"Míreme bien", pide Julio Pottellá. "Yo he perdido 45 kilos en apenas dos años. El hambre nos está matando. Esto es un infierno con cara de pueblo". La hiperinflación, la escasez y la falta de ingresos ha transformado a un pueblo que antes recibía a trinitarios que buscaban abastecerse en Venezuela
En Güiria, sus habitantes tienen una razón de peso para lanzarse al mar y hacer el riesgoso trayecto a Trinidad: comprar comida más barata.
Pollo, harina de trigo, arroz, aceite y hasta licores. Buscar provisiones a mejor precio es otra razón que lleva a muchos venezolanos a hacer el peligroso viaje por mar hasta Trinidad y Tobago, que se ha cobrado más de un centenar de vidas desde 2018.
De hecho, algunas de las víctimas del naufragio más reciente, que partió hace justo un mes de este pueblo costero al noreste del país, y que dejó una treintena de muertos, iban precisamente a comprar alimentos.
El bote tenía capacidad para ocho ocupantes y, según las autoridades, salió clandestinamente con 41. En el pueblo proliferan zarpes ilegales que las fuerzas de seguridad venezolanas vinculan con mafias de tráfico humano.
«Ellos iban a comprar comida para las navidades», dice Julio Pottellá, un mecánico naval de 51 años que perdió a dos sobrinos en la tragedia.
José Carlos San Vicente Pottellá, de 30 años, y Noelvis Astudillo, de 29, figuran entre las víctimas recuperadas del mar desde que unos pescadores avistaron las dos primeros cuerpos y alertaron a las autoridades costeras. El último reporte de las autoridades cifró en 29 los fallecidos, los familiares afirman que son 34 muertos.
«Tenían pensado enviar la comida en botes que traen encomiendas. Pensaban comprar, entre varios, unos 10 sacos de harina, 5 de arroz, 3 a 4 cuñetes de aceite comestible, 4 o 5 cajas de pollo. Es más barato comprarlo allá, aún pagando el flete, que comprarlo aquí y la comida es de mejor calidad», cuenta Pottellá a la AFP.
La hiperinflación, la escasez y la falta de ingresos ha transformado a un pueblo que antes recibía a trinitarios que buscaban abastecerse en Venezuela. Ahora, por el contrario, lo que hay del lado venezolano es hambre.
«Míreme bien», pide Pottellá. «Yo he perdido 45 kilos en apenas dos años. El hambre nos está matando. Esto es un infierno con cara de pueblo».
La brutal diferencia de precios
Antes, los trinitenses, o trinitarios, llegaban cada 15 días «en un ferry grande. Compraban comida, artículos de limpieza, ropa. Se llevaban de todo de Güiria. En aquella época solo se contrabandeaba desde Trinidad a Venezuela, curry y un vino que era muy famoso», comenta a AFP un habitante que pidió omitir su identidad.
Ahora no hay ferry y los venezolanos que toman esa peligrosa ruta en pequeños barcos compran para revender o para consumo doméstico.
Kevin dice que una caja de 15 kilos de pollo en Trinidad cuesta 15 dólares. «Sale a un dólar cada kilo, en cambio en Venezuela, cada kilo sale 2,1 dólares», explica con el recibo en mano.
Un saco de cebolla «sale en 50 dólares comprándolo en Caracas. Con 50 dólares compro 4 sacos en Trinidad», añade.
Sin embargo, los viajes se han visto mermados por las restricciones impuestas por la pandemia de covid-19, reforzadas tras el último naufragio.
Huyendo de la inflación más alta del mundo
Precios disparados por la inflación más alta del mundo, se elevan con más rudeza en poblaciones alejadas como Güiria, a 650 kilómetros de Caracas.
Comerciantes señalan que los costos de los productos se encarecen además por el mal estado de las vías, la escasez crónica de combustible y los sobornos que cobran las autoridades a lo largo del trayecto que emprenden para adquirir la mercancía en la capital venezolana y otras ciudades aledañas.
«Para muchos comerciantes de Güiria es más rentable comprar productos de Trinidad que venezolanos», dice Kevin, de 37 años, que vende productos en un puesto de un mercado popular porque las ganancias no le dan para alquilar un local propio.
El flujo comercial que imperó por décadas en este próspero puerto, donde los trinitenses viajaban de paseo y a comprar, se invirtió y ahora son los venezolanos quienes, además de migrar buscando otras oportunidades, ven en Trinidad y Tobago una opción para comprar a mejores precios.
Invadido por el dolor de la pérdida, Julio Pottellá lamenta «la mala situación» que obliga a muchos a irse.
Tiene un hijo viviendo en Trinidad y Tobago y a familiares repartidos por varios países, casi todos «ilegales».
Naciones Unidas estima que más de cinco millones de venezolanos han salido desde finales de 2015. Unos 25.000 han parado en Trinidad y Tobago, una isla con 1,3 millones de habitantes cuyas autoridades dicen haber acogido de manera formal a unos 16.000.
En algunos casos, sospechan que sus seres queridos están secuestrados, esclavizados o prostituidos, siempre incomunicados en islas del Caribe. En otros, en los que sí encontraron los cadáveres, exigen que se aprese a los dueños de las embarcaciones "que siguen prófugos", aunque los han visto en Güiria
Un escueto comunicado del ministerio de Relaciones Interiores afirma que el naufragio de un bote en el que murieron 33 personas cerca de Güiria fue culpa del sobrepeso, el oleaje y la falta de chalecos salvavidas. El régimen chavista también sostiene que los pasajeros iban a pasar las fiestas de fin de año con sus familiares o a trabajar en Trinidad, con lo que niega que se trate de migrantes tratando de escapar de la feroz crisis del país.
Los naufragios mortales no son el único peligro para los balseros venezolanos rumbo a las islas vecinas. Hay denuncias de secuestros y tráfico de personas para prostitución o trabajo esclavo en haciendas o fábricas. Ya en tierra, se enfrentan a las habituales deportaciones ordenadas por Georgetown. Para muchos todos esos riesgos son preferibles a seguir penando en Venezuela.