Entrevista

Simón Rondón y sus 81 segundos de fama en el metro de Madrid

Ingeniero, venezolano, sobreviviente de cáncer. Se hizo popular al tocar una versión a violín de “Despacito”, el reguetón de Luis Fonsi con Daddy Yankee, en el Metro de Madrid. El video casi alcanza nueve millones de reproducciones, pero Simón Rondón ni siquiera sabía que lo estaban grabando

Fotografías: Génesis Rojas
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Ningún número se le escapa. Lleva estadísticas de qué día es mejor para tocar en la estación Gran Vía del Metro de Madrid. Está al tanto de cuál hora es más rentable y cuál canción le va a generar más ganancias, según el momento de la jornada. También sabe que tan solo tiene de 10 a 20 segundos para cautivar a su audiencia; pero como nada está escrito en piedra hubo una tarde que se salió del molde. En 81 segundos Simón Rondón se hizo viral. Un video suyo publicado en una página de Facebook alcanzó 10 millones de reproducciones, 258.000 reacciones y ha sido compartido más de 200.000 veces.
Toca el violín, aunque no fue con Mozart, Beethoven o Bach que llamó la atención de la bloguera Bea-Trips. Esa tarde movía el pie derecho mientras marcaba el ritmo de un reguetón. Nunca miró a la cámara porque no sabía que lo grababan. “Despacito”, de Luis Fonsi con Daddy Yankee, tiene una versión con el instrumento más pequeño y agudo de la familia de los instrumentos de cuerda clásicos; la hizo este ingeniero, formado en el Sistema Nacional de Orquestas; y que está prestado a Madrid desde el 20 de noviembre de 2016.

Llegó a esa ciudad queriendo probar suerte. Se aventuró, pero como para cualquier inmigrante el trajinar no ha sido sencillo. No conocía “absolutamente a nadie” en España, así que comenzó por ponerse en contacto con algunos músicos venezolanos. Ellos le enseñaron a este joven de Puerto Ordaz cómo moverse en esta ciudad de 600 kilómetros cuadrados. Gracias a esos contactos también comenzó a ganarse la vida tocando en un mariachi. “Llegué en pleno invierno y no había mucho trabajo. Por lo general llamaban solo a cuatro integrantes: dos trompetas, el guitarrón y la vihuela. Solo si el cliente quiere más músicos es que entran los violines”, explica.
Atacó la necesidad y desde finales de enero Simón decidió tocar en el Metro de Madrid. Recuerda que ese primer día fue “muy, muy, muy duro”. “La pena era descomunal. Me sentía como si estuviera tocando amarrado. La gente me veía como preguntándose ‘qué hace este loco aquí”. Poco a poco se adaptó y superó la timidez. Confiesa que si pudiera ir a tocar todos los días lo haría, porque lo suyo ya más que por garantizarse una habitación, transporte y comida es un acto de expresión.
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Vida girada
Comenzó su carrera como músico a los seis años de edad. Perteneció durante 15 años a la Fundación Orquesta Sinfónica de Ciudad Guayana. Quería tocar el piano pero era muy “chiquirritico” y los profesores le decían que no iba a tener fuerza para atacar esas teclas; así que se cambió al violín. No le fue mal. 25 años después dice que es su mejor amigo y va más allá: asegura que si no lo toca es como si no pudiera hablar. “Es mi bien más preciado”, declara.
De la orquesta pasó a dirigir la Estudiantina Universitaria de la Universidad de Oriente, y más tarde creó una banda de rock sinfónico llamada La Octava Sorda. Hasta que se graduó de Ingeniero de Minas; después el violín le fue esquivo. Simón se especializó en Finanzas y se mudó a Cumaná. Allá era Ingeniero de Proyectos en la empresa estatal Petróleos de Venezuela. Las responsabilidades de la adultez relegaron a la música. Más tarde, un cáncer la borró por completo de sus prioridades. Simón padeció Linfoma de Hodgkin y batalló durante dos años contra la enfermedad.
El momento más duro de su vida le hizo recapacitar. Al regresar del reposo, se encontró sentado en una oficina, preguntándose: “¿Qué hago acá? ¿Me voy a morir y no he hecho nada? ¿De este puesto no voy a salir?”. Para él, hubo un antes y un después de la quimio. Decidió vivir y, cual hijo pródigo, regresar a su pasión. Pero no en Venezuela.
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Lo que bien se aprende nunca se olvida. Ahora quiere, o más bien desea, que lo escuchen. Volcó su vida 180 grados y la que está en segundo plano es la Ingeniería. Salvo los miércoles. Ese es el único día que no asiste a la Gran Vía. Lo aprovecha para echar números. Uno de esos días también descubrió que no tenía ningún reguetón en su repertorio, y fue así que decidió agregar “Despacito”a sus conciertos de hora y media, en los que se incluyen “Feel”, de Robbie Williams, “Wrecking Ball”, de Miley Cyrus, “Viva la Vida”, de Coldplay o “Titanium” de David Guetta. Sus pesquisas también le han hecho darse cuenta que de 2:00 pm a 5:00 pm su público es de niños, porque es a la hora a la que salen del colegio. En ese período la canción más solicitada es “Let It Go”, de la película Frozen.
Está formado en música clásica y en géneros venezolanos tradicionales guayaneses y orientales; pero cuando le preguntan por qué no toca alguna de esas piezas responde que quiere hacer algo distinto y no ser uno más del montón, así que se pasea desde el romance hasta el house. 
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“Entiendo que la gente a veces no se pare porque todo el mundo está en lo suyo, van a algún sitio o están apurados. Yo mismo, cuando toco, entro en una burbuja; pero trato de hacerla muy grande para que la gente se meta en ella. Si alguien se me acerca, me saluda, me pide una canción o me hace un comentario, ya salvé el día, independiente de la cantidad de dinero que haya recaudado”.
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Conserva el acento oriental y habla desde la alegría del reconocimiento. Su historia ha aparecido en Verne, la sección del diario El País de España que cuenta lo más asombroso de internet. Le han entrevistado en programas de radio y televisión de Madrid y en Telemundo. Son sus 81 segundos de fama, repentinos e inesperados.]]>

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