Opinión

Hiperinflación al acecho

En Venezuela están dadas las condiciones para el estallido de un proceso hiperinflacionario. Los casos que han sido estudiados internacionalmente tienen tres características comunes:

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1. Un recurrente y creciente déficit fiscal.
2. Financiamiento del déficit a través de emisiones de dinero sin respaldo
3. Poco ahorro de dinero debido a su acelerada pérdida de valor.

En los últimos ocho años, el déficit fiscal supera el 10 % del PIB, y en 2015 lo más probable es que supere el 20 %. El financiamiento de este creciente déficit no se hace a través de la recaudación de nuevos impuestos que drenarían el exceso de liquidez sino con desmesuradas emisiones de dinero sin respaldo por parte del BCV que al ser inyectadas a un mercado con crecientes índices de escasez no hacen más que atizar la inflación. Y con tasas de interés que no compensan lo que quita la inflación, en lugar de ahorrar las personas prefieren adquirir bienes o comprar dólares en el mercado paralelo.

Ni el control de cambios ni el de precios han podido contener el desenfreno inflacionario. El repunte en alimentos fue de 102 %, superior al 68 % del INPC, y revela la ineficacia del anclaje cambiario a 6,30 y 12 Bs/$ para mantener a raya la inflación. Tampoco la Ley Orgánica de Precios Justos ha servido para aplacar una desquiciada inflación que pulveriza los salarios. Quienes viven de un ingreso fijo no necesitan que el BCV publique mensualmente el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) para sentir la voracidad de una espiral inflacionaria sin precedentes. Poco importa si los economistas no se ponen de acuerdo para definir a partir de qué porcentaje se puede hablar de hiperinflación si ya los precios se han desbocado y ahora crecen semana a semana, e incluso día a día.

No hace falta un programa de shock para evitar la hiperinflación

Para conjurar la amenaza de una hiperinflación no hace falta aplicar un severo programa de shock o ajuste estructural al estilo de los impuestos por el FMI y el BM. No es necesario reducir la inversión social, ni bajar los sueldos, ni las pensiones, ni mucho menos acometer un brutal proceso de privatización con la destrucción de millares de puestos de trabajo. Las medidas son mucho más sencillas, están al alcance de la mano y lejos de esperar lentos resultados, la amenaza hiperinflacionaria se puede conjurar de manera inmediata. Tres medidas están al alcance de la mano para que los precios vuelvan a estabilizarse:

1. Unificación cambiaria
La medida clave es la unificación cambiaria a un nivel que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional. El anclaje cambiario recae con toda su fuerza sobre Pdvsa, la cual es obligada a vender el mayor porcentaje de su ingreso en divisas a las bajas tasas de 6,30 y 12 Bs /$, lo que no le permite recoger suficientes bolívares para pagar una nómina de más de 140 mil trabajadores, honrar sus deudas con proveedores y contratistas, transferir aportes a los programas sociales y mantener al día las obligaciones con el fisco. Por eso se ve obligada a endeudarse con el BCV, el cual realiza desmesuradas emisiones de dinero sin respaldo para financiar el déficit fiscal. La unificación cambiaria saneará las finanzas de PDVSA, al recibir más bolívares por cada dólar. Esto drenará el exceso de liquidez y aliviará las presiones sobre el dólar paralelo.

2. Nueva regla fiscal
Corregir el déficit comienza por mejorar la calidad del Presupuesto 2016 que próximamente será sometido a consideración de la Asamblea Nacional. Esto pasa por reducir en 100% los gastos suntuarios en remodelaciones, vehículos, publicidad, viajes, etc. Hay que evitar que el Gobierno de Calle como mecanismo de consulta y participación se convierta en otro presupuesto paralelo. Implica también erradicar los subsidios ineficientes que no llegan al consumidor y estimulan el derroche en los servicios públicos, así como el contrabando de extracción. Se trata de sustituir los subsidios indirectos a los productos y servicios por subsidios directos a las familias en condición de pobreza. Reactivar el cobro de peajes permitirá generar recursos propios para repotenciar el sistema vial.

Hay que desestatizar las empresas públicas que terminaron secuestradas por burocratismo, el pseudosindicalismo y la corrupción a través de nuevas formas de propiedad social que permitan la participación accionaria de los trabajadores y la inversión privada nacional y extranjera condicionada a la transferencia de tecnología, formación del talento humano, asistencia técnica a las Pymes y máxima incorporación de componentes nacionales en los proyectos de inversión.

La Reforma Fiscal debe ser completada con el ajuste del IVA y del ISR, racionalización del arancel de aduanas, reactivación del Impuesto a los activos empresariales, implantación del impuesto al débito bancario y a las transacciones financieras, aumento de la unidad tributaria, timbres fiscales, impuestos a licores y cigarrillos e impuesto al lujo. La nueva Asamblea Nacional está emplazada a implantar una regla fiscal que le prohíba recibir ningún proyecto de presupuesto o aprobar créditos adicionales que impliquen un déficit mayor de 5 % del PIB.

3. Prohibir el financiamiento monetario
El financiamiento monetario del déficit fiscal se traduce en una colosal masa de dinero que se le inyecta a una economía con productos cada vez más escasos. Esto atiza la inflación y convierte en sal y agua cualquier aumento de sueldos. Prohibir el financiamiento monetario del déficit fiscal requiere instituciones sólidas. De allí la importancia de recuperar la autonomía del BCV en manejo de reservas internacionales y la emisión de dinero, así como centralizar las divisas y reservas internacionales en el BCV. Recuperar la confianza en sistema monetario y financiero exige también un manejo coherente del encaje legal y tasas de interés.
@victoralvarezr

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