Enrique y Beto tampoco quieren salir del closet

Siempre que se enarbolan banderas en defensa de minorías o de derechos de comunidades se habla del efecto pernicioso de los prejuicios y los estereotipos. Y tienen razón. Pero mira lo que son las cosas: la comunidad gay –o parte de ella- ve a dos personajes que representan la imagen de la amistad entre varones y no ha cejado en su empeño de convertirlos en íconos del imaginario homosexual. Dos personajes que, además, son niños, aunque hayan nacido en 1969

Joel Hernández
Publicidad

Las marionetas Enrique y Beto son eso: niños con puntos de vista muy diferentes sobre la vida y pese a que Beto sea, la verdad, bastante amargado. Decir que tienen tantos años viviendo juntos son meras ganas de acomodar la historia porque lo cierto es que los personajes de ficción no necesariamente envejecen, ni crecen, ni se reproducen, a menos que sus autores así lo decidan. Y en el caso de Enrique y Beto, que se sepa, los creadores de Plaza Sésamo no han decidido tal cosa.
En 2011 miles de personas firmaron una petición en línea en la que se le planteaba a Sesame Workshop que Enrique y Beto salieran del clóset y que además se casaran con ceremonia incluida. ¿Pretendían que se hiciera un programa especial de Plaza Sésamo para ver a dos marionetas infantiles intercambiando anillos, besándose, picando un pastel de boda y bailando el YMCA de Village People?
Sin duda hubiera sido un capítulo estelar… pero la gente de Plaza Sésamo respondió con justa lógica que Enrique y Beto son títeres sin orientación sexual, que son grandes amigos y que “fueron creados para enseñar a preescolares que las personas pueden ser buenos amigos con aquellos que son muy diferentes». Pero las cosas no podían quedar así. Ya para entonces había demasiada gente convencida de que Enrique y Beto tenían que ser gays porque sí –incluso así aparecen en un capítulo de Padre de familia– y justo ahora, dos años más tarde, la revista The New Yorker les empuja fuera el armario con una portada que celebra la decisión de la Corte Suprema estadounidense de reconocer los derechos federales de las uniones homosexuales legalmente constituidas.
Jack Hunter fue el artista que hizo la portada de esa edición asumida ya como “histórica”, en la que se ve a las dos marionetas en clásica actitud de pareja hogareña ante el televisor. Hasta el momento en que se escriben estas líneas no se ha hecho pública ninguna reacción contra la utilización de esta imagen. Claro, a menos que seas un pastor religioso ultraconservador, nadie quiere aparecer hoy día en público cuestionando algo relacionado a los derechos de la comunidad GLTB.
EnriqueyBeto2 UB
Yo, que no soy pastor de ningún culto sino un pendejo cualquiera con la fortuna de tener un espacio en esta revista licenciosa, debo aceptar que si bien reconozco la importancia de la decisión legal en materia de igualdad de derechos y la trascendencia emblemática de la imagen concebida por Jack Hunter, no dejo de experimentar cierta molestia por la utilización de dos personajes que no solo son infantiles –que ya es bastante- sino que son tan niños como sus espectadores. ¿O no es así?
Podían haber utilizado a otras figuras del universo pop más relacionadas con el mundo adulto. Quizás al Llanero Solitario y a Toro, que pasan tanto tiempo sin más compañía cabalgando por el salvaje Oeste. O al Avispón Verde y a Cato, inseparables y de trajes ajustados. O alguna cosa tiernamente ruda entre Hulk y La Mole. O algo monocromático entre Linterna y Flecha Verde. ¿Y Jar Jar Bink? ¿Por qué no le buscaron pareja a Jar Jar?
Ya el artista Hunter y The New Yorker hicieron el trabajo. En los medios no se ha hecho más que aplaudir la portada de la revista y eso me ha hecho recordar a un amigo homofóbico y medio “conspiranoico” que sostiene la teoría de la existencia de un “lobby gay” en la industria del entretenimiento estadounidense que, en su visión sesgada, explicaría mucho de lo que sucede en cuanto a temática y personajes. En todo caso, lo de Enrique y Beto parece que era inevitable: nadie más los ve como niños. Y no es una percepción reciente. Buscando en la web me topé con un texto publicado en la revista Soho, en febrero de 2010: “Lo que nunca entendí de… Beto y Enrique”, escrito por Santiago Rivas.
Desde la primera línea no deja lugar a dudas: “Beto y Enrique son un tremendo par de gays”. Y su último párrafo ya perfilaba el camino hasta la portada de Hunter: “por alguna razón, los creadores de Plaza Sésamo niegan la homosexualidad de Beto y Enrique; nosotros no podríamos probarla si quisiéramos, pero eso está muy bien, a ver si de una vez por todas dejamos de meternos en la vida de otras personas. Lo que puedo constatar es que todos mis amigos homosexuales siguen al pie de la letra el modelo de pareja que estos dos títeres supieron imponer y son felices así, porque no importa qué tan neurótico o ‘apelotardado’ seas: siempre es posible encontrar alguien con quien divertirte. Si no, pregúntenle a Enrique, que aún es joven. Y lo mejor, no es conservador”.]]>

Publicidad
Publicidad