Venezuela

La fe por el Nazareno no se pierde, ni siquiera en días de cuarentena

La figura salió en la mañana desde la Basílica de Santa Teresa, en un recorrido que llevó al Nazareno de San Pablo por varias áreas de la capital. Pese a las medidas anunciadas por las autoridades para evitar la propagación del coronavirus, decenas de personas salieron de casa para verlo de cerca

Nazareno
Daniel Hernández
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El Nazareno de San Pablo tiene el poder de reunir un pueblo entero y hacerle creer por lo menos una semana al año. Pero este año todo es diferente. La pandemia del coronavirus ganó terreno, y mucho, lo que obligó a las autoridades a tomar medidas extremas para evitar su propagación.

Nada más duro para los católicos verdaderos que no poder ver de cerca este año al cristo que lleva nuestros pecados en los hombros. Esa cruz de madera que pesaba tanto y que representa uno de los sacrificios humanos más grandes, según los relatos para perdonar nuestras faltas. Aun así, no fueron pocos los feligreses que lograron hacer una oración o persignarse este miércoles durante su veloz recorrido por Caracas desde el papamóvil.

Desde su lugar de salida, la Basílica de Santa Teresa, un grupo de personas llegó al sitio para mirar la imponente figura. Nirka salió temprano desde Galipán para poder cumplir con su promesa. En sus manos, dos ramos de flores ponían más color al popular morado de su indumentaria, tono visto con frecuencia para estas fechas.

“Este año, en vista de la situación, decidí traerle sus ofrendas para venerarlo, pues tengo años en tradición, así como agradecerle y pedirle que nos ayuda en esta situación”, comenta.

Por estos días todo parece indicar que la petición es la misma: esperar por el fin del brote.

Vicenta Guedes tiene 78 años. Nativa de La Pastora y muy devota del Nazareno de San Pablo, expresa con nostalgia muchos recuerdos de sanaciones que -según ella- se realizaron a enfermos de la familia durante algunos episodios de su vida.

“Siempre le pido a Dios Todopoderoso que nos cuide, porque solo Él puede sanar y el Nazareno de Caracas, según los relatos, curó a un pueblo de una peste”, dice. “El no verlo este año me duele mucho, pero quizás esto es una señal para que el hombre cambie y reflexione en su manera de pensar y actuar. Este país solo necesita gente buena”.

Para unos, este año es todo un reto mantener la fe alejado de la iglesia; para otros es una pausa a tradiciones que durante años han sido manifestadas de forma ejemplar.

Petare sin representación

Amilcar Torres es un joven de la comunidad del Nazareno en Petare. El muchacho tiene ya 7 años actuando en la representación de la pasión de Cristo en lo más alto de Petare. Amilcar relata que todos los años espera junto a sus compañeros el poder personificar a uno de los maestros de la ley o algún soldado romano.

“Yo me meto en el papel, lo hago con respeto y siento que nuestra puesta en escena es impecable porque amamos esto. Siempre dicen que Petare es lo más peligroso que Caracas tiene, pero pocos saben lo que cambia esta comunidad cuando llegan estas fechas santas, nadie pelea, se cuida el barrio, incluso chavistas y opositores trabajan juntos para que el viacrucis se logre de manera segura y ordenada”, cuenta con orgullo. “Este año todo cambio por una enfermedad que viene de lejos y no podré actuar. Nos quedaremos en casa para evitar el contagio, pero no dejo de pensar que esto nos ha marcado. Espero el año que viene podamos retomar nuestra tradición”.

La vigencia del maestro

«Y llegó el año de la peste;

moría el pueblo bajo el sol;

con su cortejo de enlutados

pasaba al trote algún doctor

y en un hartazgo dilataba

su puerta «Los Hijos de Dios».

La Terapéutica era inútil;

andaba el Viático al vapor

Y por exceso de trabajo

se abreviaba la absolución.

Y pasó el Domingo de Ramos

y fue el Miércoles del Dolor

cuando, apestada y sollozante,

la muchedumbre en oración,

desde el claustro de San Felipe

hasta San Pablo, se agolpó.

Un aguacero de plegarias

asordó la Puerta Mayor

y el Nazareno de San Pablo

salió otra vez en procesión.

En el azul del empedrado

regaba flores el fervor;

banderolas en las paredes,

candilejas en el balcón,

el canelón y el miriñaque

el garrasí y el quitasol;

un predominio de morado

de incienso y de genuflexión.

—¡Oh, Señor, Dios de los Ejércitos.

La peste aléjanos, Señor…!

Como un aire de déjà vu se siente ese fragmento del ilustre cumanés. Pero esta vez una nueva enfermedad es la protagonista, un virus que viene desde lejos y hoy nos mantiene encerrados, distanciados de familias, amigos y de las rutinas. La situación, a veces, colma la paciencia de los más inquietos. Esta vez no se puede salir a tomar el ramo de palma porque el palero no pudo subir El Ávila. Al igual que muchos en el país se quedó en casa rompiendo también esa noble labor la de conseguir la alfombra con la que le daban la bienvenida al rey de reyes y que en Venezuela es una tradición de más de 200 años.

Guarenas y Guatire sin Nazarenos

La misma orden de no llevar feligreses en masa para ver al Nazareno sucede en los pueblos de Guarenas y Guatire, en el estado Miranda (centro). A uno lo suben al calvario, al otro lo llevan a la catedral. Cada uno de estos Nazarenos arrastra un pueblo entero, un día al año para el reencuentro de vecinos y amigos para pedir por todos y por el bien del prójimo. Pero ellos también quedan encerrados y no podrán recibir sus orquídeas. La idea es que no se contagie nadie, porque el Covid-19 es invisible y golpea con fuerza.

Samuel Berroterán es un cultor de Guatire y devoto al Nazareno. Como hombre preciado hace caso a la recomendación de los sacerdotes de la periferia, quienes dicen que en estos tiempos de cuarentena es mejor darle uso a las redes sociales en lugar de salir a la calle, además Cristo y su mensaje puede entrar en las casas por las emisoras de radio y la televisión. El saber manejar estás herramientas puede hacer que la fe se mantenga sin exponernos a una enfermedad que no conocemos. Lo importante, dice Samuel, es reencontrarnos como individuos.

Por otro lado está Marta Salazar, una guariqueña que ha vivido muchos años en Guatire. Actualmente está en Argentina, pero nunca saca de su cartera la estampa del Nazareno, ella lo siente y lo venera todos los días, aun así le da mucha nostalgia no estar frente a él este año. “Aquí desde donde estoy le rezo para el bien de todos, de mis familiares y amigos. Sé que el próximo año le daremos las gracias por el favor que le pedimos de que esté virus no siga propagándose”.

El buhonero

Una parte del pueblo que se vio afectada por la cuarentena social ha sido aquella representada por trabajadores informales. El buhonero, ese que vende artículos religiosos durante estas fechas, mira con lamento cómo su mercancía se quedó en las cajas. Venderla era el objetivo, “pero llegó el coronavirus y nos congeló la mercancía”, indica Manuel Terán. “Esperaré el año que viene, si Dios quiere, para vender eso”.

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