Venezuela

Noruega: ¿un nuevo intento de mediación?

El diálogo y la negociación están en la raíz y esencia de la política y debería ser visto como mecanismo natural para intentar encontrar una solución a los conflictos de un país. De manera que es un recurso comúnmente aceptado como una herramienta para la solución de problemas.

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Texto: Edmundo González Urrutia / Fotografía: EFE (referencial)

Sin embargo, en la políticamente crispada sociedad venezolana, la palabra «diálogo» revive, no sin razón, muchas suspicacias y aprensiones en virtud de los fallidos esfuerzos anteriores –el último de ellos en Santo Domingo-, que culminaron en una burla tanto para algunos de sus promotores como para una parte de los participantes. Al final sólo sirvió al gobierno para ganar tiempo. Dicho de otro modo, sirvió para “correr la arruga”.

Tal vez por eso, en esta oportunidad hay mucha cautela y se prefiere hablar de “contactos preliminares” en una “fase exploratoria”. Así lo dice con mucha prudencia un breve comunicado oficial del gobierno de Noruega, y así debe ser si se aspira culminar con éxito esta delicada misión.

A decir verdad, hemos llegado a una etapa de la crisis nacional que sentarse a una conversaciones pareciera ser una opción válida ante la tragedia en la que estamos inmersos en estos momentos. Lo contrario sería continuar con la confrontación. Y esto nos lleva a plantearnos: ¿hay una alternativa pacífica distinta? Si la hay, y esa sería unas elecciones presidenciales transparentes al más breve plazo posible.

La historia está llena de ejemplos de diálogos y procesos de paz exitosos: los Acuerdos de Paz en Suráfrica; los Acuerdos de Esquipulas que pusieron fin a los conflictos armados en Centroamérica; el Acuerdo de Belfast que terminó con el conflicto en Irlanda del Norte; el proceso de paz con la ETA en España; los Acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos y más recientemente los Acuerdos de Paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, donde también participó un representante del gobierno de Noruega en calidad de garante.

Con todo, para que un diálogo sea exitoso se requiere de un mínimo de condiciones que brinden credibilidad al proceso. En primer lugar, la buena fe o transparencia es fundamental para que éste sea fructífero. También es clave la disposición o voluntad para alcanzar acuerdos verdaderos y creíbles. No menos importante es la confianza que se genere en esas conversaciones y ello pasa por la creación de unas circunstancias mínimas que en nuestro caso son la liberación de los presos políticos, la restauración de las competencias de la Asamblea Nacional, un plan de emergencia para contener la crisis económica/social y la adopción de un cronograma electoral con fechas precisas para unas elecciones presidenciales al más breve plazo.

Así las cosas, cabe preguntarse: ¿es el diálogo una capitulación? O por el contrario, ¿es una herramienta “inevitable” para allanar el camino a una solución pacífica del conflicto? Como bien lo apunta el analista Moisés Naim: «Suponer que Maduro y los suyos pueden participar en un dialogo sin mentir y sin intentar manipularlo puede ser ingenuo. Pero, quizás, más ingenuo aún es suponer que en Venezuela es posible evitar el diálogo político indefinidamente».

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