Elecciones 2024

¿Y ahora qué sigue en Venezuela?

A diferencia de otros momentos, en los cuales la población venezolana parecía dividida en dos partes más o menos iguales y existían visiones contrapuestas ante cualquier hecho, en el contexto post electoral actual, aunque hay dos versiones, asistimos a la constitución de una nueva mayoría ciudadana.

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Alejandro Cremades

Después del 28 de julio de 2024 podría decirse que Venezuela entró en una fase diferente tras la realización de las elecciones presidenciales. La participación masiva en las urnas y la voluntad de cambio que se respira en Venezuela, a partir del ejercicio del voto y la actitud de defensa de la votación ante una serie de irregularidades, parecen apuntar a una nueva etapa del proceso sociopolítico.

El análisis político no tiene una bola de cristal como justamente nos ha demostrado este 2024, en Venezuela. Hace cuatro meses Edmundo González Urrutia era un perfecto desconocido para la sociedad y se seguía debatiendo si era correcta o no la estrategia de acudir a las urnas. Ciertamente María Corina Machado dio un giro estratégico en lo que habían sido sus posiciones anteriores y tomó la senda electoral, asumiendo que no habría condiciones para unas elecciones libres, competitivas y transparentes, pero aun así se debía participar.

Posiblemente las elecciones primarias de octubre del año pasado, autogestionadas por activistas sociales y militantes políticos de la Plataforma Unitaria Democrática, hayan sido el punto de inflexión a partir del cual se ha constituido una nueva dinámica sociopolítica o fueron la consulta pública que nos acercó, a los ciudadanos, con un nuevo liderazgo, el de María Corina Machado, además legitimado ampliamente en aquella consulta.

El proceso de votación este domingo estuvo cargado de simbolismo, y me limito a tres situaciones tales como la pernocta desde el sábado en decenas de centros de votación, la asistencia masiva y pacífica a votar, el registro de hechos de violencia bastante limitados, nos hablan de un cambio, que seguramente estaba en gestación, de lo cual tuvimos claras señales en las masiva y emotivas movilizaciones opositoras en una corta campaña electoral, que luego se refrenda en las urnas.

Las señales y situaciones desde el campo oficial ayudaron a refrendar que ya las cosas se habían movido, política y socialmente. En primer término, ya el viernes hubo ausencia del chavismo de base en la constitución de mesas electorales, la mañana del domingo asistimos por primera vez a un presidente eludiendo el contacto con el pueblo a la hora de votar, hasta los abucheos que recibieron varios gobernadores de estado identificados con el oficialismo a lo largo del 28 de julio.

En medio de horas de incertidumbre y desasosiego, sin ninguna declaración oficial del CNE por unas seis horas, las redes sociales conectaron a una parte del país y del exterior con lo que decían las mesas, potenciado por la redistribución de mensajes por la mensajería del WhatsApp. La circulación de diversos mensajes, con vídeos o fotografías, tanto de las actas como de los actos de cierre de mesas, asentaron la confianza en que se había alcanzado el triunfo del cambio, al menos en las urnas.

Llegamos así, con certeza e incertidumbre al punto clímax de la jornada. Sin que hubiese datos cargados oficialmente, el presidente del CNE proclama ganador a Nicolás Maduro. Doce horas después, sin haber emitido un segundo boletín con resultados totales y sin mostrar aún datos desagregados, ocurre la proclamación oficial. Incluso con la página web del ente electoral fuera de línea.

La narrativa oficial parece tomar el lema de campaña de Benjamín Rausseo, de pasar la página, y ya. Y parece centrarse en que Maduro ha sido refrendado en el poder, sin que haya resultados desagregados y pese a que una buena parte del país, tienen lugar protestas de personas precisamente del pueblo, que exigen se respeten nada más y nada menos que la voluntad popular.

Entretanto, el lema de “hasta el final”, que tantas veces se repitió en los últimos meses, parece haber cobrado sentido, junto con la defensa de la verdad, cosa en la que ha enfatizado el discurso de Edmundo González Urrutia y María Corina Machado.

Aunque hay dos narrativas, eso no puede confundirse con polarización. La sociedad venezolana, y así me atrevo a pronosticar cuando finalmente tengamos resultados totales del 28 de julio, salió de la camisa de fuerza de la polarización alimentada desde el poder por el chavismo, y al zafarse ha creado una nueva mayoría que está en proceso de gestación y consolidación. La primera señal, nítida e incontrovertible, justamente se dio al asistir a votar, para pasar en paz la página del chavismo.

La cúpula enquistada en el poder, que en este momento debemos separar claramente de la base social que haya votado a favor de Maduro y que ha permanecido en paz en los barrios del país, se aferra como nunca al poder, pero al no existir actas, resultados desagregados, el propio fraude naufraga en su mentira. No tiene el CNE ni siquiera unos resultados alternativos que mostrar para decir que son los válidos.

¿Qué pasará? De nuevo, no existe una bola que nos permita pronosticar lo que vendrá, pero a partir de lo que ya ocurrió si se pueden hacer afirmaciones. La más evidente es que Venezuela es otra, y eso se debe a que tuvo lugar la votación masiva del 28 de julio. La otra certeza, es que el chavismo perdió la oportunidad de aceptar esa derrota y negociar su salida del poder, con lo cual conservarían un espacio legitimo en el país que está pujando por emerger.

Y, finalmente, el capítulo de la historia venezolana que se abrió el 28 de julio de 2024 está, definitivamente, lejos de haber concluido.

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