Venezuela

Así fue la triste muerte de Kenny Ramírez

Kenny, de 16 años, era uno de los chicos más queridos de Las Brisas de Caucagüita. Bien portado, amable y buen alumno. Una noche le dispararon, sin mediar palabra, en la cabeza y lo dejaron tirado en el asfalto, a pocos metros de su casa. Los asesinos lo confundieron con otra persona

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La noche del lunes del carnaval del año 2000 fue una de las más tristes del barrio Las Brisas de Caucagüita. Una noticia movió a sus vecinos, les partió el corazón. Mataron a Kenny Ramírez, uno de los chicos más amables del lugar. Lo confundieron con otro y lo asesinaron. Aún hoy lo recuerdan con tristeza en su calle.

Kenny  tenía 16 años. Era el menor, y único varón, de los tres hijos del señor Pedro Ramírez, un hombre que imponía respeto. Nada de lo que hacía su familia podía ser a espaldas de él. La señora Delia, su mamá, era una mujer muy pendiente de su casa.

Empezaba el siglo y en el barrio se sentía las ganas de prosperar. A diferencia de ahora, varios de los jóvenes del barrio estaban escolarizados, algunos incluso iban a las universidades. Los tiempos no eran tan grises.

Uno de los chicos más queridos de la calle Miranda de Las Brisas de Caucagüita era Kenny. El más alegre de toda la calle. Sus vecinos lo recuerdan con un «portecito de bien» que pocos tenían. Estudiaba tercer año de bachillerato y tenía amigos en todas partes, en el liceo y en el barrio. Su blanquísima sonrisa contrastaba con su piel oscura. Kenny no era un chico de la calle. Solía conversar con todos en la puerta de su casa. Era un hijo obediente, un buen hermano y un vecino cooperador.

Su grupo de amigos de la calle era como él. Muchachos de bien. Ellos recuerdan que las últimas vacaciones de diciembre que pasaron juntos fueron un presagio. Como una despedida adelantada. Por primera vez, sus padres dejaron ir a Kenny a algunas fiestas, siempre supervisadas por mayores.

La noche fatal

En ese  barrio, el carnaval es una de las fiestas más esperadas. Las Brisas de Caucagüita es conocido por sus alegres comparsas y su compartir.

Ese fin de semana, algunos de los muchachos de la calle Miranda querían ir de fiesta. Pero el ánimo de los adultos no estaba para permitírselo. En el barrio había una pequeña fisura: los bandos entre sectores estaban peleados. Y eso, en un barrio venezolano, significa enfrentamientos a tiros y sin control. En la noche, Kenny y tres amigos más dijeron que se irían a dormir.

A las 4 de la mañana, golpearon fuertemente la ventana del cuarto de Antonio, otro de los jóvenes de la calle Miranda. El ruido era tan fuerte que toda la familia se despertó.

«¿Qué coño pasa?», preguntó Antonio. Una voz le respondió: «Antonio, pana… mataron a Kenny».

En un segundo, Antonio pensó muchas cosas: «¿Cómo pudo ser, si Kenny se fue a dormir?…», «el señor Pedro está de viaje…».

La calle, frente a la casa de Kenny, estaba llena de vecinos. Todos lloraban. ¿Qué había pasado? Kenny y sus tres amigos esperaron que los mayores se durmieran para caminar, dentro del mismo barrio, buscando una fiesta.

Uno de los amigos, con la voz entrecortada por el llanto, contaba que habían acordado salir a escondidas de sus casas a la medianoche. Subieron desde la calle Miranda hasta la entrada del barrio. Allí se quedaron en una fiesta amenizada por la miniteca más popular de la zona. De allí fueron a otra fiesta. Finalmente decidieron regresar a sus casas y cuando subían por la empinada avenida, un jeep pasó cerca de ellos y les dio la voz de alto.

«Quietos», les ordenaron. Los chicos obedecieron. Pero igual se oyó el disparo. Un balazo de escopeta le entró en la cabeza a Kenny. El chico quedó tendido en el asfalto de la avenida principal de Las Brisas de Caucagüita.

El dolor de Pedro

La señora Delia y las hermanas de Kenny estaban durmiendo cuando ocurrió la fatalidad. Recibieron la terrible noticia en plena noche. Pero el señor Pedro estaba de viaje. Le avisaron por teléfono.

El barrio entero permaneció en la puerta de la calle durante horas, acompañando a la madre de Kenny. A las 3 pm llegó Pedro, con el rostro alterado por el dolor y la rabia. Todos los vecinos se apartaron para dejarlo entrar. Él no hablaba. El llanto contenido no lo dejaba. Hasta que gritó: «¿Por qué me lo dejaste salir? ¿Cómo fue que se escapó?». Era lo mismo que se preguntaban todos los vecinos.

Un mural para recordarlo siempre

El sepelio de Kenny fue uno de los episodios más tristes en la calle Miranda. El barrio entero estuvo de luto. Antonio y sus amigos hicieron un mural con la frase «Kenny no morirás jamás», para recordarlo por siempre.

En las otras calles del barrio, el carnaval transcurrió como si nada. Kenny era un muerto más, de tantos que hay. Pero en la calle Miranda, el ambiente era sombrío.

Los asesinos alegaron que no era a Kenny a quien querían matar. Que ellos se confundieron. Buscaban a «Carlitos cabeza de caja», que tenía el mismo color de piel y la estatura de Kenny. Los vecinos no se dejaron amedrentar por las amenazas de los asesinos y los delataron en tribunales. Fueron a la cárcel y salieron a los pocos años. Aún son repudiados en la calle Miranda, porque los vecinos nunca olvidaron cómo mataron a Kenny.

Aunque han pasado 21 años desde ese fatal día, la calle Miranda no ha vuelto a ser la misma.

Editado por Giuliana Chiappe

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