El occidente del país es la parte final del interconectado nacional y esa distancia siempre la consideré nuestra perdición. Antes de toda ésta pesadilla eléctrica zuliana iba mucho a Falcón a difundir su realidad de ese momento, apagones y racionamientos, más de una vez bromeaba con los lugareños diciéndoles «aquí no se va la luz, llega» sin saber que unos años después tendría que tragar mis chistes malos, a tal punto que ya sobre el tema eléctrico no bromeo, sobre todo cuando empecé a notar que había vidas que se apagaban con cada corte de energía.
A principios de 2018 fue cuando empezaron a hacerse realidad todas las predicciones de expertos como Ciro Portillo, Marcelo Monnot, José Aguilar y varios trabajadores de la extinta Enelven que al principio se quedaron en Corpoelec. Los cortes de ese año no solo apagaron ciudades, vidas también, en ese entonces hice el caso de los tres pacientes del hospital universitario de Maracaibo que fallecieron, su respirador artificial se apagó, al igual que sus vidas. La dirección del hospital amenazó con prisión a los médicos que dieran detalles de esas muertes, pero la verdad es como la tos, no se puede ocultar por mucho tiempo.
Otro apagón llegó y con él la preocupación al ver a Maracaibo convertida en una enorme alfombra negra. «Los pacientes en cuidados intensivos», más de una vez se me salió en voz alta. En esta oportunidad una seguidora en redes sociales me ayudó con la historia. Los Ugas Bracho lloraban la muerte del integrante más reciente de la familia. «Vaya manera tiene el país de darle la bienvenida a sus ciudadanos», pensé. Todas las entrevistas me impactaron, pero el relato de la tía me dejó sin aliento, quien comentaba lo que habló con su hermano, papá del niño, en ese entonces: «cuando llegó el apagón no me daban las piernas para ir a donde estaba mi hijo, porque sabía lo que pasaría».
Fueron días duros, de protestas generalizadas, casi todas las vías de acceso a Maracaibo y otras ciudades cerradas por los apagones. La represión policial y militar dejó 45 detenidos en un mismo día a principios del 2018. Mes y medio después, ese grupo de manifestantes salió en “libertad” bajo presentación periódica.
Hace unas semanas me visitó una colega y ahora amiga. Hoy mientras le escribía, también otra colega me contactó. Ambas en coordinación casi planificada me decían, ¿cómo haces para vivir y trabajar así?
Difícil, mucho más complejo, pero no imposible. Admito que los primeros días del mes de marzo de 2019 fueron duros, recorrer de noche la ciudad que te vio nacer y no reconocerla fue una de las cosas que más me impactó, al igual de notar la oscuridad total, que sólo se iba al amanecer porque la electricidad no llegaba. Así fueron varios días. Buscar comida para la familia y a la vez relatar las historias de quienes, como yo, hacían lo imposible por comprar lo que sea sin importar el precio, vi y reporté colas enormes por hielo vendido en dólares.
Y así sobrevivimos a marzo, es difícil no incluirse en una calamidad como la vivida en esos días, imagino que los expertos en ciencias sociales y teóricos de la comunicación estudiarán por años nuestro fenómeno. Me encantaría ver a mi profesor de ética periodística para preguntarle cómo carajo hace uno para no involucrarse emocionalmente en algo así, en especial con quienes caminaban kilómetros buscando agua, hasta de los sistemas de riego de las jardineras de las autopistas las sacaban. A mí me tocaba lo mismo, buscar agua.
La primera vez que vi Mad Max me impactó, ver cómo atesoraban la gasolina me impresionó, y cómo no hacerlo, vivo en un país donde la regalan. Jamás por mi mente pasó que unos años después de ver a Mel Gibson y Tina Turner en ese filme, me tocaría ver en cada esquina escenas versionadas sobre esa realidad que las consideré imaginación de alguien, hasta ahora.
La ley del revolver. Una vez llegaron tres camionetas a una estación de servicio, se bajaron personas armadas y ordenaron al empleado llenar los tanques. Al hacerlo se retiraron tan rápida y violentamente como llegaron, el resto sólo miraba atónito, quizás pensando lo mismo que yo. Somos una versión barata de ese clásico de Miller.
Hoy se vive una crisis eléctrica que no se soluciona, las autoridades han demostrado una enorme capacidad para amenazar y reprimir. En la protesta más reciente el uso del helicóptero, como herramienta para neutralizar más efectivamente las manifestaciones, lo demostró muy bien. Seguimos sobreviviendo y trabajando en simultáneo bajo las peores condiciones sin electricidad, telefonía ni Internet. Dejar de hacerlo no es una opción en la actualidad. Surtir gasolina, agua y comprar alimentos es algo que también los periodistas hacemos, y como ciudadanos de éste país notamos lo difícil que es tener acceso a todo. Nuestro trabajo es por partida doble, lo padecemos y tenemos que relatar parte de esas experiencias, tal como yo acabo de hacerlo desde mis cuatro paredes apagadas, explicándoles cómo estos apagones fueron los más anunciados de la historia.