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Messi y Cruyff en una sola Liga

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Fotografía: AP

Dijo Pep Guardiola, tras ganar la Liga de Campeones en 2011, que la continuidad del ciclo exitoso blaugrana dependía, casi exclusivamente, de la capacidad de la dirigencia del FC Barcelona de rodear al argentino de futbolistas que lo comprendieran y lo motivaran, algo que no pudo, por citar un ejemplo, ese enorme jugador que es Zlatan Ibrahimovic, quien prefirió enfrentarse al liderazgo del 10 antes que comprender el mensaje de Pep.

Barcelona ha ganado la Liga, la número 28 en su historia, en Granada. No era un torneo cualquiera, había que homenajear a Johan Cruyff, padre de la criatura, Santo Grial del juego catalán, y sólo así, quedando campeón en la última jornada, al estilo de su Dream Team, el recordatorio estaba completo.

En medio de los festejos catalanes, hay un pequeño detalle que no puede quedar de lado, si es que queremos aprehender una de las tantas lecciones que deja este juego.

Luego de caer tres veces consecutivas en el torneo doméstico (ante el Real Madrid comenzó aquella racha); sumar 1 de 12 puntos posibles; pasarse 249 minutos sin anotar y dilapidar una ventaja sobre sus perseguidores de 8 y 12 puntos respectivamente, los analistas de sofá buscaron respuestas en la falsedad y creyeron haberlas encontrado cuando señalaron al sospechoso habitual, el estado físico, como culpable de una casi segura debacle blaugrana. Incluso, más de uno se atrevió a ventilar supuestos desencuentros entre Luis Enrique y Rafel Pol, preparador físico del Barça. Nada nuevo bajo el sol.

Lo que estos iluminados no tomaron en cuenta es que la última  derrota de aquella fatal seguidilla, 1-2 frente al Valencia -que encendió las alarmas hasta el punto de que muchos ya abandonaban el barco-, tuvo una respuesta futbolística contundente apenas tres días después, cuando los blaugrana vapulearon 0-8 al Deportivo La Coruña, con cuatro goles y tres asistencias de Luis Suárez. ¿Qué cambió en esas 72 horas? Nada especial; el fútbol es como la vida, no existe la linealidad, y los resultados no son consecuencia de la suma de un par de factores nada más, mucho menos de fórmulas mágicas aisladas del juego.

Lorenzo Buenaventura, Preparador Físico del Bayern Munich, grafica como pocos lo que trato de explicar:

«Había una cosa que me envenenó. Al mejor jugador de la historia hubo cinco o seis periodistas que lo masacraron porque hubo un día que Leo Messi corrió ocho kilómetros y algo, y dijeron: ‘Ha corrido un poco más que Pinto”. Entonces yo empecé a mirar todo lo que corría Messi en todos los partidos. A nosotros (Bayern Múnich) nos fusiló Messi, como al otro 95 % de los equipos, porque es el mejor de la historia, y hace cosas que los demás humanos… Está en otra dimensión, y créanme que yo lo conozco bien. En el partido que nos fusiló a nosotros corrió ¡ocho kilómetros! Sí, en el que nos fusiló 3-0 en quince minutos, ¿eh? ¿Saben por qué Messi puede jugar 55-60 partidos? Precisamente porque juega como su cuerpo le indica jugar”.

Lo que uno puede concluir, tras la exposición de Buenaventura es lo que no pocos conocedores del juego plantean: esto no es tan sencillo como cortar y coser; es un juego que apenas podemos comprender, siempre y cuando lo ubiquemos dentro de un nuevo paradigma regido por el pensamiento complejo. No eran las piernas lo que fallaban en el conjunto catalán sino el juego como un todo indivisible, inseparable e inexplicable, ese que los grandes altavoces y los mercaderes de siempre se empeñan en dividir en partes aisladas. Insisto, no era lo físico, lo técnico ni lo táctico, era el juego.

Otro mito que vale la pena descabezar es la igualdad entre el Barça de esta liga y el de la anterior. Esta versión del equipo de Luis Enrique es muy parecida a la que apenas un año atrás ganó el triplete, pero sólo eso, ya que el tiempo pasa y así llegan los cambios que caracterizan a los organismos vivos como sistemas dinámicos abiertos, es decir, que son susceptibles a las condiciones que los rodean y por ello, de esas relaciones nacerán modificaciones. Recordemos a Heráclito y convenzámonos de que la única constante en nuestra vida es el cambio.

El asturiano, junto a su cuerpo técnico, dejaron de lado la ortodoxia del juego de posición, sin que esto se tradujera en un desprecio por esa metodología tan propia y tan de Cruyff, pero, como ya lo visualizó Pep en su día, este equipo necesitaba que Messi se sintiera amo y señor del juego. Y para ello, aún cuando los goles de la MSN protagonicen los diarios y los programas especiales, el futbolista que mayor crecimiento ha experimentado en la conducción de Luis Enrique es, curiosamente, Sergio Busquets, quien hoy podría incluso nominarse como el compañero ideal del 10.

El 5 ha sido identificado por los expertos como el guardián de la esencia Barça, que no es otra que el respeto por el juego de posición, pero aún así, su inteligencia y el entrenamiento -vaya si hay que resaltar la importancia de los trabajos y las prácticas- le ha permitido convertirse en una especie de frontón: corta pases del rival para inmediatamente generar esas transiciones que tanto disfruta la delantera blaugrana. Busquets, a quienes muchos suponíamos la principal víctima de las carreras catalanas se transformó, se adaptó y se superó. Un futbolista de todas las épocas.

Pero quiero volver al colectivo.

Las crisis son parte fundamental de los equipos de fútbol. En ellas se descubre la capacidad de reacción de los jugadores y la flexibilidad para adaptarse a períodos de mayor presión extra juego, ya que el entorno influye y mucho (otra referencia al eterno Johan). En ese apartado es que los blaugranas dieron un enorme golpe de autoridad, tal cual lo sucedido en la temporada anterior tras la derrota ante la Real Sociedad y sumaron sus últimos partidos como victorias, sin importar todo el ruido que se generaba fuera del campo.

Así ganaron esta liga Luis Enrique y los suyos. Con un Luis Suárez pletórico, capaz de darle oxígeno a un colectivo que parecía naufragar; con un Iniesta que ya es inmortal, porque como bien explica Óscar Cano Moreno, él es el juego de posición, y con Messi, con Lionel, un futbolista que cada año se reinventa para aniquilar las idioteces que algunos enarbolan en su contra. Ese Messi más pasador que goleador, cada vez más generador y menos finalizador, o si usted me lo permite, todos los días más futbolista y menos rematador, al mejor estilo del inmortal neerlandés.

El fútbol es de los futbolistas dicen los que saben, pero vale la pena recordar y saludar al conductor, al capitán asturiano, porque en medio de la turbulencia y con la artillería presta para disparar, Luis Enrique mantuvo la calma y la confianza en los suyos. Enhorabuena por él, por Robert Moreno, Rafel Pol, Joaquín Valdés, Juan Carlos Unzué y ese magnífico equipo de profesionales que hoy celebran lo que sólo uno de muchos puede: ser campeón.

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