Venezuela

¿“Muchachada” o el preámbulo de una sociedad enferma?

La escena del muchacho de IV Año de Bachillerato del Instituto Escuela disfrazado de Hitler, bajando la escalera haciendo el “Sieg Heil” ante la delirante reacción de sus compañeros que se encontraban en el patio del colegio durante la celebración de Halloween, bien merece una reflexión. No me voy a referir al tema judío, porque ha sido harto tratado en los medios y más bien me permito remitirlos a los excelentes artículos que sobre el tema se han escrito, en particular los de Paulina Gamus y Soledad Morillo Belloso, a los que no tengo que agregarles ni quitarles una coma.

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Quiero reflexionar sobre qué clase de jóvenes estamos educando. Me sorprendió –como a Soledad Morillo- encontrarme en las redes varias veces con el argumento de que “fue una muchachada”, como en un intento de quitarle gravedad al asunto. Por aceptar esas “muchachadas” es que hemos llegado a donde estamos.
Quienes han desvalijado al país no comenzaron pidiendo dólares para expedir un pasaporte, ni haciendo negocios turbios a través de los controles de cambio, ni comprando containers llenos de comida podrida o centrales eléctricas obsoletas e inservibles. Comenzaron haciendo rubieras a las que sus padres quizás consideraron “muchachadas” y no les pusieron coto. Tal vez tomando el lápiz de la cartuchera de un compañero, un suéter dejado en un asiento durante un recreo o algún objeto hermoso en la vitrina de una tienda. Por eso es imperativo que la educación en valores se convierta en una prioridad. A los niños hay que vigilarlos de cerca y preguntarles de dónde provienen objetos ajenos que de pronto aparecen en casa. Y si no son suyos, hacer que los devuelvan.
De igual manera, cuando un niño se burla de otro niño, o lo acosa, o lo hostiga, también hay que enseñarle el valor de la solidaridad y de la compasión. Los niños que son acosados siempre tienen una desventaja frente a los demás y usar la ventaja que tienen los otros para hacer al acosado aún más débil, es una canallada. El bullying se detiene primero en la casa.
O cuando un joven desvirtúa –por desconocimiento o por estupidez- un episodio histórico que causó tanto dolor a tantas personas, hay que ponerlo en su sitio de una vez y para siempre. Tal vez nunca haya reflexionado sobre el hecho de que si Hitler hubiera ganado la guerra, nosotros los latinoamericanos también hubiéramos sido exterminados. O en el mejor de los casos esclavizados, porque no somos arios. Esta reinterpretación de Halloween –que de paso, no es una fiesta nuestra- que pretende caracterizar a cualquier personaje malvado, es absolutamente falaz.
Cuando uno se pregunta qué nos trajo a esta situación de deterioro moral que vivimos, la mayoría de las respuestas hay que buscarlas en el pasado.
Recuerdo que hace unos años una amiga me contó horrorizada que los “carcamales” de la junta directiva de un club de playa habían expulsado a un joven que destrozó una recién asfaltada cancha de tenis con unos patines de línea. Se montó por la cerca –la cancha estaba cerrada hasta que el asfalto se consolidara- y patinando hizo toda suerte de figuras. Al padre lo llamaron a reclamarle lo que había hecho el hijo y bajó en bata, con la chequera en la mano, preguntando que “cuánto valía esa mierda y que no lo molestaran más” porque él estaba durmiendo. Al muchacho, al menos en público, no lo reprendió. No me extrañaría que ese joven fuera hoy uno de los desvalijadores del país. Pero quien me contó la historia se quejaba de que el chamo había hecho eso “porque los carcamales no les habían buscado distracción a los jóvenes en Semana Santa”. Es decir, que no era su culpa, sino de los viejos de la junta directiva. Por fortuna, pertenezco a la generación a la que nadie tenía que “distraernos” porque nos divertíamos solos.
Volviendo al tema del disfrazado de Hitler, suponer que alguien que está en IV Año de Bachillerato desconozca quién fue y qué hizo Adolf Hitler no sólo es vergonzoso, sino que deja mucho que desear de la educación que se imparte en los colegios venezolanos. El mundo está globalizado y la información a la disposición de todos. El que no conoce no es porque no puede, sino porque no quiere conocer. Me encantaría que vieran un video preparado por el artista israelí Shahak Shapira con los selfies que la gente se ha tomado en el Memorial del Holocausto en Berlín, donde incorpora a las personas risueñas y sonrientes, danzantes y alegres que aparecen en las fotos, dentro del contexto real e histórico de las fotos verdaderas. https://magnet.xataka.com/idolos-de-hoy-y-siempre/este-artista-convierte-las-selfies-en-el-memorial-del-holocausto-de-berlin-en-selfies-en-auschwitz Debo decir que todos retiraron sus fotos del Instagram y muchos pidieron disculpas. Como también lo hizo públicamente el estudiante del Instituto Escuela, cuyo nombre desconozco, pero a quien le agradezco el gesto. Todavía hay personas vivas que llevan en sus brazos tatuados números –como si se tratara de animales- que lograron sobrevivir el horror de los campos de concentración y exterminio. A ellas se les debe respeto.
Pero esto no queda ahí. Hay también que añadirle la banalización de todo. Pareciera que para esta generación nada tuviera importancia. Que la irreverencia –que en ocasiones resulta oportuna, necesaria y divertida- es la única forma de actuar. Que subestimar todo hasta su mínima expresión es la regla… y cuando hay quejas, armar un escándalo descomunal que encontrará miles y hasta millones de replicadores en las redes… y adultos que los defiendan, porque sólo es “una muchachada”.
La próxima vez que usted vaya a calificar algo como tal, piense en el futuro. Tal vez lo que hoy le parece tan simpático sea lo que le haga llorar, sufrir o desesperarse dentro de unos años. Las cosas hay que llamarlas por su nombre y hacer todo lo que esté en nuestras manos para que episodios tan célebremente tristes como éste jamás vuelvan a suceder, porque no son otra cosa que el preámbulo de una sociedad enferma.]]>

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