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Vinotinto en crisis: Ni ideas, ni respaldo

Nada nuevo. Venezuela se sigue hundiendo en la arena movediza de su juego y ya la crisis no da para más tratamiento, explicación o análisis. El furioso grito de gol de Josef Martínez hacia el banco y el “no veo respaldo en la cancha” de Noel Sanvicente en rueda de prensa, es la exteriorización de lo que sucede puertas adentro en el camerino de la Selección Nacional. Una situación que hasta una hora antes del partido era solo una suposición, ahora es una convicción: no hay conexión entre el cuerpo técnico y los jugadores. Quedó demostrado.

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¿Cómo? Sanvicente, esperanzado, advertía la noche del lunes que confiaba en que escamparía luego de tanta lluvia. Hoy, los jugadores se encargaron de bombardear las nubes para que el aguacero se convierta en una tormenta sobre el techo de la casa del seleccionador. Un grupo distraído, sumido – una vez más -, en errores que se corrigen en la etapa formativa del futbolista, se comulga en su accionar (ya sea por reacción o interpretación) con planteamientos de juego técnicamente errados, para entre ambos, bajar por el excusado dieciséis años de avance, competitividad y respeto ganado de parte de la Selección Nacional de Venezuela.

El once de los elegidos contra Ecuador pintaba para que se viera, por fin y luego de año y medio, lo que Chita quiere que su equipo muestre en el terreno de juego. Sema Velásquez se ganó en Bolivia la titularidad solo por poner coraje y Rómulo Otero era el séptimo volante ofensivo utilizado en cuatro partidos de eliminatorias, lo que servía de expectativa positiva para conocer qué podía ofrecer un futbolista desequilibrante con buena muy pegada.

Un grupo que se resguardó de la debacle de La Paz, tenía la obligación de mostrar la vergüenza del futbolista de sacar adelante una situación que sometía su propio prestigio y la credibilidad de una afición que en algún momento los elevó al Olimpo y que, horas antes del partido, una voz autorizada y tan respetada como la de Oswaldo Vizcarrondo, decidió excluir del tributo de una probable victoria.

Venezuela tuvo, quizá, los mejores primeros quince minutos de la competencia. Otero demostraba que es útil generando faltas cercanas al área rival. Voluntarioso, el equipo tenía mordiente, se apreciaba que estaban ganosos de encontrar el camino de la victoria, pero solo hasta cuando fue exigido: un arranque en manada de las hienas ecuatorianas al contraataque, (calco del primer gol de los meridionales ante Argentina) olieron la sangre del rival y encontraron fácilmente la herida. Gol al minuto quince de los líderes invictos, de una gran selección llamada Ecuador.

De ahí en adelante, desapareció el juego “analizable” de Venezuela. Jugadores aletargados luego del gol, displicentes, desordenados, sin capacidad de responder al tanto en contra. La actitud de “estar entregados” se materializó en la acción del segundo gol. Otro error de libro, único invicto Vinotinto en estas cuatro presentaciones: En cuatro choques, cuatro errores para perder.

Nadie en la cancha que fuera capaz de cargar con los galones de enderezar el rumbo. Ningún jugador que levantara la cabeza para gritarle a los otros diez que había que despertarse. Ausencia de un líder en el campo. Futbolistas que parecen no creer, ni entender, la idea y los conceptos futbolísticos del Seleccionador.

No hay uno solo que sea la voz del entrenador dentro del rectángulo, actitud y razón evidentes para apreciar que dentro del vestuario, no hay comunión entre cuerpo técnico y futbolistas que en su momento sacaron la casta para tirar del carro cuando la urgencia lo requería. Los mismos que hace año y medio declaraban que Chita era el indicado para asumir el cargo que hoy se le discute.

Partiendo de lo anterior, no es casual que los jugadores que han tenido importante participación en el período de Sanvicente, hayan sido los más destacados. Alain Baroja en su momento, Christian Santos, Mario Rondón, Jeffren Suárez y, ahora, Rómulo Otero, son los efectivos que han acumulado mejores actuaciones en medio de la debacle. Son los que quieren ganarse un puesto fijo en la Vinotinto.

¿Cosecha? sin puntos, últimos de la tabla, sin identidad de juego, un seleccionador que no podrá explicar a qué quiere que juegue su equipo, con chance tan remoto de clasificar al Mundial de Rusia que de lograrlo sería una obra épica de Virgilio y, ahora, un vestuario evidentemente dividido entre jugadores y técnico. Un cóctel demasiado explosivo como para que no hayan cambios urgentes a corto plazo.

Cuando se pierde el espíritu, ni el hombre que más trabaja en el mundo podrá ser capaz de restablecerlo. Sin espíritu, no hay esencia, no hay ganas, no habrá resultados.

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