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El criadero de la inestabilidad

La inestabilidad política no forma parte, en ningún lado, de una circunstancia escogida. Las sociedades son o no son inestables. Como fenómeno, la inestabilidad. descansa sobre una red de problemas de carácter sistémico en torno al criterio de la gobernabilidad.

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Sobre la profecía del golpe, la rebelión civil o los estados de desobediencia se especula mucho en el terreno de retórico y en el debate cotidiano. La inestabilidad política y social, esa que termina segregando rupturas indeseadas, no es un campo sobre el cual tenga demasiado sentido especular. Son escenarios que se concretan, porque son el resultado de un fermento social cocinado.

Si en Venezuela hay una situación inestable, esta tiene carácter provocado. Hay situaciones políticas que, por definición, son inestables (como esta que vivimos). Hay momentos en los cuales la armonía y la prosperidad son la moneda corriente en la vida de las naciones. La inestabilidad en Venezuela tiene ya carácter crónico. La falla de origen debemos encontrarla en la insurgencia del chavismo, el 4 de febrero de 1992, y en su renuencia a los pactos y acuerdos de carácter institucional.

La jerarquía dirigente chavista tiene años enhebrando un complejo volumen de acusaciones recicladas en torno a la gestación de un magnicidio; del ingreso de elementos paramilitares y a la gesta de un complot para derrocar al gobierno, presumiblemente llevado adelante por las fuerzas democráticas de la Oposición. La charada de la hecatombe que jamás se concreta se ha constituido en un conocido compañero de viaje.

Mientras tanto, en este país se ha ido cumpliendo la voluntad de los rojos un año tras otro, sin que nada importante ocurra en materia de violaciones a la ley o desconocimientos electorales. La Oposición se ha atenido al escrutinio, y ha soportado estoicamente todas las marramucias posibles gestadas en la vida institucional de este país. El chavismo acentuó su dominio sobre los elementos del estado; obtuvo el favor popular y todos los recursos que hubiera deseado para llevar adelante sus proyectos.

De manos de la dirigencia chavista desembarcamos en el catastrófico trienio 2013-2016. Tiene el país incrustado hasta la cintura el fango del caos y la incertidumbre. Estamos quebrados; haciendo colas de 6 horas para comprar comida. Surcamos los tristemente célebres años de Nicolás Maduro. El lapso administrativo más desafortunado, improvisado y ausente de criterios que haya conocido Venezuela en muchas décadas.

Los filamentos de la sociedad crepitan. En toda Venezuela se respira la irritación Es este, por supuesto, y debemos comprenderlo, el criadero natural de la inestabilidad. No es un problema de gustos. Es la consecuencia natural de una manera de proceder. En Venezuela se vive un inferno y Maduro no oye. O simula que no oye.

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