de Venezuela. La medida fue efectista: el chavismo logró revertir los sondeos que los daban como perdedores en los comicios municipales de ese año.
Leopoldo López preso
El 18 de febrero de 2014, Lepoldo López se entrega ante las fuerzas de seguridad y se convierte en el preso político más mediático que tiene Nicolás Maduro. López, fundador de Voluntad Popular, se entrega voluntariamente para ser procesado por distintos delitos, entre ellos «incitación a crear disturbios» y terrorismo. La orden, emanada desde el presidencial Palacio de Miraflores, según conoció luego la entonces fiscal general Luisa Ortega, responde a las protestas nacionales lideradas por el joven político conocidas como «La Salida», que dejó más de 50 muertos ese año. El dirigente fue trasladado a la cárcel militar de Ramo Verde y fue procesado en un criticado juicio que lo condenó en 2015. El político fue sentenciado a 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de prisión. A pesar de la sentencia, la causa de López y la de otros presos políticos es ventiladas en varias partes del mundo, señalando a Maduro de liderar un régimen que persigue a sus críticos. En medio de las protestas opositoras de 2017, el Tribunal Supremo de Justicia ordenó casa por cárcel al dirigente.
Chavismo pierde la AN
Las elecciones legislativas de 2015 marcaron un antes y un después en la presidencia de Maduro. Significó un hito en la pérdida de popularidad del chavismo, aseguran analistas, pues se le arrebató un poder que es el único que no controla en Venezuela. Y se hizo por la vía de las urnas: los comicios resultaron en la victoria de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), principal movimiento de oposición al Gobierno, con 112 de los 167 diputados de la Asamblea Nacional (56,2% de los votos), y el primer triunfo electoral de peso para la oposición en 17 años. El chavismo reconoció los resultados pero los boicoteó en la práctica. Desde antes de asumir los diputados, el Ejecutivo neutralizó el poder contralor del legislativo con sentencias emanadas por el Tribunal Supremo, la asfixia económica y la persecución política a sus integrantes. La Asamblea Nacional respondió con acciones para intentar sacar a Maduro de la presidencia con un intento de antejuicio de mérito, la declaratoria de abandono del cargo, un referendo revocatorio y hasta el desconocimiento del Gobierno. Ninguna de las acciones han prosperado. El choque de poderes aún se mantiene.
Las protestas y la represión
Dos sentencias del Tribunal Supremo de Justicia, neutralizando el poder de la opositora Asamblea Nacional detonó la segunda ola de protestas contra Nicolás Maduro. Miles de personas se lanzaron a las calles para expresar su descontento y acusar al mandatario de ser el responsable de la crisis económica, la escasez de insumos y el hambre que se palpa en las calles. La respuesta del Gobierno fue la represión. Venezuela se hundió en una espiral de violencia que acabó con la vida de más de 150 personas entre abril y julio de 2017. La actuación de las fuerzas de seguridad y de los colectivos (grupos parapoliciales) chavistas están en la mira de organizaciones internacionales y la comunidad internacional tras las detenciones arbitrarias, torturas, golpes y persecución sufrida por los manifestantes. Maduro logró neutralizar las protestas con la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente y un fracasado proceso de diálogo. El fin de las manifestaciones terminó de fracturar a los partidos de oposición y aceleró la diáspora.
La Constituyente desconocida
Maduro apostó por la Asamblea Nacional Constituyente para acabar con las protestas de 2017 y ganó, a pesar de las consecuencias que enfrenta en la comunidad internacional. El jefe de Estado convocó este órgano todopoderoso con un doble propósito: neutralizar el descontento popular en las calles y dar el ‘tiro de gracia’ al Legislativo. Y lo alcanzó… a medias. Tras las elecciones para elegir los constituyentes (sin presencia de la oposición), las manifestaciones se diluyeron entre reproches de dirigentes opositores y el divorcio de los disidentes radicales, agrupados en la «resistencia» ante las decisiones de la Mesa de la Unidad. El 4 de agosto, este brazo del chavismo se activó con el objetivo de tomar decisiones, al mejor estilo de una Junta de Gobierno, hasta 2019. Una de ellas fue separar de su cargo como fiscal general a Luisa Ortega, quien acusó al jefe de Estado de romper el orden constitucional.
Pero el costo de conformar la Asamblea chavista es alto: la mayoría de los países desconocen sus decisiones. Estados Unidos, Canadá, Panamá y la Unión Europea impusieron sanciones a Maduro y su entorno por «socavar»a la democracia. En medio de esto, la Constituyente toma decisiones sin ningún poder que le haga contrapeso, como el adelanto de la fecha de las presidenciales, en la que los grandes partidos de la disidencia no participan.
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